sábado, 17 de noviembre de 2007

Forzados por los Moteros 1ª Parte

Era un sábado de septiembre. Yo,y mi novio, comíamos tranquilamente en casa viendo las noticias del medio día. Casi al final del informativo, ofrecieron la noticia de que en nuestra ciudad se concentraba una gran cantidad de moteros, amantes de la legendaria Harley Davinson, que estaban acampados cerca de nuestra vivienda, en espera de una gran marcha conjunta al día siguiente por las principales calles de la ciudad.

Esta atípica acampada, estaba situada no muy lejos de donde mi novio y yo vivíamos, en los alrededores de una zona deportiva, y rodeada casi en su totalidad por una amplia zona verde, con innumerables caminos y senderos que discurren entre los árboles antes de desembocar en las primeras calles de la ciudad.

Cuando termino el reportaje, le comente a mi novio que podíamos dar un paseo hasta esa zona, a media tarde.

En aproximadamente media hora, llegamos a donde se encontraban los primeros fans, y en honor a la verdad, he de decir que la primera impresión fue aun mucho mejor que lo que esperábamos después de ver las imágenes del medio día en la tele.

Yo llevaba unos vaqueros bastante ajustados y una blusa casi transparente que dejaba ver mis pechos y mi novio iba con un chándal.

Estuvimos recorriendo la concentración de punta a punta. Vimos todo tipo de motos y todo tipo de gente. Nos fotografiamos ante impresionantes maquinas de tres ruedas, relucientes y brillantes, ataviadas con grandes banderas, generalmente de los EE.UU. o Australianas. En otros casos, dirigíamos la cámara a flamantes motocicletas con altísimos manillares, pintadas con los más llamativos colores o con verdaderas obras de arte dibujadas en sus depósitos.

El ambiente era genial. Como era de esperar, abundaban las chaquetas de cuero, los pañuelos en la cabeza, las cadenas colgadas por todas partes, pendientes diversos en las orejas, la nariz o los labios. Por todas partes sonaba música a todo volumen, siempre Heavy Metal, y todo tipo de alcohol corría de mano en mano.

El tiempo pasó volando, y cuando se hizo de noche nos dispusimos a regresar a nuestra casa. Debían de ser como las 11 cuando emprendimos el camino de vuelta, atravesando los senderos que discurren por entre las arboledas poco iluminadas que separan la zona deportiva de las primeras barriadas de la ciudad.

Llevábamos mas o menos la mitad del recorrido hecho cuando, tras bajar por unas estrechas escaleras de piedra, en un pequeño llano por donde atravesaba otro camino, nos encontramos dos grandes motos aparcadas, y no muy lejos escuchamos las voces de varias personas en un idioma que no logramos entender.

Yo me pare de golpe, temerosa de lo que nos pudiéramos encontrar en un lugar tan poco concurrido, pero mi novio me tranquilizo recordándome el buen rollo que llevaban todos los moteros que habíamos visto en la explanada, que estaban allí únicamente para celebrar su fiesta y divertirse con gente de sus mismos gustos.

Se trataba de dos hombres y una mujer, cada uno de ellos portaba una botella de licor, de las cuales ya habían dado buena cuenta y estaban en una situación que parecía el inicio de lo que más tarde se convertiría en una pequeña orgía, ya que en la primera imagen que nosotros contemplamos de ellos, vimos que uno de los hombres daba de beber a la chica directamente desde una de las botellas mientras el otro le magreaba una teta entre sonoras risas.

Los dos hombres eran muy altos. Uno de ellos era rubio, con el pelo bastante corto, vestía un pantalón de cuero negro, unas botas militares llenas de hebillas y en el torso únicamente un chaleco sin mangas desabrochado.

El otro hombre aun era mas mayor, además de ser un tiarron, con apariencia de camionero, con un pelo muy canoso, casi blanco, y bastante largo, recogido en una coleta a mitad de la espalda. También llevaba botas tipo militar, unos téjanos muy gastados y rotos en varios sitios y una camiseta ajustada de color negro, con un gran escudo de dos águilas.

La chica no era tan alta como los dos hombres, y también era mas joven tenia un buen cuerpo, también era rubia, con una melena semi rizada y despeinada que le caía algo mas abajo de los hombros, calzaba botas altas y vestía vaqueros muy usados y una camiseta blanca de tirantes muy ajustada, con una bandera en el pecho, la cual le aprisionaba unas tetas de tamaño mediano de tal forma que fácilmente se apreciaban los pezones erectos bajo la tela de la camiseta, bajo una cazadora también de cuero negra llena de adornos y cadenas como los chalecos de los hombres.

Cuando nos vieron, dijeron algo en su idioma, pienso que era alemán, y los tres rompieron a reír estrepitosamente. Entonces la chica se nos acerco unos pasos y con un muy deficiente español nos ofreció sonriente e insinuante la botella que llevaba en la mano:

- ¿Quegueis gginebgra, juapposs?

Yo le sonreí ligeramente y haciendo un gesto con la mano le indique que no, pero ella siguió acercándose hasta llegar a nuestra altura, sonriendo picaramente y pasando la lengua por su labio superior volvió a insistir:

- Vffenga, vfamos a montagr un fggiestecita, vosotgos tienes que bebegr.

Los dos hombres se habían ido acercando a la chica, y ya estaban detrás de ella, indicándonos con gestos que bebiéramos de sus botellas. Yo volví a sonreír y dándoles las gracias les repetí que no deseábamos beberl. Además, no me inspiraban mucha confianza los tres alemanes.-4-
En un instante, el hombre mas joven nos rodeo hasta ponerse detrás de nosotros, siempre con una amplia sonrisa en los labios e instándonos a coger su botella. La situación ya no me gustaba nada, y tenia deseos de salir corriendo de allí cuando la chica nos dijo en un tono ya no tan sonriente:

- Si gyo diggo que es vfiegsta, vgosotggos qugedais en vfiegsta.

En una décima de segundo, se agacho y del interior de una de sus botas saco un enorme machete. Eso nos hizo dar un paso atrás, pero enseguida nos encontramos franqueados por el alemán más joven, que ya portaba otro machete en la mano de dimensiones aun más grandes que el de la chica.

Bien lo que paso os lo contare mañana pero la verdad es que fue muy brutal ya veréis.

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