sábado, 15 de diciembre de 2007

Amor de Verano 4ª Parte

Aquí el final de mi experiencia tan bonita.

Tras otro brutal y escandaloso orgasmo, las dos nos tumbamos rendidas sobre la roca, abrazadas, besándonos y mezclando nuestro sudor caliente. Silvia, que aun tenía la respiración acelerada, no tardó en incorporarse y recogió su bolso del suelo. Introdujo su mano en él y sacó un pequeño frasquito y acto seguido, un plátano. Mi mente calenturienta, imaginaba lo que Silvia estaba pensando y me apetecía muchísimo, por lo que elevé mi pelvis abriendo las piernas para recibir lo que mi amante quisiera darme. Así fue, ya que Silvia, tras embadurnar el plátano con el líquido viscoso que contenía el frasquito que había extraído de su bolso, lo acercó a la entrada de mi vajina, introduciéndomelo poco a poco, me encantaba y se lo hice saber, con una sonrisa y tomándola por la nuca para atraerla hacia mi y besarla. Silvia se las sabía todas y no mantenía un ritmo constante en la introducción, sino que alternaba un vaivén suave que me relajaba y agradaba, con uno mas fuerte y rápido que me ponía al máximo. No paró hasta hacerse con mi orgasmo.

A esas alturas, me disponía ha coger el relevo de Silvia, cuando ella me ordenó ponerme sobre la roca de rodillas. La obedecí, pues sabia que todo lo que se le ocurriese, sería en pos de conseguir mas placer para mí. Ella me ordenó no mirar y tras unos interminables segundos, sentí aquel plátano en la entrada de mi ano. Sentí angustia por la situación, no quería ser penetrada de tal modo, pero me sentía clavada a la roca por las manos y las rodillas. Mi amante, comenzó la introducción muy suavemente, aunque eso no evitó un gran dolor en los primeros minutos que aguanté estoicamente apretando los dientes. Incluso sentí un hilillo de líquido que recorría el canal de mi vajina proveniente de mi trasero, tras comprobar pasando mi mano por el de que se trataba, constaté que era sangre, pero eso no me impidió seguir aguantando, porque presentía que tras ese sufrimiento había de encontrarse un inmenso e irrepetible placer. Así fue. Una vez introducido por completo toda aquella fruta y tras acomodarme a la situación de ser ensartada por detrás, comencé a pedirle a Silvia más vivacidad con la mano. Ella no me desobedeció y comenzó con un continuo mete-saca rotando el plátano en mi interior, lo que hizo que el ano se dilatase a tope. Fue ahí donde experimente un placer prolongado y extasiante que jamás volví a sentir con una penetración vaginal. Así pues, tras una explosión final, me quedé tumbada, agotada y empapada de sudor mientras ella sacaba poco a poco el platanito que me había hecho enloquecer. Sabía que era el momento de tomar yo la dirección de la fiesta y me dirigí a coger de su mano el improvisado pene que Silvia había preparado, pero ella apartó su mano y tras un pequeño beso me dijo:

- Cariño, estas rendida, preferiría algo más ligero y en el que estuviésemos más unidas.

Asentí con la cabeza y ella me ordenó colocarme sobre la roca, abrió mis piernas y coloco su vagina contra la mía. Comenzó a frotarse contra mí en un movimiento extenuante que nos hizo tener nuestro primer orgasmo conjunto que puso el colofón a los momentos más sexuales de nuestro encuentro. Nos quedamos juntas, abrazadas y besándonos mientras los primeros rayos del sol del amanecer nos incitaban a vestirnos y marcharnos.

Aquel encuentro quedó grabado en mi a fuego y, aunque tengo novio desde hace dos años y le quiero, sigo viajando todos los veranos a aquel pueblecillo, donde Silvia y yo nos volvemos a convertir en pareja por unos días. Aun no sé que voy a hacer, pero haré lo posible por volver siempre, ya que no estoy dispuesta a perderla. La quiero.

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