viernes, 14 de diciembre de 2007

Amor de Verano 3ª Parte

Así es como termino nuestra escapada de los demás amigos fue maravillosa.

Subimos la escalerilla de la playa y nos dirigimos al aparcamiento. Nos montamos en el coche y nos pusimos en marcha en dirección contraria al pueblo. Mientras Silvia conducía me metía su mano entre mis piernas para que no me enfriara. ¡Para enfriarme estaba yo! Tenía unas ganas de meterme en harina con ella que me cegaban. Sabía que lo que iba a hacer no era lo que se correspondía a mí, pero me daba igual, ya me arrepentiría mañana, si es que me arrepentía. Llegamos a una playa muy larga y abierta, mucho mas iluminada que donde estuvimos. Bajamos del coche y Silvia me dijo:

- Conozco un rinconcito que te va a encantar. El rincón se encontraba escondido entre las rocas y era bañado por las olas. En él había una roca muy diferente a las otras, de textura lisa y suave, en una especie de forma ovalada. Silvia me hizo sentarme sobre ella. Ella se puso en cuclillas al borde de la roca, abrió mis piernas y apartándome el tanga, introdujo su cara hasta que sus labios besaron mi vagina. Entonces sacó su lengua y me la pasó repetidamente sobre mi clítoris pasando luego a introducirla a pequeños golpecitos en mi vagina. Tras un ratito moviéndose ágilmente con su lengua sobre mi sexo, levantó su cara hacia mí y sonriendo me dijo:

- Traes tu conejito muy bien depilado. Se ve que hoy contabas con que alguien te viese. Ciertamente, así era, pero nunca calculé que fuese ella quien lo disfrutase. En cambio, allí estaba bebiéndose hasta la última gota de mi fluido mientras yo no paraba de pensar que era la primera vez que alguien metía su boca en la parte más intima de mi cuerpo. Poco pude aguantar aquel placer sin llegar a un orgasmo brutal que me hizo soltar unos grititos contenidos por miedo a ser descubiertas. Silvia parecía encontrarse en su salsa y lejos de detenerse, comenzó a bajarme la faldita y el tanga, continuando luego por la camiseta una vez incorporada, lo que aproveché yo para quitarle también la suya. Así fue como me dejó totalmente desnuda mientras ella se quedaba solo con su falda, que pasó a quitársela con rapidez.

Por fin la tenia desnuda delante de mí. Su cuerpo era aun más bonito de lo que podía haber vislumbrado la primera vez que me fijé en ella. Sus pechos eran redonditos y grandes respecto a la complexión de su cuerpo. Sobre todo me agradaron sus pezoncitos, de un color marrón clarito muy largos y abultados. Su silueta era suave y no muy contorneada, pero con una sensualidad increíble. Su piel brillante y de apariencia suave tenía una tonalidad ganada al sol ya que se veía que originalmente debía ser muy blanca. Tal vez él encontrarnos solo con la iluminación de la luna la hacia más oscura ya que yo misma me veía la piel diferente. Su vello puvico era una simple tirita rasurada de un color casi pelirrojo por donde asomaba en su parte inferior unos labios vaginales abultados. Sus piernas, largas y delgadas, acababan de completar el cuerpo de una chica que debía ser un caramelo para los chicos, pero que suponía habían descubierto ya varias chicas.

Ella se abalanzó sobre mí y comenzó a chuparme los pezones, a estirarlos y contornearlos con su lengua mientras no dejaba de introducir sus dedos en mi vajina, siguiendo con mi placer hasta que, de pronto, uno de sus dedos bajó por el canal que describen mis piernas hacia el ano. Allí comenzó a acariciarlo suavemente en pequeños circulitos que me estaban dando un placer extra hasta que sin mediar palabra, introdujo lentamente uno de ellos suavemente. Al principio no me gustaba, sentía un pequeño dolor y molestia, además de asco por el mismo hecho, pero poco a poco me comenzó a agradar. Silvia no se detenía en su escalada para que yo conociese el placer lésbico y fue introduciéndome un segundo dedito. Yo, a esas alturas estaba a punto de reventar, viéndome devorada por ella, que se encontraba sobre mí, sin haber dejado de mamar mi pecho en ningún momento y fue así como no tardé en explotar exteriorizando un orgasmo aun más fuerte y sonoro. Ante mi mirada atónita, tras ese orgasmo, Silvia cogió de improviso mis tobillos, tirando de ellos hacia arriba y haciendo que mi culito quedase orientado a ella. Me abrió a tope mis extremidades y con gran rapidez se lanzó con su lengua a la entrada de mi ano. Me lamió todo el contorno e incluso introducía su lengua a pequeños golpecitos en él. Jamás pensé que podría llegar a vivir aquella situación tan brutal, pero lo cierto es que jamás disfrute hasta el punto de sentirme derretir.

Tras unos minutos jugando con la entrada prohibida de mi culito, subió su cara de nuevo a mi vagina, donde me obsequió con unas buenas lamidas. Silvia, tras haber explorado totalmente mis interioridades se colocaron sobre mí y acercó sus labios a los míos. En una situación de cordura, jamás le daría un beso a una persona que me hubiese recorrido mis partes más sexuales, pero como aquella no era una situación normal y yo estaba calentísima, nos fundimos en un largo beso, mezclando nuestras salivas y, por que no decirlo, otro tipo de sustancias de mi pertenencia. Tras el largo beso que nos fundió en una sola, decidí que era mi turno para darle al menos, una parte del placer con el que ella me había regalado. Gracias a ella, había aprendido a hacer los juegos más adecuados para hacer pasar un buen rato a otra chica.

Coloqué a Silvia sobre la roca que hacía las veces de cama. Abrí sus piernas y no sin cierto reparo, introduje mi cara entre sus piernas, quedando a un par de centímetros de su vajina. Saqué mi lengua y comencé a lamerle sus labios vaginales. He de reconocer que el sabor de sus fluidos no me gustó, aunque no podría describirlos comparándolo con otro tipo de sabor. Tal vez podría tildarlos de salado, por decir algo. En un primer momento, mi lengua se retrajo algo ante este nuevo sabor, pero tras sentir a Silvia retorcerse y emitir pequeños gemiditos, me abandoné a servirle todo el placer posible, cosa que ella tomó con avidez, sobre todo cuando me agarró de la cabeza para hundírmela contra su sexo. No tardó ni un minuto en tener un buen orgasmo, que exteriorizó con extremado escándalo, lo que hizo que me sintiera por un momento, preocupada de que alguien se percatase. Seguí lamiendo y bajando por el canal de su entrepierna hasta su culito. Allí le hice, con mala gana pero con un sentido de la responsabilidad por lo que ella me había hecho, todo lo que había aprendido, pero con una varianza. Mientras alternaba los lametones a su anito con la introducción de un par de deditos en él, introducía los dedos de mí otra mano hasta el fondo de su vajina. ¡Cómo se retorcía la muy bruja! Su espalda era traspasada por infinitos espasmos, que hacían elevar su pelvis en ocasiones un par de palmos de la roca donde reposaba.

Mañana os termino de contar esta experiencia tan bonita.

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