domingo, 18 de noviembre de 2007

Forzados por los Moteros 2ª Parte

Bueno aquí sigue la historia con los moteros.

Viendo que ellos tenían la situación dominada, volvieron a reírse y a hablar entre ellos, de lo que nosotros no entendimos nada, y al momento, poniendo cara de traviesa, la chica volvió a dirigirse a nosotros:

- Soglo quegemos que begbaigs un pgoco.

Entonces la rubia, llevó la misma mano con la que sujetaba el enorme machete hasta mi barbilla, me hizo levantar ligeramente la cabeza, y me coloco el morro de la botella de ginebra en la boca, obligándome ha tomar un largo trago, que al menos duro diez segundos. Acto seguido, hizo lo mismo con mi novio.

Franqueados como estábamos entre la chica y el alemán joven con sus machetes, el más mayor le dijo algo a la rubia mirándome, y un segundo después sentí al rubio que estaba detrás de mí novio diciéndole al oído:

- No sgeas mgalo y pogrtate bgien.

La chica acercó nuevamente el machete a mi cara, y en un momento ví como el alemán joven obligaba a juntar sus manos en la espada, y rápidamente las sujetaba con una de las cadenas que llevaba colgadas del chaleco.

Cuando le tubo inmovilizado, fue él el que le hizo tomar otro largo trago de ginebra, esta vez de su botella, y acto seguido se coloco detrás de mi, muy cerca, rozándome el culo con su paquete y agarrándome por la cintura, paso la mano por encima de mi hombro, y volvió a meterme la botella en la boca, propinándome otro largo trago.

Mientras tanto, el alemán mas mayor, se había acercado a donde estaban las motos y las traía hacia donde estábamos nosotros. Las colocó en paralelo una de la otra, a unos dos metros de distancia entre ellas, y después saco de uno de los portaobjetos laterales unos guantes de motorista, completamente de cuero, muy gruesos y acolchados, de los que te protegen de las temperaturas mas frías, y llenos de brillantes tachuelas por todas partes.

Yo los estábamos mirando si entender lo que hacia, pensando en que quizás estaban pensando en marcharse, cuando el alemán que le había sujetado las manos a mi novio, le condujo sin violencia pero firmemente hasta el árbol más cercano frente a las dos motos. Entonces, con el trozo que había sobrado de cadena, dio un par de vueltas al tronco del árbol y volvió a fijar la cadena entre sus muñecas asegurándola con un gran candado.

Se encontraba con las manos atadas a la espalda y encadenado a un árbol, a lo que el alemán joven, le sonrió y le dio una palmadita en la cara.

Entonces ocurrió algo que ninguno de los dos esperábamos. La rubia se dirigió a una de las motos y saco otros dos pares de guantes similares a los que se había puesto el alemán más viejo. Le dio unos al rubio y con los otros en la mano se dirigió derecha a donde estaba atado mi novio al árbol, escasamente cinco metros.

- Qgue cgomiengce lga fvgiesta. - Dijo la rubia.

Directamente y sin dudarlo un segundo, se agacho ante el y agarrando el pantalón del chándal por los dos lados exteriores de sus piernas, de un fuerte tirón se los bajo hasta los tobillos, y acto seguido, hizo lo mismo con sus calzoncillos, dejándole la polla y los huevos completamente al aire.

Se quede perplejo. Miro al frente y me vio, franqueada por los otros dos alemanes y completamente anonadada, sin sujetarme pero pendientes de mi reacción, riéndose a carcajada limpia. La rubia también les miro riéndose mientras se enfundaba los guantes de motorista, y cuando los tuvo puestos, se dio la vuelta y se pegó a mí novio, hasta que su pelvis tocaba con su polla desnuda, puso sus manos en sus nalgas y las apretó con fuerza contra ella, entonces saco la lengua todo lo que pudo y la paso lascivamente por una de sus mejillas, y cuando casi había llegado a una de sus sienes me dijo:

- ¿A lgos egspagñolitos lges gusta eg cuegro?

Bien lo que le hizo la rubia a mi novio os lo contare mañana.

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