jueves, 13 de diciembre de 2007

Amor de Verano 2ª Parte

Aquí sigo contando mi salida con Silvia y sus amigos.

A las siete en punto, me encontraba llamando a la puerta de Silvia. No tardó nada en salir y la chica que vi me contrastó con la que me había encontrado a primera hora de la tarde. Entonces estaba con ropa de faena, zapatillas y el pelo y la cara sin arreglar. Ahora estaba lista para salir, con una camisetita ajustada de color fucsia y una minifalda de lino de color blanco que me encantaba para mí... Su pelo, rizado de un color castaño cercano al pelirrojo, se encontraba recogido en la zona superior de su cabeza. Sin duda Silvia debía ser una chica que no tendría problemas a la hora de triunfar con los chicos. Era alta, con largas piernas quizás demasiado finas, por darle algún defecto. Un bonito pecho, quizás llamativo en su cuerpo, porque aunque no pasaría de una talla noventa y cinco, contrastaba con la delgadez de su tronco.

La noche fue fantástica, porque el grupo me acogió increíblemente bien, haciéndome sentir feliz por fin en aquellas vacaciones. El grupo era muy variopinto, formado por gente del pueblo y turistas como yo que pasaban las vacaciones allí. Había muchas parejas, la mayor parte de las cuales estaba formada entre gentes del pueblo y de fuera. Incluso había parejas que llevaban varios años juntas, viéndose nada más que en el periodo estival. Por mi parte, además de divertirme mucho con todos ellos, conocí a un chico llamado Alberto, con el que después de un par de copitas, no tuve problema en enrollarme, aunque sin permitirle llevarme a una calita que me decía que conocía y en la que estaríamos “muy a gusto”. Si la cosa iba bien, eso se lo permitiría en un par de días más, pero no me gusta darme a un chico sin más, antes de conocer un poco su situación. No es la primera vez que me lío con alguno demasiado pronto y luego resulta tener una pareja que me acaba dando quebraderos de cabeza.

Así pues, tras quedar con todos para el día siguiente, que sería el día grande de las fiestas, me dirigí con Silvia a la pensión. Fui contándole detalles sobre mi “ligue” y nos reímos un montón. La verdad es que Silvia era una chica fantástica muy alegre y graciosa con ese acento cantarín que tienen los gallegos. Me daba la impresión que seríamos muy buenas amigas. Al llegar a la pensión nos quedamos un ratito hablando en el portal sobre como era mi vida en la ciudad a la que pertenezco. Que tal era el pueblo por el periodo invernal e incluso cotilleos sobre algunos de los que conocí en su grupito. Era ya tarde, casi las seis de la mañana, y comenzaba a aclarar el cielo. Por la calle solo quedaban los restos de la movida nocturna y los gatos en busca de algo que comer. Nos pusimos en dirección a nuestras habitaciones, despidiéndonos hasta el día siguiente.

La tarde del domingo no llegó rápido, porque estuve acostada hasta las tres. Comí algo y me preparé para salir. En previsión de volver a ver a Alberto y ante la posibilidad de darle un pasito mas en su avance, me puse un tanguita blanco muy sexy, una faldita de lino parecida a la de Silvia del día anterior y una camiseta negra de tirante ancho sin mangas que cruzaba en mi escote dejando ver el canal de mi pecho, exagerado gracias a un sujetador que lo ensalzaba.

Volví a llamar a Silvia a su puerta a eso de las cinco y nos encaminamos juntas al punto de reunión del grupo. Una vez allí, todos reunidos, nos recorrimos unos cuantos pubs y bares pero en ninguno de ellos Alberto me miró. Creo que yo no hice tampoco mucho por el encuentro. Es la típica timidez del día después. Llegó la noche, y tras cenar en la misma hamburguesería del día anterior, no fuimos a los coches y nos dirigimos a una pequeña playa a las afueras del pueblo para ver los fuegos artificiales que daban el punto culminante a las fiestas. Hacíamos esto, porque los que ya conocían la situación en años anteriores, nos dijeron que el pueblo y la playa de este se llenaban hasta la bandera de gente y era muy incomodo estar. En cambio, en esa playita, no estaba nadie y se veían estupendamente, además de poder tomarse la bebida que habíamos comprado previamente en el supermercado tranquilamente. El problema estaba en que al estar fuera de la villa, no tenía luz alguna, por lo que alguno de los que iba con nosotros, se pegó un par de tortas a causa de la falta de visión, las dunas de la arena y por supuesto, el alcohol.

