lunes, 22 de octubre de 2007

Mi Novio y el Consolador Negro 1ª Parte

A mi novio le encantaba cada vez que venia traerme un juguete para ver como me masturbo con el y un día dando vueltas por el Sex Shop, se le ocurrió comprarme un juguete y el nerviosismo que le asaltaba camino de nuestro domicilio, sin saber si esa noche me esperaba un gran polvo, o una bronca por parte mía.

Tras varios años de salir juntos, la mutua masturbación era uno de nuestros pasatiempos favoritos. Los dos habíamos aprendido a recorrer el cuerpo de nuestra pareja por los rincones más placenteros que puedan imaginarse, buscando cada día, orgasmos más profundos y prolongados.

Ahora, en aquella tienda repleta de objetos para el placer del centro de la ciudad, veía claramente en mis pensamientos, los ojos de lujuria y deseo puse cuando se quedo mirando, inmóvil, entre sorprendido e impaciente, por no saber si me iba a gustar lo que me había traido.

Sin duda fue un gran acierto, una nueva forma de dar rienda suelta a nuestra imaginación y a contribuir en que nuestras aventuras sexuales no cayeran nunca en la monotonía. Siempre que utilizábamos uno de nuestros juguetes, recordábamos la primera vez que me trajo un juguete así, en aquella cajita alargada y recubierta con un llamativo papel color rojo chillón:

- Muy bien, le dije. Ya que tú lo as comprado, tu serás el que lo uses conmigo, porque seguro que antes de traerlo, ya habrás pensado que es lo que quieres hacer con él.

Y vaya que si lo tenia previsto. De ese primer comentario, surgieron unas sencillas reglas que habíamos cumplido en todas las ocasiones en que se le ocurrió aparecer en casa con algún juguetito que nos ayudara en nuestras travesuras. Yo no podría tocarlo hasta que el me lo entregara, y el se deleitaría, e incluso me haría sufrir en ocasiones, explorando mi cuerpo y recorriendo con el nuevo aparatito a su antojo mis partes mas intimas.

De muy buen grado tome aquella primera noche el rol que me correspondía. Tal como me pidió, me tumbo en la cama, totalmente desnuda, con las manos en la nuca y las piernas abiertas, los ojos tapados con el largo pañuelo que tantas veces había servido para multiplicar nuestras sensaciones ante el desconocimiento de lo que estaba tramando el otro.

Estaba realmente hermosa, ya de por sí lo era, pero en esa posición, con mi delgada figura, mis pechos, bien firmes y con los pezones erectos mirando al techo debido a la excitación del momento, mi media melena rubia descansando a ambos lados de mi fino rostro, y las piernas abiertas en un ángulo de unos cuarenta y cinco grados, que dejaban a su entero capricho cualquier acto placentero que se le ocurriera para darme placer entre mis muslos.

Tras todo este tiempo después, he de admitir que fue una sesión un tanto sumisa. Se paso largo rato recorriendo mi cuerpo con el pequeño juguete antes de introducirlo lentamente en mi vajina. Lo paso por mis pechos, por mis muslos, por mis labios, hasta me lo introdujo en la boca para que lo ensalivara antes de introducírmelo en el coño en toda su extensión, que tampoco era mucha, por miedo a que no me gustara mi primer regalo sexual.

Las impresiones que le comente tras esa primera experiencia con un consolador, fue lo que le animo a seguir buscando, de tanto en tanto, algún aparatito que diera mayor emoción a nuestros devaneos en la cama:

- Ha sido maravilloso, cariño, es, no sé.... como si hubiera sido follada con dos hombre a la vez.
Y ciertamente entendía mis sensaciones, cuando en un momento dado, tal como estaba tendida sobre la cama, sin dejar de deslizar acompasadamente el consolador por entre mis paredes vaginales, se puse de rodillas al lado de mi cabeza y sujetándola levemente por la nuca, me metió en la boca su erecta polla.

