lunes, 26 de noviembre de 2007

Tres Canutos y una Escoba 4ª Parte

Bien como os dije ayer aquí os cuento el final que lo disfrutéis.

Pocos instantes después, sus dedos se aferraron más fuerte si cabe a nuestro cabello, mantuvo nuestras cabezas y nuestras manos entre sus piernas, y detuvo bruscamente su movimiento de caderas. Emitió un ahogado gemido, como si respirara hacia adentro, y de su coño empezaron a fluir los jugos del obtenido orgasmo, depositándose estos en la boca y la barbilla de Marcos, que seguía con la cabeza hundida entre las piernas de nuestra invitada, y que aunque quisiera, no hubiera podido retirar de allí, ya que ahora ella lo sujetaba por el cabello con las dos manos.

- ¡¡¡Ufffff.....!!! ¡¡¡Que corrida!!! - Fue lo único que dijo cuando por fin soltó la cabeza de Marcos.

- ¿Te ha gustado, zorrita? ¿Lo has pasado bien, verdad? Pues ahora nos tienes que compensar a nosotros, que nos hemos esmerado mucho contigo. - Dijo Marcos.

Tal como estaba de pie entre los dos, Marcos volvió a separarle las piernas con sus rodillas y agarrándola de las caderas le hundió la polla hasta el fondo del coño, a lo que ella respondió con un significativo gemido. Tras las primeras embestidas, ella levanto una pierna y la apoyo en el sofá, dando así más facilidades a la penetración.

Hasta aquí la historia por hoy mañana os sigo contando más.

Mientras Marcos seguía follándosela con fuertes embestidas, yo, que aun me mantenía detrás de ella, volví a meterle uno de mis dedos en el culo, pensando en acondicionar el camino que debería seguir mi polla. Eso hizo que de su boca saliera otro profundo gemido, y que se aferrara fuertemente al cuello de Marcos.

Pero ese gemido no fue nada comparado con el grito que profirió cuando lentamente, pero sin detenerme, le hundí mi polla en su agujero trasero hasta los huevos. Estaba caliente y lubricado por el trabajo realizado anteriormente, pero aun así, el grosor de mi polla, que aunque de tamaño normal, no se podía comparar con el dedo que había estado hurgando allí dentro.

Ella se retorcía, no sabía a dónde agarrarse, echaba sus manos hacia atrás, intentando que me separara. Gesto inútil, ya que Marcos la tenía bien sujeta por la cintura y yo me agarraba a sus tetas por debajo de sus brazos, mientras que los dos hundíamos nuestras respectivas pollas en su coño y en su culo al mismo tiempo.

La estábamos destrozando literalmente. De pie, entre nosotros dos, manteniendo todo su peso en una sola pierna y la otra apoyada en el sofá, sus brazos apoyados en los hombros de Marcos para no perder el equilibrio, mientras el le metía la polla todo lo fuerte y profundamente que la postura le permitía, y yo por detrás, le follaba el culo dando empujones hasta que mi pelvis chocaba violentamente con sus glúteos, y sobando frenéticamente sus tetas con mis manos.

Tal escena no podía durar mucho, debido al estado de calentura que Marcos y yo llevábamos encima, y a los pocos minutos, notando que el semen empezaba a correr por dentro de mi polla, le di una ultima embestida sacando fuerzas de donde ya no las había, y mi leche inundo su culo en una larga eyaculacion que liberaba mis huevos de su carga.

Fue solo unos segundos antes de que Marcos, llegando ya a los limites del placer, le llenara a la chica el coño con su caliente fluido, que al recorrer todo su interior, y permaneciendo Marcos con la polla dentro de ella, efectuando los últimos movimientos de rozamiento sobre su clítoris, le arrancaron un segundo orgasmo un poco mas silencios que el anterior, pero igual de intenso, tal y como reconoció ella misma.

Caímos los tres rendidos en el sofá, completamente desnudos y llenos de sudor, respirando agitadamente, satisfechos del fenomenal polvo que acabábamos de montar.

- ¿Qué días vienes a esta escalera? - Preguntó Marcos aún con la respiración entrecortada.

- Los martes y los viernes. - Contestó ella.

- Víctor, que no se te ocurra comprar tabaco el próximo lunes. Me dijo Marcos.- No te preocupes, no lo compraré. - Contesté yo.

La chica se levantó tranquilamente y mientras empezaba a recoger su ropa del suelo, nos miró un poco mas seria que antes y dijo:

- Hay que joderse, la que hemos montado con tres canutos y una escoba.

Los tres nos reímos extensamente a raíz de dicho comentario.

Ella se arregló y se marchó con su escoba, y nosotros nos quedamos esperando la llegada del próximo martes.

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