jueves, 1 de noviembre de 2007

Aventura a Cuatro Bandas 4ª parte

Carambola Final



Bueno aquí os dejo por fin el final de esta historia espero que os haya gustado.

Nos duchamos los cuatro, pero por separado: nosotras en el vestuario de mujeres y ellos en el de hombres. Durante la ducha (Mónica y yo nos duchamos juntas, enjabonándonos una a otra) comentamos un poco la jugada. Dijo que nunca había follado así. Lo del repartidor de pizzas no fue más que una penetración rápida y apresurada, que duró hasta que el tío se corrió dentro del condón que llevaba puesto. No había experimentado demasiado placer, por lo visto. Por eso cuando me oyó contar como había follado con Rubén sintió algo de envidia, sobre todo cuando le enseñé aquella foto. Dije a Mónica, mientras secaba su cuerpo con una toalla, que no se preocupara: que unas veces el sexo sale mejor que otras. Sin embargo ella estaba algo preocupada, ya que sospechaba que después de aquello se había convertido en una esclava del sexo.

- Eso no es malo -dije mientras ella secaba mis piernas -. Si te sirve de consuelo yo ya lo soy. Desde que follé con Rubén solo pienso en una buena polla que llevarme a la boca, que me penetre y que se corra sobre mí. Pero eso no hace mal a nadie, más bien todo lo contrario: da placer a otra persona.

- Tienes razón - replicó ella -. A fin de cuentas por ahí no hay más que buenas pollas esperando recibir nuestros coños. Y esperando que nuestras bocas chupen su semen calentito. En realidad me quedo con las ganas de tener una foto como esa tuya con el tal Rubén.

Acabamos de secarnos, nos vestimos y, cuando salimos, los dos chicos ya nos estaban esperando. Tomamos un último cubata, salimos a la calle y nos despedimos con un beso. Ella preguntó si volveríamos a quedar pronto con ellos para tener otra fiesta similar. Conteste que no había que precipitarse. Hoy había estado muy bien, pero si deseábamos sexo variado (y pollas variadas) no convenía engancharse mucho a los mismos tíos. De todos modos sería cuestión de ver como evolucionaban las cosas. El tiempo indicaría el camino a seguir.

Me sorprendió que no volvimos a verlos durante la semana siguiente, ni a Luís asomado a su terraza. El viernes, a eso de las nueve de la noche (justo antes de la cena), un mensajero de Seur trajo un paquete para nosotras.

En mi habitación lo abrimos y su contenido eran dos cintas de vídeo VHS. En las carátulas aparecía escrita la siguiente frase: "Con cariño. Oscar y Luís".

La duda se apoderó de nosotras. ¿Qué habría gravado en las dichosas cintas? Yo pensé que serían películas porno y que los chicos nos las enviaban para que aprendiésemos cosas y mejorásemos nuestras técnicas sexuales. Mónica, por su parte, estaba casi segura de que era un vídeo de la casa de Luís tenía en el campo.

Seguro que nos querían invitar a pasar un fin de semana en ella y esto era "la tarjeta de presentación". El caso es que la duda no nos dejaba parar quietas, por lo que decidimos no salir aquella noche, para poder visionar aquellas enigmáticas cintas. Metimos una de las cintas en el vídeo y muy nerviosas, procedimos a ver su contenido.

Se me heló la sangre cuando vi la primera escena: era un plano de aquel viejo gimnasio. No había gente, pero podía verse con claridad el sofá y los sillones, la mesa llena de bebidas, la colchoneta grande y el plinto. En la segunda escena se veía lo mismo, pero desde otro ángulo más cercano y contrario. Estaba claro que entre las dos cámaras habrían filmado con todo lujo de detalles lo que allí pasó aquella tarde. Mónica parecía no entenderlo del todo, a juzgar por la cara que tenía. Para aclarar sus dudas y para ponerla en antecedentes de lo que iba a ver, dije:

- Querías una foto haciendo el amor con ellos, pero esto va a ser mucho mejor: prepárate a ver una auténtica película porno de la orgía del viernes pasado.

Ella miró con cara incrédula, pero a los pocos segundos vimos como cuatro personas (dos chicos y dos chicas) entraban en aquel gimnasio y empezaban a bailar y a beber. Vimos la cinta entera, en la que no faltó nada (aunque habían cortado los ratos en los que no pasaba nada, cuando estábamos dormidos o descansando). Incluso noté que habían hecho retoques por ordenador, usando el zoom, ya que aparecían primeros planos muy nítidos. De este modo pude ver un primer plano de como los dos chicos me follaban (uno por el culo y otro por el coño). Así mismo vimos otro magnífico primer plano de la cara de Mónica, con la polla de Oscar corriéndose en su boca. El sonido también había sido tratado por ordenador, ya que podía oírse con buena calidad lo que ellos decían:

- ¿Te gusta mi semen? ¿Te gusta mi lechecita?

- Claro que me gusta. ¡Me encanta!

Mónica no salía de su asombro. Observó con curiosidad aquella escena en la que los chicos me follaban en el plinto, ya que había estado dormida durante ella. Al final se recreó con la última corrida de ellos en nuestras caras y se sorprendió de la expresión de placer que mostraba su cara al recibir aquel torrente de esperma en la boca. Al final de la película se nos veía a los cuatro saliendo de allí. Pensé que ya se había acabado, cuando vimos la escena que habían añadido: habían bajado de la pared una de las cámaras y la colocaron sobre algo (tal vez una mesa o una silla). Se les veía a los dos de pie frente a la cámara, con los pantalones bajados y haciéndose una paja. Los dos hablaron al mismo tiempo:

- Esta película es un regalo para dos chicas que nos hicieron disfrutar mucho. Un beso de vuestro amigos Oscar y Luís. Ahí va nuestra firma.

Y dicho esto se corrieron los dos sobre el objetivo de la cámara. En nuestra pantalla de televisión se veían gotas de semen blanco que resbalaban. La doble corrida llegó a cubrir por completo el objetivo de la cámara y en ese momento apareció la palabra FIN.

Mónica preguntó aterrada: - Dios mío, ¿qué vamos a hacer ahora?

- Nada... mejor dicho, vamos a hacer dos cosas. La primera hacer una copia de esta cinta, no vaya a ser que un vídeo la pueda estropear. La segunda cosa que vamos a hacer es subir a la habitación, masturbarnos pensando en la película y quedarnos dormidas. ¿De acuerdo?

- De acuerdo - respondió ella sonriendo.

Así que subimos a la habitación y empezamos a desnudarnos y besarnos, nos acariciamos asta estar muy calientes y hicimos un 69 mientras nos metíamos los dedos por el coño así estuvimos hasta que llegamos al clímax, la lastima fue no tener en eso momentos ningún consolador para haberlo metido en nuestros coñitos.

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