Mas de cinco minutos nos mantuvimos así, el metiendo y sacando rítmicamente el consolador en mis entrañas, por entre mis piernas abiertas y semiflexionadas con su mano derecha, mientras que con la izquierda acompañaba mi cabeza hasta que su pene llegaba al fondo de mi garganta y mi nariz casi tocaba en su pubis.

Cuando nuestro estado de excitación llegaba ya al máximo, acelerábamos los movimientos, sus manos ya no podían mantenerse quietas tras mi cabeza, sino que me acariciaban sabiamente los genitales, y el había soltado mi nuca para masajear decididamente mi clítoris mientras me penetraba con el consolador.

Así nos corrimos los dos casi al mismo tiempo, el inundándome la boca, lo que me gustaba enormemente, y yo entre sus manos, que aunque me retorcía y diera secos golpes de placer con mi pelvis, el no dejaban de estimular mi abultado clítoris hasta haber exprimido mi orgasmo al máximo con sus dedos.

Todo esto le pasaba por su mente mientras recorría el sex shop me dijo el donde generalmente buscaba nuevos instrumentos para nuestro mutuo placer.

- Hola, ¿Necesitas ayuda? ¿O quizás buscas algo en particular? –le dijo con una amplia sonrisa y total naturalidad una mujer a su espalda.

Era una de las llamativas vendedoras del establecimiento. Normalmente, si el comprador era un hombre, el que lo atendía, también era un dependiente masculino, y si entraba una mujer, era el monumento que el tenia delante la que acudía a aconsejar o despejar cualquier duda que los clientes plantearan, me contó.

En su caso, al haber visitado en unas cuantas ocasiones aquel local, ya conocía de otras veces a los cuatro dependientes ( dos hombre y dos mujeres ) que invariablemente observaban discretamente a la clientela y se ponían raudos a su disposición cuando lo creían necesario.

- ¿Te preguntaba si te podría ayudar en algo? –Repitió desenfadadamente al ver su semblante un poco aturdido y con cara de estar un poco cortado.

- No, no hace falta. –le contesto casi tartamudeando y haciendo un esfuerzo por que las palabras salieran de su boca. Me contó cuando llego a casa.

En esos momentos se sentía como un verdadero tonto. Después de haber visto tantas veces a aquella preciosidad en la tienda, y estando seguro de que ella a el también le recordaba, su cuerpo casi se queda paralizado por el simple hecho de que una morenaza como aquella entablara unas palabras con el junto a unas vitrinas repletas de pollas de plástico de todas las formas y colores.

- ¿Estas interesado en un consolador? –Volvió a espetarle con su graciosa sonrisa y echando una rápida mirada a la gran exposición de consoladores que había a si espalda.

- Bueno, si, estaba echando un vistazo. Consiguío balbucear a duras penas.

- ¿Vaginal o anal? ¿Para hombre o para mujer? –Insistió ella y entonces no le quedo mas cojones que salir de su estupor para responder rápidamente.

- Para mi novia, para mi novia , bueno, la verdad es que es para mi novia

.- Como puedes ver tenemos un gran surtido. –Siguió comentándole mirando ahora hacia los estantes. -¿As visto algo que te guste o interese?

Durante unos segundos dudo si lanzarse decididamente a explicarle que ya había comprado varios consoladores en anteriores ocasiones, pero al final creyo que lo mejor seria ir directamente al grano y salir de allí lo antes posible, cosa que probablemente no hubiera hecho si su interlocutor hubiese sido un hombre.

- La verdad es que de lo que he visto, ninguno me ha parecido apropiado, quizás vuelvo en otra ocasión.

- Estas buscando algo que no sea muy convencional. ¿Me equivoco? – soltó la chica rápidamente ante la perspectiva de ver que se podía perder una venta. – Permíteme que te enseñe un género que nos acaba de llegar de Holanda.

