domingo, 3 de febrero de 2008

Tres en Una Cancha 3ª Parte

Aquí os sigo contando esta gran follada.

Me olvido de Carlos. El chiquillo gigante ya no se mueve, directamente me mueve a mi. Sé que le caigo bien, que le gusto, pero creo que ha dejado de verme como a una mujer. Soy sólo una herramienta mullida y caliente entre sus manos, con la única función de aplacar el deseo de su carne, de su duro y enorme trozo de carne. Deja de escuchar los consejos de su tutor, se vuelve egoísta y me mueve con rapidez y violencia hacia delante y hacia atrás. Vuelvo a acordarme de Carlos, de sus fuertes brazos que me sujetan y me abrazan. La fricción me quema, estallo... esta vez en fuego. Es doloroso. Jordi también se viene, reduce la marcha. Se abraza a mi cintura y me susurra que me quiere. Yo también te quiero, Jordi, te quiero fuera de mi. Se deja caer en el suelo, exhausto, no tiene ánimos ni de quitarse la goma. ¿Y ahora? Me duele el vientre, me duele mucho.

Quiero abarcarlo con mis manos, acariciarlo, calmarlo; quiero tumbarme sobre el suelo frío y darle un reposo; pero me hallo todavía suspendida en el aire, sujeta por cuatro fuertes y grandes brazos que me colocan a su antojo. Rafa... por favor. Parece escuchar mi silencio y me mima con su mano caliente mientras con la otra aguanta sin esfuerzo el peso de mis caderas y mis piernas. Se pega a mi, lo siento endurecido. Es más menudo que Jordi. No entiendo. ¿Por qué no han seguido un orden lógico de menor a mayor? Carlos se incorpora sin dejar de sostenerme. Me abrazo a su cintura. No te escaparás. Y con la boca trato de abrirle el short y meter la cara dentro. Él trata de impedírmelo pero mi prisión es también la suya. No puede soltarme y yo no pienso soltarle. Rafa deja de ser suave en sus caricias, me clava las uñas. ¿Qué pasa? ¿He hecho algo mal? ¿Había establecida una jerarquía? Me es igual. Todos los condenados a muerte tienen derecho a un último deseo y este es mi deseo, darle placer a Carlos, metérmelo en la boca, volverlo loco... Y así lo hago. La rebelión me dura poco.

Rafa me levanta como si nada, coloca mis rodillas sobre sus hombros, de nuevo a merced de su boca. La ley de Newton me vence, me suelto sin querer de Carlos y vengo a chocar la nariz contra la polla hambrienta de Rafa que estaba esperándome. Está bien, a falta de pan, buenas son tortas. Rafa sabe lo que se hace. Me lame con tiento y cuidado para calmar la irritación que ha provocado Jordi con su efusividad. Carlos se aprieta contra mi, lo siento en la nuca, y empieza a lamerme también. Ahora estoy encerrada en una caja de músculos y piel, si esos dos se abrazaran, me aplastarían. La lengua de Carlos es, al igual que sus manos, delicada. No invade el territorio de su líder, se centra en otros mundos por conquistar.

-¿Puedo dar mi opinión? No, no puedo. Sólo hay una manera de que esos dos calmen sus ansías sin tener que esperar turno.

Ni turno ni tiempo, el besuqueo genital es breve y vuelven a girarme en el aire. Frente a frente con Carlos, cuelgo los brazos en su cuello, le abrazo con mis piernas, le susurro que me penetre. Rafa me tira del pelo. ¡Ay! Rafa, serás un genio en la cama (y en la cancha) pero también eres un tirano. Está bien, ya me estoy calladita. Cierro los ojos, me abrazo todavía más a Carlos. Su pecho caliente contra el mío. Sus abdominales duras que protegen un vientre que palpita por mi. La cabeza fálica que me saluda sin atreverse a entrar hasta recibir la orden. Sujeta por sus dos manos bajo mi trasero, me abre las nalgas como ofrenda y esperamos los dos, en silencio.
Rafa ha perdido cortesía, parece molesto por mi clara preferencia hacia su amable compañero. No tengo la culpa de haberme enamorado. Pensé que miraría de ensancharme primero con los dedos pero va directo al grano. Si su intención era lastimarme, ha fallado, porque soy toda agua, lubricante natural sin aditivos ni conservantes. Me gruñe sobre la oreja mientras se adentra. Reprime entre dientes algún insulto obsceno, lo noto, temerá la censura de Carlos, mi buen Carlos que, sin poder aguantar más, se adentra también por el otro lado. Los siento a los dos, acompasados. Disfruto pero ya no tengo fuerzas para buscar un tercer orgasmo, sólo permanezco colgada, sujetada, penetrada una y otra vez... Rafa es el primero en venirse, hace ademán de querer sujetarse a mis hombros para ganar impulso pero desiste, se da cuenta a tiempo que soy una muñeca frágil y no apta para apretujones de ese calibre. Me deja a solas con Carlos. Tantas ganas que tenía de estar con Carlos pero mi cuerpo, agotado, va perdiendo sensibilidad. Acaba también y me tumba despacio en el suelo. Alzo la mirada. Rafa de pie me contempla. No me gusta, ya no. Tengo frío, sus ojos son fríos. Tiemblo. Quiero levantarme pero soy una conciencia en un cuerpo dormido. Una conciencia que se va alejando... Oigo de fondo a Jordi quejándose que quiere más. Ése es capaz de follarme cadáver. Y caigo en un profundo sueño.

El balón botando en la cancha resuena en mi cabeza. Despierto acurrucada en el regazo de Carlos, cubierta por su chaqueta, que me sobra por todos lados. A mi alrededor barritas energéticas y una bebida isotónica que me ayuda a beber a sorbos. Me pregunta:

- ¿Te apetece algo más?

- Una ducha en el vestuario masculino sonrío y apoyo estratégicamente la mano.

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