sábado, 10 de noviembre de 2007

Apuesta a Ciegas 1ªParte

Estoy casi segura, que de no haber sido por la calentura del momento, ni mi novio ni yo nos habríamos embarcado en semejante apuesta a ciegas.

Fue un sábado. Como tantas otras veces, habíamos quedado para comer con una pareja amiga, Ana Maria y Mario, los cuales al menos una vez al mes nos llamaban para quedar y reírnos un rato juntos mientras tomábamos un bocado. Nuestra amistad con ellos databa de años atrás, y nuestro grado de confianza con ellos había llegado a tal punto que ningún tema se consideraba tabú en nuestras conversaciones. Sin embargo, aunque pueda parecer lo contrario, y Ana Maria estaba más buena que el pan decía mi novio y de buena gana se hubiera pegado un revolcón con ella, hasta el momento, el mutuo respeto entre las dos parejas nos había mantenido sexualmente en camas separadas.


En aquella comida había corrido demasiado vino, demasiadas conversaciones picantes, demasiados chupitos, y demasiadas veces había aparecido en la conversación las palabras sexo, polvo, corrida, mamada, etc... Pero como en tantas reuniones anteriores con dicha pareja, eso había sido todo. Tras las risas e indirectas habituales cada pareja nos fuimos por nuestro lado a calmar nuestra calentura en la intimidad del hogar o donde a cada uno le apeteciera.

Mi novio y yo llegamos a casa bien pasadas las seis de la tarde, con la libido por las nubes y la cabeza dándonos vueltas a causa del alcohol.

Así que, ¿para qué andarse con rodeos? Nada mas cerrar la puerta de entrada comenzamos a quitarnos la ropa para llegar a nuestra habitación ya únicamente cubiertos por nuestras prendas interiores, que en mi caso eran mas bien minúsculas.

Siempre nos hemos tenido por una pareja bastante liberal, de los que le dan igual o más importancia a los juegos preliminares como al coito en si, y nos encanta poner a trabajar nuestra imaginación para crear morbosas situaciones e idear nuevas fantasías que impidan que la monotonía sexual se apodere de una convivencia que ya se acerca a los tres años de vivir juntos.

Mi novio se tiro boca arriba en la cama a causa del medio pedal que había cogido comiendo, y aunque todos sus pensamientos se concentraban en echarme uno de nuestros polvos mágicos, lo mas que le permitía el alcohol ingerido era que su polla adquiriese un estado de semi erección.

A mi, también me brillaban los ojos a causa de la bebida, enseguida me di cuenta de que su herramienta no estaba precisamente para tirar cohetes, pero como estaba tan deseosa como el de calmar mi calentura, rápidamente me puse manos a la obra para solucionar el problema.

- ¡Uy, uy, uy! Este muñequito aun esta medio dormido - empecé a decirle con voz mimosa mientras manoseaba su paquete por encima de los calzoncillos - Tendremos que buscar la forma de que se ponga en posición de guerra.

Con mi expresión más felina me quite el sujetador y me senté sobre él, con una pierna a cada lado de sus caderas, haciendo coincidir mi sexo con su amorcillado pene, aunque separados aun por nuestra ropa interior.

Comencé entonces a practicar uno de los juegos que más me divertían, consistente en restregar mi entrepierna por todo lo largo de su rabo hasta que mis jugos vaginales empaparan completamente mis braquitas hasta el punto de que tanto rozamiento hace que la tela se vaya metiendo por entre los pliegues de mi rajita.

A él también le encanta ese juego, disfruto al máximo sobando mis bien formadas tetas y pellizcando mis pezones provocándome suspiros entremezclados entre el dolor y el placer que me hacen levantar la vista hacia el techo y mi larga cabellera rubia cae suelta a mi espalda.

Aparte de la placentera sesión de rozamiento que nos proporcionamos mutuamente, de un tiempo a esta parte y en muchísimas ocasiones, acompañamos nuestro juego con obscenas conversaciones donde uno de los dos adopta el papel de algún conocido mutuo, simulando algún tipo de intercambio que haga crecer aun más la excitación entre nosotros.

Ni que decir tiene, que en esa tarde de sábado la pareja ideal para formar parte de nuestras fantasías era la formada por Mario y Ana Maria, ya que tanto mi novio como yo perdíamos el sueño por darnos un buen revolcón con ellos. Así, cuando yo movía mi trasero hacia delante y hacia detrás restregando mi coño contra su polla a través de nuestra ropa interior, él me iba animando a que me arrimara con mas fuerza diciéndome lo que disfrutaría si el nabo que separaba mis labios vaginales por la fuerza de la presión fuera el de Mario en vez de él. Al mismo tiempo, yo le instaba a que no dejara de magrearme las tetas, imaginando que eran los tan ansiados pezones de Ana Maria los que aplastaba entre sus dedos, y que estoy segura deben de ser tan sabrosos como los míos.

- ¡Mmmm...! Si... Esta es la polla que yo quería - le iba susurrando mientras cabalgaba sobre él, aunque me hubiera gustado estar haciéndolo encima de Mario - Gorda y dura, no como la tuya, que más que ponerme cachonda, me da pena.

A él le ponía tan caliente él echo de que yo simulara estar revolcándome con Mario, como imaginar que las tetas que se moldeaban bajo la presión de sus manos pertenecían a nuestra querida amiga Ana Maria.

- Pero que buena que estas, Ana Mari - me decía sin dejar de juguetear con mis duros pezones - Te tengo que follar por los tres agujeros en un mismo polvo.

Y así, dando plena libertad a nuestras fantasías, a los pocos minutos nos encontrábamos totalmente desnudos, con su verga totalmente tiesa y en lucha contra el alcohol por mantenerse en ese estado el mayor tiempo posible.

Al final, como ninguno de los dos estábamos en plenas facultades como para terminar echando un polvo de los que se recuerdan durante semanas, acabamos montándonos un sesenta y nueve en el que mientras yo me tragaba su polla con avidez al tiempo que le masajeaba los huevos, él me comía el coño con todas las ganas y me metía uno de sus dedos en el culo intentando proporcionarme el mayor placer posible.

Los dos experimentamos una buena corrida aquella tarde, pero no lo suficientemente placentera como para calmar la calentura acumulada durante la comida, y fue entonces, cuando recostados los dos en nuestra cama, comenzó realmente a gestarse la peculiar “infidelidad” de la que fue objeto.

Pero esto os lo contare mañana y es muy especial ya veréis.

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