Le hizo un gesto para que la siguiera y comenzó a recorrer la larga estantería llena de consoladores moviendo excesivamente sus caderas ante el. Al final de la misma, se paro ante un alto armario y saco de el una caja alargada de color marrón oscuro que puso ante el al tiempo que retiraba la tapa.

- Aun no los hemos puesto a la venta porque estamos a la espera de que el jefe nos confirme el precio. –Dijo tendiendo la caja hacia el para que pudiera ver su contenido. – Pero para un buen cliente como tu, si es que te interesa, te lo dejare al precio de coste, por esta vez.

Se quedo estupefacto. Era un pedazo de consolador de al menos 30 centímetros de largo, y casi tan grueso como una de sus muñecas, de color negro, hecho a semejanza de la polla de un guerrero Batusi del África más profunda. Era un poco rugoso, excepto la cabeza, que reproducía fielmente la punta de un capullo descomunal.

En la base, perfectamente redondeados, destacaban los huevos que supuestamente tendría el portador de semejante herramienta, y justo por debajo, en el seno de una conveniente especie de gran ventosa para colocarlo en sentido vertical, un pequeño interruptor que ponía en marcha el mecanismo interior.

- Es impresionante. –fue todo cuanto se le ocurrió decir ante aquel pedazo de rabo que le mostraba la llamativa dependienta.

- Además del tamaño, que ya estas viendo, posee la ultima tecnología en sistemas de vibración.

– Comentaba la vendedora mientras lo sacaba de la caja y lo ponía en marcha. – Si ya habéis usado otros consoladores con anterioridad, quedareis sorprendidos de la sensación real que produce este aparato.

No necesito pensarlo mucho. Estaba seguro de que a mi me encantaría probar aquel pollon de negro, y si además vibraba, iba a disfrutar con el como una loca. Ya empezaba a ver en su mente el momento en que hundiera aquel mástil negro en mi coño de mi mientras me retorcía de gusto.

Tras decirle a la simpática Gabi que se lo llevaba y cerciorarse de que el precio no era algo tan desmesurado como sus dimensiones, la chica lo envolvió discretamente en el habitual papel de celofán rojo chillón y el salió del establecimiento calculando las horas que faltaban para poder liberar conmigo todas las calenturas que la simple contemplación de semejante aparato le habían producido.

En escasamente media hora, llego a casa y comprobó que yo aun no había regresado de mi trabajo, aunque por la hora, posiblemente estaba a punto de hacerlo. Guardo discretamente el nuevo juguete en uno de los cajones de la mesita de noche y se dispuso a tomar un baño mientras esperaba que yo llegase a casa.

Estaba ya secándose con una toalla cuando escucho la puerta de entrada y la voz que le saludaba, diciéndole que ya estaba en casa. salio del baño y nos dimos un tierno beso en los labios como hacíamos a diario, pero tal como yo hacia cada vez que le encontraba únicamente con una toalla enroscada en la cintura, deslice mi mano por entre los pliegues de esta y le acaricio suavemente la polla diciendo:

- Vaya, parece que me estabas esperando, cariño.

- Y no sabes con que impaciencia, cielo. – me contesto al tiempo que sacaba mi mano de su entrepierna. – Me da la impresión de que hoy va a ser una noche para recordar durante mucho tiempo.

Yo le mire con cara de malicia, sospechando que el estaba preparando algún pasatiempo de alcoba para mi. Con todo descaro, aparte la toalla que tapaba sus vergüenzas y durante unos instantes sonreí observando la semiereccion de su pene debido a sus lujuriosos pensamientos.

- Será mejor que me meta en la ducha antes de que pierda los estribos y me amorre a esa maravilla que llevas colgando. – Dije dándome ya la vuelta y dirigiéndome al baño.

Me dejo ir sin insinuarme nada de lo que me esperaba y se dirigiò a la cocina a preparar una rápida y liviana cena fría. Termino en el mismo momento en que escuchaba como se habría la puerta del baño y yo me dirigía a nuestra habitación para secarme el pelo.

