miércoles, 31 de octubre de 2007

Aventura a Cuatro Bandas 3ª parte

Cuarta Banda



Bien aqui teneis la tercera entrega de este fantastico releta espero que os siga gustando.

Por la respiración, lenta y pausada de Mónica, supe que se había quedado dormida. El pelo rizado caía en pequeños bucles sobre su cara, carita que me pareció angelical en ese momento.

Estaba tumbada de lado, aún abrazada a ella, cuando noté por mi cuerpo una mano que se movía suavemente, acariciando mis piernas. Solté con suavidad a Mónica, procurando no despertarla, y me di la vuelta. Allí estaba Oscar, acariciando mi cuerpo, pero sin intenciones sexuales, ya que su pene estaba totalmente en reposo. Me hizo gracia ver aquella polla tan pequeñita. Más abajo observé sus cojones algo enrojecidos, sin duda debido al "trabajo" que habían realizado. Sonreí, bese ligeramente sus labios y le hice gestos para que nos apartásemos de Mónica, que seguía durmiendo. Un minuto después Luís se reunió con nosotros, en un extremo de aquella gran colchoneta. Acercó nuestros vasos y, tras brindar en silencio (supongo que brindábamos por el placer), bebimos.

Después de varios tragos y, como por arte de magia, los tres miramos a Mónica. Su cuerpo menudo estaba tumbado boca arriba y continuaba respirando con lentitud. Los tres estábamos contemplando aquel cuerpo fascinante. Sus pechos se movían suavemente con su respiración. Sus pezones, rosados y no muy grandes, estaban totalmente relajados. Sus labios carnosos se hallaban ligeramente abiertos. El abundante pelo que cubría su coño parecía perfectamente peinado, como si ella no hubiese hecho nada aquella tarde. Sus nalgas se clavaban ligeramente contra la colchoneta, mientras que su piel, algo más morena que la mía, brillaba bajo la luz de los fluorescentes.

- ¿Qué os parece mi amiga? - pregunté en tono burlón a los dos chicos.

- Una verdadera preciosidad - respondió Oscar. Además pensé que era una chica muy recatada, pero ahora ya veo que estaba equivocado.

Hablábamos en un tono muy bajo, para que ella no despertase, porque lo cierto es que nos encantaba observarla. Desnuda y dormida parecía un ángel, un verdadero ángel del placer. Vimos que movía el brazo derecho y se llevó el pulgar a la boca, chupándolo mientras dormía. En ese momento parecía una niña con chupete y observé que los tres empezábamos a excitarnos de nuevo.

Yo notaba calorcito y humedad en mi insaciable coño. Respecto a los chicos vi que sus pollas empezaban a crecer poco a poco, hasta que volvieron a estar de nuevo duras y erectas. Cogí una con cada mano y las meneé con suavidad, deleitándome en la suavidad de sus pieles y en la dureza de aquellos órganos. Oscar y Luís se lanzaron sobre mí, agarrándome las tetas, y deslizando sus lenguas sobre mi cuerpo. Me costó algo contener sus envites, pero pararon cuando les dije:

- No la despertéis. Se me ha ocurrido que después podemos darla un dulce despertar entre los tres.

- De acuerdo - contestó Oscar -, pero primero vamos a entrar un poco en calor contigo, preciosa.

Acepté entre la resignación y la excitación. Bajamos de la colchoneta al suelo y allí sentí un auténtico aluvión de caricias, mordiscos y lametones. Gemí en silencio, ya que estaba decidida a no despertar a Mónica.

Les mandé sentarse en el suelo y arrodillada ante ellos fui chupando sus pollas alternativamente, mientras sujetaba una con cada mano. La de Oscar, que se hallaba en mi mano derecha, destacaba por su enorme capullo y por su anchura. La chupé con fuerza, apretando la punta con mis labios, mientras él respiraba hondo, pero sin emitir ningún ruido.

Con la mano izquierda meneaba la polla de Luís, cogiéndola casi donde empezaban sus cojones. La mamada que le estaba dando a Oscar hizo que él suspirase varias veces y me regaló una de aquellas gotitas de semen que tanto me gustaban. Cambié a la otra polla (era un lujo poder elegir) y pasé la lengua por su capullo. El capullo de Luís era más pequeño que el de Oscar, pero igual de apetecible. Introduje la punta de la lengua por el agujerito de su punta y noté que su cuerpo temblaba. Con la mano derecha seguía meneando la polla de Oscar.

Era fantástico poder proporcionar placer a dos chicos a la vez. Cuando cambié, para volver de nuevo a chupar el miembro de Oscar, vi que Luís se levantaba, hasta llegar a colocarse detrás de mí. Seguí chupando mientras notaba que sus manos separaban mis rodillas. Reconozco que tuve que dejar de chupar cuando la polla de Luís me penetró en un solo movimiento. Me puse recta y alcé la cabeza, quedando la polla de Oscar fuera del alcance de mi boca.

