miércoles, 12 de diciembre de 2007

Amor de Verano 1ª Parte

Siempre soñé con tener uno de esos amores que responden al perfil típico de amor de verano, esos en los que todos los retoricismos se dan cita, ya se sabe, viaje a otro lugar, grupo de amigos que se hacen allí, y por supuesto, beso en la playa en la penumbra mientras en el cielo se iluminan miles de fuegos artificiales... Sé que puede parecer una cursilada, pero a mí me pasó. Lo que no pude nunca llegar a imaginarme, fue que la otra persona de la que me enamoraría, sería de mí mismo sexo y que a partir de ese momento cambiaría mi vida.

Mi historia comienza una mañana del 1 de Agosto tres años atrás. La paliza de coche desde la ciudad donde vivo a esa pequeña villa pesquera en las rías bajas de Pontevedra había sido criminal.

Llame en la puerta de la pensión donde tenia reservado el alojamiento para todo el mes. Me abrió una señora de unos cincuenta años, muy amable la cual, al identificarme, me hizo pasar y tras las pertinentes preguntas de “que tal el viaje” y demás, me dijo que no podía acompañarme a la habitación porque estaba haciendo la comida para su marido, pero su hija lo haría en su lugar. La llamo y por la puerta apareció una chica de mi misma edad más o menos, la cual, tras saludarme me invitó a subir las escaleras para acceder a mi habitación. Mi cansancio era patente y subir aquellas interminables escaleras me había acabado de destrozar. Tras enseñarme la habitación, la muchacha se me presentó como Silvia, tras lo cual me dijo repetidas veces que si necesitaba cualquier cosa, me dirigiera a ella, llamando a la puerta del piso bajo, donde vivía toda la familia dueña del edificio. Luego de esto se marchó, lo que permitió que me pudiese acomodar y cambiarme de ropa tras una reparadora ducha.

Camino de las nueve de la noche, salí a cenar a un restaurante cercano a la pensión. La verdad es que no disfruté de la cena, porque me seguía agotada y nada mas cerrar los ojos mi cabeza repetía continuamente la visión de carreteras y más carreteras. Al acabar la cena, decidí tomar el camino hacia la pensión. Cuando comencé a subir las escaleras a mi habitación, de la puerta del bajo apareció la chica que me había recibido por la tarde, Silvia. Parecía haber salido a propósito para desear buenas noches, sin saber siquiera quien era el cliente que subía. Constaté que las gentes de esta zona son muy amables y atentas. Tras cruzarnos una buena noche, continué mi pesado ascenso a mi dormitorio, en el cual me acosté, quedándome frita en cuestión de segundos. Por fin podía descansar y para mí fue hasta entonces, el mejor momento de las vacaciones.

Los siguientes cinco días fueron un aburrimiento continuo. Yo no era una chica que gustase de ir mucho a la playa. Mi piel ya era bastante morena y no me apetecía llenarme de arena la cual después hay que quitarse de todo el cuerpo y del pelo, que por tenerlo largo, se me llena de pequeños granos y no tenía ganas de lavármelo todos los días por el engorro que produce. Era por eso y no por otra cosa por lo que no tenía ganas de playa, ya que complejos no puedo tener porque tengo, modestamente, un buen cuerpo bien proporcionado, con un pecho bonito de la talla noventa y cinco y un trasero bastante valorado por mis compañeros, aunque eso conlleve alguna palmadita y tocamiento por su parte.

Así pasaban los días, pensando en mis amigas que ahora estarían reunidas en mi ciudad tomando algo y en lo mucho que me gustaría tenerlas allí. Entonces si que sería divertido aquel pueblo, que por las noches tenía mucha vida pero que una persona sola no podía aprovechar nada. La situación era cada vez más frustrante y se me debía notar en la cara porque Silvia, la chica de la pensión, una tarde, mientras bajaba a dar una de esas tediosas vueltas por el pueblo, se acerco a mí y me dijo:

- Se te ve bastante aburrida, ¿no es así? ¿Por qué no te animas a conocer a mis amigos y sales con nosotros hoy por la noche?

La proposición me sorprendió, pero aunque me apetecía cambiar mi situación, no me gustaba la idea de entrar a formar parte de un grupo de sopetón, casi forzadamente, donde por mi timidez, me costaría entrar en contacto, así que le respondí:

- Gracias, Pero no te preocupes, no lo estoy pasando mal tampoco, hay muchas cosas que hacer aquí y este pueblo es divertido, con sus fiestas y todo lo demás.

- No me cuentes cuentos - dijo ella - Te veo todos los días y no veo que te lo estés pasando bien. Te aseguro que mis amigos son divertidísimos y te vas a encontrar muy a gusto. Además, no puedo permitir que una chica como tu este aburrida sin salir un sábado por la noche. Venga, no me digas que no.

Ante la insistencia por su parte, me vi obligada a aceptar casi por compromiso, a lo cual ella añadió:

- Perfecto, entonces me picas a esta puerta a eso de las siete, que luego cenaremos todos juntos en una hamburguesería. Ya veras como te lo pasas muy bien. Hay muchos chicos y quien sabe, igual encuentras lío hoy mismo, porque te veo potencial.

Ante la última frase solté una pequeña sonrisa entre la complacencia y el nerviosismo. Sin más, nos despedimos hasta las siete y continuamos con nuestros planes.

Bueno mañana os contare como me fue con sus amigos.

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