lunes, 12 de noviembre de 2007

Apuesta a Ciegas 3ªParte

Bien os voy a decir donde lleve a mi novio ni os imagináis lo que va a pasar.

Salimos de casa y ya en el coche le indico que tomara la dirección del centro de la ciudad, hacia un conocido e inmenso parking de la zona portuaria. Aparcábamos en el citado garaje y le comienzo a guiar en dirección al casco antiguo cogida de su brazo. Después de unos diez minutos andando, llegamos a un viejo edificio de cemento gris situado en una estrechísima calle por la cual difícilmente hubiera podido pasar un coche. Yo pulso el que estaba mas abajo y al lado de la calle, y pasados unos segundos pudimos oír una voz grave y metálica que preguntaba:

- ¿Quién es? - en un tono que cualquiera hubiera pensado que le habíamos despertado de una siesta.

Yo me limito a contestar con un seco: “Soy Laura” que es como había quedado en decir cuando llamara, inmediatamente sonó el zumbido de la cerradura eléctrica para abrirse tras una leve presión en la puerta por parte de ella. Entramos en un portal estrecho yo caminaba segura por el oscuro portal y empujaba decidida una puerta entreabierta en la pared de la izquierda. Tras cerrarla a nuestras espaldas, nos encontramos en un pequeño recibidor sin ninguna luz, con una puerta cerrada a nuestra derecha y otra justo al frente de la que colgaba una enorme cortina de basta tela roja que nos impedía ver lo que había al otro lado.

Hasta ese momento aun no habíamos visto a nadie, no oímos ninguna voz que nos invitara a entrar o nos estuviese esperando dentro, ni siquiera cuando yo aparto la cortina con mi brazo y entramos en una curiosa habitación vimos ningún indicio de que hubiera allí alguna persona. Entramos en una especie de local cuyas paredes seguían mostrando un aspecto viejo, iluminado todo por varias lámparas antiguas y de distinto estilo que colgaban del techo separadas varios metros entre ellas. Pero lo más sorprendente y lo que primero llamo la atención de mi novio fue una enorme jaula, del tipo de las que se usaría para encerrar a un loro, pero de unos dos metros de alto y compuesta en su base por una plataforma metálica redonda de aproximadamente un metro de diámetro, cuya puerta abierta daba justo de frente al amplio salón. En el centro del mismo y dando la espalda a la curiosa jaula, se destacaba un viejo sillón de dos plazas tapizado en rojo, convenientemente situado frente a dos típicos muebles que solo se hubiesen podido encontrar en un local de ambiente sadomasoquista.

Descansaba también una especie de potro recubierto de cuero y con unos brillantes asideros en cada extremo, destinados sin duda a inmovilizar a alguien sobre él mediante cuerdas o cadenas. Yo rompo el silencio reinante dirigiéndome a mí novio con mi expresión más felina.

- ¿A que no te esperabas algo así, cariño? En la próxima hora te esperan muchas sorpresas y mucho morbo - le decía con su sensual voz tomándole del brazo y dirigiéndole hacia la jaula redonda que estaba tras el sofá - No te preocupes por nada, tu solo disfruta, que yo lo tengo todo previsto. Ahora, quítate toda la ropa y metete en esa jaula, que va a empezar el espectáculo.

Sin perder un segundo comenzó a desnudarse lo que me proponía era montarme un morboso numero con los objetos que había en la habitación y ponerme a mil sin poder hacer otra cosa que contemplarla desde la jaula. Cuando termino de quitarse toda la ropa, él mismo se metió en la citada jaula con la polla mirando al techo debido a la tremenda excitación que tenia, y agarrando la puerta de esta por dos de sus barrotes, se encerró para que comenzara con el juego que le había preparado. Tome un candado que había colgado de un pequeño gancho de la pared y lo pase por la argolla que aseguraba la puerta de la celda, cerciorándome así de que su encierro era completamente seguro y no tuviera forma de salir de la jaula. Acto seguido, me fuí hacia el sofá contorneando mis caderas provocativamente al tiempo que me llevaba dos de mis dedos a los labios y le lanzaba un prometedor beso al aire. Luego, arrodillándome sobre uno de los cojines del tresillo, con las piernas un poco entreabiertas y una pose de lo más felina con el culo un poco hacia fuera y apoyada en uno de los reposacodos, pronuncie una corta frase que casi hizo que se me volviera a desinflar el rabo:

- Alex, ya puedes salir - grite sin dejar de mirarle y pasándome la lengua por los labios - Esta todo tal como me pediste, con el cornudo en la jaula y la polla tiesa.

Mis palabras le desconcertaron por completo, pero cuando vio aparecer por la puerta que daba entrada a la habitación a un negro totalmente desnudo, portando únicamente unas oscuras gafas de sol que le tapaban los ojos, y se le quedaba observando detenidamente con cara de desprecio, entonces se sintió ridículo.

¡Joder! Ahora lo empezaba a entender todo. Aquello no era una polla. Aquello era una “botella de coca cola de dos litros”. Pensó mi novio. Paso por delante de él sin siquiera dirigirle la palabra con la larga y gruesa polla bamboleándose entre sus muslos mientras caminaba en dirección al sofá donde yo seguía arrodillada en actitud provocativa.

- Pues esta era mi fantasía, cariño - le dije desde el sofá mientras el negro se sentaba junto a mi - Yo me voy a follar una polla de primera división y tu vas a ver como lo hago, así que también es un poco una fantasía tuya. ¿Listo para el espectáculo, cielo?

Bien no podéis ni imaginaros como se quedo mi novio pero eso os lo contare mañana.

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