martes, 25 de diciembre de 2007

En La Sala 2ª Parte

Aquí os sigo contando la os sigo contando como fue con mi amiga.

La verdad es que la envidiaba un poco, o quizá bastante, por su vida libre. Ella me propuso salir más de una vez pero yo no quise ir más allá del bar de la esquina.

- Vamos, diviértete. Tú sabes que él no tiene razón. No dejes que decida lo que puedes o no hacer - me decía, y tenía toda la razón.

- Para ti es fácil decirlo, que no tienes que dar explicaciones a nadie. Ya verás cuando tengas pareja y él tenga celos.

- Eso no me ocurrirá - me respondió muy seria.

Luego calló, como dudando lo que me iba a decir.

- Mira, existen muchas más posibilidades de las que tú te crees. Hazme caso: lo he descubierto con la experiencia de estos años. ¿De qué me estaba hablando? ¿Con qué iba a sorprenderme ahora?, me preguntaba yo.

- Perdona, no entiendo a qué te refieres.

- Es que a una mujer tan guapa como tú le sería fácil encontrar pareja, buscar sensaciones nuevas...

- Imposible. Me conozco bien y sé que no sería capaz de engañar a Carlos con otro hombre.

- Es que yo no estaba pensando en otro hombre... - añadió, acercando su cara a la mía. Noté su voz apagándose en la boca que me acariciaba con su aliento. Nunca habría imaginado que pudiera pasar algo así pero el brillo de sus ojos no invitaba al error. Aunque ella fuera una mujer, yo reconocí ese brillo.

- No entiendo - le mentí, sofocada, casi sin poder hablar.

- A ver si entiendes esto... Y me besó.

Sus labios tocaron los míos y cerré los ojos por puro reflejo, sorprendida por un terrible cosquilleo desde los labios hasta la garganta... Me sujetaba los hombros con suavidad y estuve a punto de dejarme llevar y envolver por su abrazo, pero sentí su mano sobre mis pechos y luego en mi pantalón y desperté... Abrí los ojos y vi las largas y negras pestañas de los suyos y recordé que era una mujer. Aquello no podía estar pasando. Me eché atrás, asustada, y me levanté. Rápidamente fui a la percha a por mi abrigo.

- Tengo que irme - le dije, nerviosa y sin atreverme a mirarla.

- Perdona, no quería ser brusca. Pero hazme caso: existen muchas sensaciones que no conoces. Debes abrirte. Yo te considero una mujer muy atractiva.

- Carlos es mi marido y yo siempre le seré fiel.

- Pero el beso te ha gustado, ¿verdad?

Su seguridad me enojaba y me limité a despedirme con un frío buenas noches y me marché. Estaba alucinada con lo que había ocurrido y muy molesta con ella. No entendía que Carlos era mi marido y que yo le quería, pese a todas sus tonterías; y había estado a punto de traicionarle de la forma más increíble... Bueno, tampoco le había traicionado porque era ella la que me había besado a mí. ¿Me había gustado el beso? Pues claro que no, aunque reconocí que sabía besar... ¡Pero qué estaba pensando! Llegué a casa muy alterada y esforzándome por parecer tranquila.


Ni que decir que dejé de visitarla desde ese día. Ahora entendía a qué misteriosas experiencias nuevas se refería y qué quería decir con eso de que había algo mejor que los hombres. ¿Sería mejor? Más tonterías que pensaba. Lo que tenía muy claro es que no la iba a perdonar y que no volveríamos a vernos después de lo que había pretendido hacer.

También es verdad, quisiera reconocerlo o no, que temía lo que pudiera ocurrir si volvía a visitarla. Una tarde, al volver del trabajo, encontré a mi marido muy sonriente y esperándome. - Arréglate, cariño, salimos esta noche.

- ¡Vaya sorpresa, me encanta! ¿Y adónde vas a llevarme?

- Es que mira - empezó a decirme, con tono muy serio - He notado que últimamente has dejado de visitar a tu amiga y he hablado con ella esta tarde. No me lo ha dicho pero sé que habéis dejado de veros por mi culpa y eso no me gusta. Me he portado muy mal contigo y quisiera que hubiera confianza entre nosotros. Para compensarte, le he dicho que quedáramos los tres para conocernos mejor ella y yo, y me ha propuesto salir a tomar algo.

Bien mañana os cuento que tal fue la reunión de los tres.

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