Cada envite de Luís era delicioso: clavaba su polla hasta el fondo de mi coño y la sacaba lentamente, provocándome unos roces increíbles. Oscar, ávido de placer, se colocó de pie delante de mí y me ofreció su pene, oferta que, evidentemente, acepté de buen grado. Mi respiración se aceleró cuando me llevé a la boca su polla caliente. Acompasé mis movimientos a los envites del que me la metía por detrás: cuando su polla llegaba hasta el fondo de mi sexo caliente, adelantaba la cabeza introduciéndome hasta casi la garganta el miembro de Oscar.

Era fascinante la sensación que me proporcionaban aquellas dos pollas erectas, entrando en los recovecos internos de mi cuerpo cachondo. Decidieron cambiar los papeles. Oscar me hizo tumbar sobre el plinto, (es un taburete para realizar saltos) con tan buena suerte para mí que el coño quedó exactamente a la altura de su pene. Así de pie me la metió sin tregua, mientras yo tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no gemir ni gritar.

Giré el cuello hacia la derecha y pude ver el precioso cuerpo de Mónica, que seguía yaciendo dormida en el medio de la colchoneta grande. Cuando volví la cabeza a la izquierda encontré la polla de Luís y de inmediato la introduje en la boca. Oscar me follaba de maravilla. Sus movimientos eran precisos y pausados, tanto al meterla como al sacarla. Su dedo pulgar, además, hacía verdaderas maravillas sobre mi clítoris.

Luís, por su parte, metía y sacaba su polla de mi boca, mientras yo lamía alguna gota que manaba de su punta. Por si esto fuera poco me llevé las manos a las tetas y empecé a pellizcarme los pezones. Noté un terremoto en mi interior, atraje a Oscar con las piernas para que me la clavara del todo, metí la polla de Luís totalmente en mi boca y me pellizqué los pezones con fuerza.

El orgasmo sacudió mi cuerpo, y aunque yo ni grité ni gemí, ellos se dieron perfecta cuenta de lo que me pasaba. Disfruté unos instantes de aquel éxtasis de placer y después dejé caer mis brazos inertes a ambos lados del plinto. Los chicos besaron con cuidado mis labios y mis mejillas y, en voz muy baja, Luís dijo:

- ¿Ha disfrutado nuestra zorrita?

- Por supuesto que he disfrutado. Ha sido increíble - contesté con un hilo de voz.

- ¿Qué te parece si ahora nos ocupamos de tu amiga? - añadió Oscar.

- Quiero que la folléis y que hagáis que esa preciosa putilla grite de placer - respondí.

- Por supuesto que gritará. Se la vamos meter hasta que se muera de gusto - dijo Luis en voz baja, dando por terminada aquella conversación.

Tumbada en el plinto (se estaba así bastante cómoda, por cierto) pude ver como ambos se acercaban sigilosamente hasta donde Mónica yacía dormida. Sus pollas seguían estando tiesas y resultaba evidente con quien se iban a desfogar.

Con mucho cuidado se tumbaron uno a cada lado del cuerpo desnudo de mi amiga. Embriagada de placer me senté a orcajadas en el plinto, a fin de tener una perfecta visión de todo lo que allí iba a suceder.

Alguno de los chicos había dejado allí una cajetilla de Lucky, por lo que encendí un cigarro, aspiré profundamente el humo y me dispuse a disfrutar del espectáculo que se avecinaba, pensando en el placentero despertar que ella iba a tener en unos instantes.

Los chicos empezaron acariciando sus brazos, piernas y estómago. Ella seguía dormida, pero se estiró y emitió una especie de gemido. Ellos siguieron con su labor y las caricias se extendieron ahora a sus tetas y al vello puvico.

Cogí un vaso que había cerca (no se si era el mío, pero eso no importaba), bebí y, tras sentir el calor del alcohol en mi cuerpo, me acomodé. Mónica, que no sospechaba lo que se la venía encima, abrió ligeramente los ojos cuando notó las puntas de dos lenguas vibrar en sus pezones.

Aún medio dormida solo pudo emitir un sonido: Ahhhhhh.

Ellos chuparon sus pezones con más fuerza y ella preguntó:

- ¿Qué es esto? ¿Dónde está Menchi? - dijo mientras el sueño empezaba a desaparecer de su cara.

- Esto es que te vamos a follar viva, putita - respondió Luís, agarrando con su mano el coño de ella.

- No te preocupes por tu amiga - añadió Oscar -, que nos la acabamos de follar hace un momento y, por lo visto, ha quedado la mar de satisfecha.

En ese momento intervine yo y dije desde lo alto del plinto: - Relájate y disfruta preciosa. Ya verás lo bien que te lo vas a pasar con esas dos pollas para ti sola.

- Ummm.... Sí, voy a disfrutar, quiero que me deis placer - dijo Mónica, que ya empezaba a notar los efectos del sobe que la estaban administrando nuestros dos amigos.