A los pocos minutos, cuando la cena estaba preparada sobre la mesa, aparecí ataviada con mi albornoz blanco. Se quede admirando lo provocativa que me ponía para la cena, ya que me quede de pie junto a la mesa, con una mano apoyada en una silla, con el albornoz sin anudar en mi cintura y mostrándole unas minúsculas braguitas blancas y casi transparentes, completado con una camiseta finísima de tirantes que me quedaba excesivamente ajustada y remarcaba mis bien formados pechos marcando claramente mis pezones semierectos a causa del cambio de temperatura entre el baño y el comedor.

Nos sentamos a cenar y yo empece a mirarle con mi cara de traviesa, dirigiendo mis ojos en repetidas ocasiones al bulto que destacaba bajo la toalla que aun llevaba el enroscada en la cintura, el cual ya era del todo imposible de disimular. El, por su parte, no dejaba de recorrer mi cuerpo con la mirada desde mis tetas hasta mis desnudas piernas, que en esos momentos se le antojaban el mejor manjar que podía poner sobre la mesa.

Como la calentura de los dos iba cada vez en aumento, nada mas terminar la ligera cena yo me lleve los platos a la cocina y regrese al cabo de dos escasos minutos con dos tazas de café y dos vasitos de licor, que coloque en el centro de la mesa.

- Una copita antes de la fiesta nunca viene mal. –Dije mientras me sentaba insinuante de nuevo en la silla- ¿Y bien? ¿Qué travesuras estarás pensando para estar a punto de romper la toalla con ese bulto?

Instintivamente, miro hacia abajo para comprobar que la presión que su polla hacia en la tela estaba a punto de deshacer el sencillo nudo con el que se mantenía sujeta la toalla a su cintura. En ese momento, uno de mis pies se habría paso desnudo por entre los pliegues de la toalla y hacia contacto con la punta de mis dedos justo en la base de su erecto nabo.

- Ufffff...... Esto esta a punto de caramelo. –Le dijo al tiempo que recorría su polla con la parte inferior de mis dedos.

Se deleite unos segundos con la copa de licor en la mano, observando como mi pie desaparecía a la altura del tobillo bajo la toalla, y se introducía suavemente ahora por debajo de sus huevos, sintiendo como todo mi empeine los iba rozando con extrema suavidad, y la sensación que ello le producía contribuía a que su miembro estuviera en un estado de máxima erección.

- Me as puesto totalmente empalmado, cielo. –Me dijo cogiendo mi tobillo con una mano y haciendo una leve presión para sentir un poco mas mi pie contra sus genitales.

De un solo trago, se bebió el licor que le quedaba, y sin dejar de sujetar mi pie entre sus piernas, acerco el vasito frió a uno de mis pezones, lo que automáticamente produjo el efecto que el esperaba endureciéndolo al instante, mientras yo daba un largo suspiro de satisfacción al contacto con el cristal helado.

Yo di buena cuenta del licor que me quedaba y dirigí también mi vaso al otro pecho, comenzando a restregármelo por el pezón al mismo ritmo que el mantenía jugando en el otro. El mantenía mi tobillo agarrado con su mano y seguía restregando toda la planta de mi pie por su dura polla, mientras observaba como cerraba mis ojos y humedecía mis labios con la punta de la lengua, debido al placer que los vasitos fríos impartían a mis ya totalmente erectos pezones.

- Creo que es el momento de seguir con la fiesta en otro sitio. –Me dijo viendo que la situación se tornaba tan caliente que si no le ponía fin me correría antes de darle tiempo a conocer la sorpresa que me tenia preparada.

Yo abrí los ojos y retire mi pie de entre sus piernas. Dejamos los vasitos sobre la mesa y nos levantamos los dos al mismo tiempo. Delante de el, me dirigí a la habitación, y cuando llegaba a la puerta de esta, empecé a dejar que el albornoz se deslizara lentamente por toda mi espalda.