Comenzaron los fuegos, yo me senté al lado de Silvia. Mi sorpresa vino cuando me percaté que Alberto se había puesto detrás de nosotras, con las rodillas abrazando mi trasero. Lo supe más por su voz y perfume que por verlo, ya que solo veía una silueta recortada contra el cielo. Me encantaba sentirlo cerca de mí y más aún cuando sentí su mano tocarme la pierna que tenia cruzada con la otra. Permaneció así unos minutos mientras que yo miraba el cielo disfrutando del espectáculo. De pronto, su mano empezó a recorrer la parte superior de mi pierna ya por debajo de mi falda. Me dejé hacer disimulando para que Silvia no se diese cuenta. La mano llegó a su objetivo y con un movimiento rápido, apartó la tela de mi tanguita y comenzó a acariciar mi clítoris suavemente. Le empapé la mano porque yo ya estaba muy mojadita antes de que siquiera me deslizase la mano bajo la falda. Mi excitación comenzó a subir gradualmente y comencé a pasarlo mal para disimular mi placer, pero por otro lado, estaba contrariada por la posición que tomaba su mano ya que en la postura que se encontraba Alberto, era muy rara y casi imposible aunque seguí disfrutando cada vez más.

De pronto, cesaron los fuegos artificiales a baja altura. Comenzaron los más altos en el cielo iluminando toda la zona y a la vez, Alberto apartó su mano no pudiendo verle la postura que tenia para estar metiéndome mano. Yo le mire en una sonrisa complacida y él me contestó con una tímida sonrisa de sorpresa. Tal fue su cara que mi extrañeza se acrecentó más. ¿Cómo podía ser que llevase mas de cinco minutos con su mano acariciando mi sexo y en cambio estuviese con una cara como de estar en las nubes?. Durante el tiempo que duraron los fuegos mas altos, Alberto permaneció quieto, pero nada mas volver a los artificios de agua, volvió su mano al interior de mi falda, volviendo a meter sus dedos entre mis labios, pero tras unos segundos sobándolos, pasó a introducirlos en mi vajina lo que me hizo multiplicar mi placer exponencialmente. Hasta ahí todo iba genial. Yo, con Alberto, al borde de un buen orgasmo rodeada de gente, lo que aumentaba mi excitación... Pero entonces, fue cuando la situación giró rotundamente. Mientras Alberto recorría mi interior vi como este se levantaba y decía que iba en busca de más bebida mientras su mano seguía bajo mi falda. ¡No era Alberto!. Miré hacia atrás y a los lados. ¡Solo podía ser Silvia! Sin duda era ella. No había retirado su mano porque no se debía haber dado cuenta que Alberto se había incorporado y ella seguía dándome placer. A esas alturas, con el calentón que me rodeaba, no pude hacer más que tomarle el brazo y decirle en voz baja que se detuviera, ya que nos podían descubrir si no lo habían hecho ya. Silvia apartó la mano de mí y me dijo al oído:

- ¿Te apetece ir a dar una vuelta?

- Debía de estar loca, pero acepte. Nunca pensé que me lo llegaría a montar con otra chica, pero en aquel momento, mi cuerpo era fuego y ningún chico podría apagármelo, solo ella. Nos incorporamos y me dijo:

- No digas nada, solo vamos. Los demás o están en otros lados montándoselo o borrachos. No se darán cuenta de nuestra ausencia.

Hasta aquí por hoy mañana os cuento como fue nuestra escapada.

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