jueves, 25 de octubre de 2007

De Mirones a Violadores 2ª Parte

Bien aquí esta la segunda parte tal y como os prometí (estábamos como se acuerdan de vacaciones en la Costa de Alicante y habían unos mirones a los cuales les dábamos escenas de sexo)

Nada mas girar el pomo de la cerradura, la puerta se abrió violentamente, y lo primero que vio. fue una pistola ante sus narices que le apuntaba directamente a entre los ojos. Tras ella estaba el gigantón guardia de seguridad, con toda su calva reluciente, puesto que en esta ocasión venia sin gorra, y con el significativo gesto de poner su dedo índice ante sus labios, me indicaba que no dijera una sola palabra.

En apenas un segundo, los dos acompañantes que nos habían estado observando durante la tarde, se introdujeron en el interior de la casa, y mientras uno echaba una rápida mirada al salón, el otro se coloco a su espalda, y en un rápido movimiento, le izo juntar las manos en su trasero y le coloco unas esposas que ya traía preparadas.

El gigante de la pistola se acercó a su cara hasta casi tocarle la mejilla con la nariz y le dijo sin levantar la voz pero con un tono de muy mala leche:

- Como digas una sola palabra te meto un tiro en la boca, cabrón.

Dio también una mirada rápida al interior de la casa, y al no ver a mi novia se dirigió a sus compañeros:

- Buscar a la zorra, y no hagáis ruido. Rápido.

Los otros dos vigilantes desaparecieron entre las puertas que daban a la cocina y a las habitaciones. Los tres vestían sus uniformes reglamentarios, pero ninguno de ellos llevaba la gorra puesta. El que le apuntaba con la pistola le parecía ahora mucho más grande que cuando lo había visto la primera vez. El no le llegaba ni a los hombros, además de que tenía una espalda que era más del doble de la suya.

Los otros dos debieron de encontrar a mi novia aun en el baño. A los pocos instantes aparecieron de nuevo por el pasillo, sujetando cada uno un brazo de mi novia, que venia tapada únicamente con unas minúsculas bragas, el pelo aun mojado y despeinado, y unos ojos que denotaban que estaba totalmente aterrorizada.

Tal como habían hecho con mi novio, me habían esposado las manos a la espalda, y tal como me traían hacia el salón, descalza y casi corriendo, mis pechos desnudos iban dando pequeños saltitos a cada paso. Cuando llegamos frente a ellos, yo le mire con cara de pánico, y de mis ojos estaban a punto de brotar las primeras lagrimas.

El grandullón ya había cerrado la puerta y había corrido los dos cerrojos que tenia. Entonces guardo la pistola en su cartuchera y saco la enorme porra que colgaba de una de sus caderas, al tiempo que le empujaba hacia el centro del salón. Uno de sus compañeros se dirigió rápidamente hacia las dos ventanas que daban al exterior y bajo completamente las persianas. Mientras, el otro, cogió una pequeña mesa que había frente al sofá y la coloco pegada a una de las paredes.

Cuando el salón estuvo a su gusto, los otros dos guardias también sacaron sus porras de los cinturones, y se colocaron respectivamente a la espalda de mi novio y de la mía. Entonces, mientras el grandullón golpeaba la palma de su mano con la porra, y sin quitar los ojos de mis tetas nos dijo:

- Vaya, Vaya. ¿Qué tenemos aquí? Una parejita que le gusta poner cachonda a la gente.
Aun no habíamos escuchado la voz de los otros dos, pero este estaba claro que era extranjero, con un acento típico de los países del este de Europa. Tras una breve pausa, siguió hablándonos:

- Todo esto se podría haber evitado si nos hubierais invitado a una de vuestras fiestecitas. Pero no. Tú quieres a esta zorra para ti solito, ¿Verdad?

Dijo las últimas palabras mirando fijamente a los ojos de mi novio, que estaba totalmente acojonado. Nos encontrábamos entre eso tres pedazos de tíos, cada uno con una porra, los dos con las manos esposadas a la espalda, yo en bragas y mi novio únicamente con un pantalón corto de deporte.

- Bueno, no importa, a todos nos llegara nuestro turno, y esta noche vas a ser tú el que mire. Vas a ver como los tres nos follamos a esta puta. - Repitió el grandullón mirándole otra vez a mí novio.

El tío que estaba detrás de el, le agarró fuertemente del pelo y le dijo que se arrodillara en el suelo. Después le atravesó la porra en la boca, como si fuera el arnés de un caballo, y se coloco detrás de el sujetándola con fuerza. Con lo cual mi novio notaba su barriga tras su cabeza, y no cabía duda de que le tenia totalmente inmovilizado.

El otro guardia me sujetaba a mi por las esposas, y el grandullón se acerco y empezó a magrearme las tetas con cara de satisfacción, mientras deslizaba la porra por entre mis piernas, que aunque intentaba cerrarlas al máximo, no pudo evitar que aquel cachirulo entrara en contacto con mi coño por encima de mis braguitas.

Cuando se canso de sóbrame las tetas y de pellizcarme los pezones, y mientras su compañero me sujetaba por los brazos a la espalda y por el pelo, de un tirón me bajo las bragas hasta los tobillos, me hizo levantar alternativamente los pies y me las quito haciendo una pequeña pelota de tela con ellas en su enorme mano.

- Abre la boca, zorrita, esto puede que te duela un poco. - Me dijo.