Arqueó el cuerpo y agarró la polla de Oscar, mientras Luís comía vorazmente su atractivo conejo. Ella giraba su cuerpo hacia los lados, rotando un poco sus caderas, mientras una lengua hábil y rápida recorría sus partes íntimas. Meneaba con avidez la polla del otro y recibía con deleite sus pellizquitos en los pezones. Mónica estaba fuera de sí. Se incorporó sobre un codo y con la otra mano acercó a su boca la polla de Oscar, empezando a mamársela. Por lo visto ella quería que la follasen, por lo que no tuvo reparo en decir:

- ¡Folladme! ¡Quiero que me jodais como a una perra! Soy muy putita, sabéis.

Resultaba precioso poder ver aquel espectáculo desde mi tribuna privilegiada. Mónica, de aspecto recatado habitualmente, estaba tan cachonda que parecía fuera de sí. Se sentó sobre el miembro erecto de Oscar, ofreciendo sus nalgas a Luís, el cual no perdió el tiempo. Mojó con saliva el dedo índice, lo aplicó en el ano de ella y se preparó para penetrarla.

Mónica se clavó sobre la polla de Oscar y en ese momento sintió el pene de Luís que forzaba su ojete.

- ¡Ay, que daño! - gritó -. Pero no pares, por favor, sigue enculándome.

- Por supuesto que te voy a encular, zorra - dijo Luís, azotando una de sus nalgas.

- ¿Te gusta como te follamos? ¿Te gusta? - preguntó Oscar, debajo de ella.

- Sí me gusta, ¡ay, que placer! - fue la respuesta de ella -. Seguid, por favor, no paréis.

Ellos siguieron metiendo y sacando. Pude ver que Luís, tras varios mete-saca de tanteo, había logrado introducir en su ano la totalidad de su miembro, por lo que sus hinchados cojones rozaban las nalgas de ella.

Entre tanto Oscar subía y bajaba sus caderas, metiendo su polla hasta el fondo del coño de la chica. La besó en la boca y pellizcó sus pezones tiesos. Mónica ya no podía hablar. De su boca abierta ya no salían más que unos sonidos ininteligibles. Sus ojos estaban en blanco y las aletas de su nariz se dilataban al respirar. Chilló cuando la polla de Luis penetró de nuevo hasta el fondo de su culo. Al cabo de un minuto no tardo en reconocer su “derrota” y expresó su orgasmo a gritos. Acto seguido se derrumbó por completo y cayó como muerta sobre la colchoneta. Los chicos quedaron algo extrañados por esa reacción, pero se tranquilizaron cuando vieron sus ojos abiertos y su boca sonriente:

- Ha sido impresionante. Nunca pensé que se pudiera sentir tanto placer - confesó ella.

Pero nuestros amigos aún no habían terminado, y eso no me parecía justo, más aún cuando la tremenda follada y el orgasmo de Mónica me habían vuelto a excitar. Hice señas a Oscar para que se acercase al borde del plinto en el que yo estaba sentada. Me ayudó a bajar de aquel placentero instrumento y puso sus manos sobre mis hombros, incitándome a que me agachase. Así lo hice. Me puse de rodillas y empecé a chupar su polla, que aún seguía sin correrse. Al mismo tiempo Mónica se incorporó, se inclinó sobre el cuerpo de Luís, cuya polla apuntaba hacia el techo, y comenzó a chupársela con fuerza. Yo por mi parte tampoco perdí el tiempo y, con su capullo en mi boca, le cascaba una paja con la mano, acariciando de vez en cuando sus cojones.

Cuando los chicos estaban ya próximos a correrse, nos tumbaron juntas en la colchoneta, se arrodillaron cada uno al lado de nuestra cara y siguieron meneando sus pollas, mientras mi amiga y yo esperábamos con los ojos medio cerrados, la boca abierta y la lengua ligeramente sacada. No tuvimos que esperar demasiado y sus gemidos, cada vez más acelerados indicaban la cercanía de sus orgasmos.

- Ah, ah, ah, ya ¡me voy a correr! - dijo Oscar en ese preciso momento.

Se corrieron casi al mismo tiempo, apuntando hacia nuestro labios abiertos. Sentí el calor de su semen, abundante y pringoso, en ellos. Supongo que Mónica debió notar algo parecido, porque exclamó:

- Ummmm, que semen tan delicioso. ¡Qué rico está! Me gusta sentirlo en mi boca. Pude oír claramente el ruido de su boca saboreando la corrida de Luís.

Entonces Oscar, que también se estaba corriendo, dijo:

- Toma mi lechecita. A que te gusta ¿eh?, putita.

- Sí, sí. Me gusta mucho - respondí, tratando de no atragantarme -, me excita. ¡Qué rico está tu semen!.

Saboreé aquel manjar por toda mi boca y lo tragué con deleite. Mónica y yo nos dimos un verdadero festín de semen calentito. Chupamos hasta que sus miembros dejaron de gotear. Mi amiga tenía los labios cubiertos del semen de Luís y alguna gota resbalaba por su barbilla. Mientras nos relamíamos de gusto nuestros ojos se encontraron y las dos sonreímos. Estuvimos un rato así tumbadas, medio abrazadas, mirándonos y lamiendo alguna gota de semen que aún quedaba en nuestros labios.

Mañana os contare el final espero que lo leais.

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