miércoles, 21 de noviembre de 2007

Forzados por los Moteros 5ª Parte

Bien aquí tenéis el final de la historia que disfrutéis con ella.

Así estuvieron un buen rato, ocupando mis tres agujeros de la manera más salvaje, con una impresionante polla fallándome la boca, ayudándose con dos manos a los lados de la cabeza que me obligaban a hundirla hasta que la nariz chocaba con la barriga del viejo. El rubio dándome por culo sin contemplaciones y metiéndome dos dedos en el coño con fuerza e impidiendo de paso que me pudiera ir hacia delante por las tremendas embestidas que recibía a mi espalda.

Además, la rubia mirándolos desde el suelo, en cuclillas y con los pantalones bajados, y haciéndose una tremenda paja totalmente espatarrada. Y por si fuera poco, mi novio, encadenado al árbol, con la polla tiesa, contemplando la escena sin perder detalle y nadie que le hiciera caso.

Cansada de actuar como mera espectadora, la rubia hizo saber a sus acompañantes que quería participar mas activamente, y no se le ocurrió otra cosa que indicar al alemán más joven que dejara de culearme para ponerse ella en su lugar.

El rubio accedió de buen grado, y la chica se situó a mi espalda reemprendiendo inmediatamente la masturbación de mi coño con la mano que antes había estado sobando los huevos de mi novio. El rubio no se lo pensó dos veces y comenzó a follarse a la rubia brutalmente por el coño, poniéndola en un estado de calentura que se transmitía a la mano que manipulaba mi coño.

Cada vez actuaban con mas ímpetu, el viejo apretaba los dientes mientras me metía toda la polla en la boca, que daba la impresión de que me ahogaba debido a las dimensiones de lo que tenia que chupar, y el rubio exhalaba un grito cada vez que ensartaba su rabo en el coño de la chica, que empezaba a dar muestras de estar a punto de correrse.

Debía de resultarle incomodo o trabajoso llegar al fondo de mi coño con sus dedos, porque en un momento dado, y con una expresión en la cara de estar fuera de sí, cogió la botella de ginebra que tenia al lado, y tras echar un ultimo trago, me metió todo el cuello de la misma en el coño.

Mientras el rubio le daba los últimos envites antes de correrse los dos, follaba mi coño salvajemente con la botella, y cuanto más cerca estaba su orgasmo, con mas fuerza me la introducía hasta que la curvatura del cristal chocaba con los labios exteriores de mi vajina.

Por suerte, esta situación duró apenas minuto y medio, que fue el tiempo que tardaron los dos alemanes más jóvenes en llegar a un intenso orgasmo, casi al mismo tiempo, que los dejó exhaustos.

Aun así, la botella permanecía en el interior de mi coño, cuando poco después un reguero de semen se deslizaba desde el borde de mis labios hacia mi barbilla, lo que indicaba que el viejo de pelo blanco había descargado toda su carga de leche en mi boca, aunque aun me mantenía sujeta por los cabellos sin darme opción a sacarme de la boca su enorme verga.

Cuando los tres estaban corridos y satisfechos, se separaron y se dispusieron a arreglarse sus ropas. Volvieron a hablar entre ellos en alemán y mirándonos alternativamente a mi y a mí novio rompieron de nuevo en carcajadas. Entonces, la rubia se le acercó y volvió a colocar el cordón de la cámara de fotos alrededor de su cuello.

Después soltaron las cadenas que me mantenían de rodillas entre las dos motos, ahora otra vez con la cabeza agachada y mirando al suelo, al verme libre, caí extendida en el suelo tal como estaba, con mi culo blanqueado por la luz de la luna, tumbada boca abajo con las manos cubriendo mi cara.

Los alemanes subieron a sus motos y el viejo maniobró hasta colocarse detrás del árbol al que habían encadenado a mi novio. Abrió el candado y arrancó velozmente seguido por sus compañeros. En pocos segundos desaparecieron de nuestra vista.

Tras unos leves movimientos consiguió que sus manos se deslizaran por la cadena suelta y quedo libre. Se dirigió rápidamente a donde estaba yo y me pregunto como estaba. Y como iba a estar. Me acababan de violar salvajemente y delante de él.

Nos arreglamos como pudimos y nos dirigimos apresuradamente a nuestra casa. Una vez allí, y sin haber comentado una sola palabra de lo sucedido, nos duchamos y nos metimos en la cama. Al día siguiente, domingo, nos levantamos y actuamos como si nada hubiera ocurrido.

Jamás hemos comentado los hechos ocurridos aquella noche con los tres moteros, y nuestra vida ha transcurrido con total normalidad desde entonces.

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