Cuando ya lo tenia a la altura de mi cintura, lo agarre con una sola mano y lo deje colgado en la cerradura de la puerta. Ante sus ojos, apareció mi apetecible culito minimamente cubierto por las estrecha braguitas blancas que dejaban transparentar mis duritas y blancas nalgas, moviéndose insinuantes medio metro por delante de el.

Tal y como estaba, con la ajustada camiseta blanca de tirantes y las braguitas del mismo color, me subí a la cama y me senté justo en el centro, con la espalda apoyada en el cabezal, que me quedaba a la medida perfecta para que apoyar mis brazos extendidos por encima del mismo a ambos lados de mi cuerpo.

Tenía las piernas estiradas, cruzadas una sobre la otra, y le miraba con una inconfundible expresión de deseo en mis ojos. El se sento también en la cama, de frente a mi, con una pierna flexionada sobre la cama y la otra apoyada en el suelo, lo que propiciaba que la toalla que milagrosamente aun llevaba alrededor de la cintura, dejara entrever sus huevos completamente hinchados por la calentura que le había producido el magreo con mi pie.

Con su sonrisa mas picara y traviesa, agarro el tirador del cajón de la mesita y tiro de el lentamente. Con toda la parsimonia del mundo, saco el paquetito rojo y empezó a retirar el envoltorio sin dejar de observar mi cara de curiosidad.

- ¿Me as comprado un juguetito nuevo, cariño? –Le pregunte sin quitar mis ojos curiosos del enigmático regalo.

- Eso es, cielo.-Me contesto sin darse ninguna prisa en descubrir la sorpresa.- Pero ya sabes como funciona lo de los regalitos, soy yo el que va a jugar con él.

Tras esas palabras, retiro la tapa de la caja y pudo comprobar como mis ojos se abrían como platos al ver el enorme consolador negro que descansaba en el fondo. Al ver que yo no reaccionaba, lo saco de su envoltorio y haciéndolo girar entre sus manos acciono el interruptor que ponía en marcha el mecanismo vibratorio.

Un suave zumbido se adueño del silencio que en esos momentos invadía la habitación, y el consolador comenzó a contraerse y estirarse rítmicamente al tiempo que la cabeza se inclinaba alternativamente unos milímetros hacia arriba y hacia abajo en un movimiento prácticamente exacto al que produciría una verga real dentro de una vajina.

- Vaya pedazo de polla. –Fue todo lo que pude decir sin dejar de contemplar semejante invento.

– Creo que podría correrme de solo mirarla.

- Pues vas a tener que aguantarte un ratito, querida. –Me conteste rápidamente. –Antes de que disfrutes de esta maravilla voy a jugar un ratito contigo, y te voy a poner tan cachonda que me vas a rogar que te folle con ella.

Dejo caer al suelo la toalla que aun mantenía enrollada a su cintura y se subió a la cama colocándose de rodillas a mi derecha. Yo seguía apoyando mi espalda en el cabezal y mantenía los brazos extendidos a ambos lados, aunque ahora mis manos se apretaban nerviosas como muestra de la excitación que recorría mi cuerpo.

Con su mano, me hizo separar las piernas un poco, e instintivamente también las flexione unos centímetros, esperando sin duda, que comenzara a recorrerlas con el consolador hasta hacerlo llegar a mi coño, que a esas alturas, empezaba a humedecer mis blancas braguitas.

Por el contrario, decidió comenzar a jugar con mis pechos. Coloco el consolador, que no dejaba de vibrar y contornearse, justo entre mis tetas. Lo movía unas cuantas veces hacia arriba y abajo observando como yo lo miraba con una expresión entre incredulidad y ardiente deseo. Al poco, lo dirigió a uno de mis pezones, y empezó a hacer un poco mas de presión para que la vibración que transmitía fuera aun más intensa.

Bueno hasta aquí la primera parte de mi historia la segunda parte os la contare mañana espero que no os la perdáis porque es de lo mas interesante.

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