Agarrándome por las mandíbulas me obligo a abrir la boca y me introdujo las bragas en ella. Mi novio contemplaba la escena de rodillas sin poder hacer nada, con la porra del guardia de seguridad que estaba a su espalda atravesada en la boca, y haciendo este fuerza con sus manos para impedirme cualquier movimiento.

Entonces, entre los otros dos, me colocaron enfrente de mí novio y me obligaron también a arrodillarme, cogièndome del pelo hasta que mi frente casi tocaba el suelo. Al mismo tiempo, el vigilante que tenia sujeto a mí novio, le empujo un par de pasos, hasta mi cabeza, con la frente apoyada en la alfombra que había en el suelo, quedo justo entre sus piernas.

- Sujétale la cabeza con las piernas, pedazo de carbón. - Dijo el tío que estaba sujetándole con un acento parecido al del grandullón.

Mi novio junto un poco las rodillas, hasta notar que mi pelo rozaba la parte interior de sus muslos. Pero inmediatamente, el vigilante que estaba junto al grandullón le dio un tremendo golpe con la porra en la parte exterior de la pierna diciéndole:

- Aprieta fuerte las piernas, hijo de puta. Que no se mueva, o te meto la porra por el culo.

Junto las piernas hasta que noto mis orejas aprisionadas entre sus muslos. Me sentía sollozar, aunque no podía articular palabras por tener las bragas dentro de la boca. A continuación, el grandullón también se arrodillo he izo que yo abriera las piernas todo lo que mi flexibilidad permitía dándome pequeños golpes con la porra en el interior de mis muslos.

Con la mayor impotencia mi novio tuvo que observar como aquel gigante me manoseaba con satisfacción el coño, metiéndome con saña varios de sus dedos, mientras las propias piernas de mi novio sujetaban mi cabeza para que no se moviera. No contento con meterme mano, agarrándome por una de mis caderas, me metió de golpe la porra hasta el fondo de mi agujero, lo que produjo una fuerte sacudida en mi cuerpo, al verme invadida en mi interior por aquel garrote.

Empezó a follarme con la porra a una velocidad de vértigo. Yo emitía ahogados sonidos bajo las piernas de mi novio en lo que parecían entrecortados gritos, mientras el arma del vigilante se introducía mas de un palmo en el interior mi coño.

Mi novio seguía inmovilizado por el tío que estaba a su espalda, con mi culo totalmente expuesto a menos de cincuenta centímetros de sus ojos, y aquella estaca recubierta de cuero que no dejaba de entrar y salir cada vez más rápido.

El guardia que estaba junto al grandullón, ya se tocaba el paquete descaradamente. De pronto se arrodillo a un lado mió y escupiéndome en el culo, comenzó también a hacer fuerza con su porra para metérmela por el ano. Ahora si que no había duda de que intentaba gritar, aunque las bragas en la boca seguían sin permitírmelo.

Poco a poco, la segunda porra fue abriéndose camino en mi culo, y las dos armas se introducían a la vez salvajemente por mis dos agujeros. El grandullón incluso iba haciendo pequeños círculos con su mano, provocando que mi coño se dilatara mas todavía.

Mi novio tuvo que estar mas de un cuarto de hora viendo como aquellos dos cabrones se divertían violándome con sus porras. Se intercambiaban los agujeros, tan pronto el gigantón me hundía la porra en el coño, como cambiaba y me taladraba con ella el culo, sin disminuir para nada la fuerza y la violencia con que me la metía.

A todo esto, yo ya apenas oponía la más mínima resistencia, ni siquiera se me oía sollozar. Me habían agotado mis fuerzas, y el tío que inmovilizaba la espalda de mi novio, se cuidaba bien de que no separara las piernas para liberar mi cabeza.

Por fin se cansaron de jugar con las porras, y entre los dos acompañantes del grandullón llevaron a empujones a mi novio al sofá. Le hicieron sentarse justo en el centro y uno de ellos le volvió a sujetar desde atrás atravesándole de nuevo la porra en la boca. Era el que primero me había metido la porra en el culo.

Entre los otros dos, me levantaron del suelo. Tenía las mejillas llenas de lágrimas, y fácilmente se me notaba que tenia un fuerte dolor en el coño y en el culo. Por un momento pensé que allí acababan nuestros suplicios, pero estaba totalmente equivocada.

Me sacaron las bragas de la boca.

- Vamos a necesitar también este agujero.

- Me dijo el gigante.

Entonces me arrastraron hasta el sofá y me sentaron al lado de mi novio. Apenas me tuvieron allí, cogièndome del pelo, me hicieron tumbarme boca arriba sobre sus piernas, hasta que mi cabeza quedaba apoyada en el sofá y mi espalda se arqueaba sobre sus muslos, lo que hacia que mi novio tuviera mis tetas justo frente a su cara.

Sin mas preámbulos, el vigilante que había estado sujetando a mi novio mientras los otros dos me la follaban doblemente con las porras, se desabrocho los pantalones y mostró una enorme polla totalmente erecta, debido sin duda a lo que había estado contemplando desde detrás de mí novio.

Sin ningún miramiento, me agarro por los tobillos, me separo las piernas, y de un golpe me hundió la enorme polla en el coño. Yo estaba a punto dé soltar un estruendoso grito cuando el gigantón, que también se había desabrochado los pantalones, me agarro por el cabello, y tras girarme la cabeza hacia él, me metió en la boca un espectacular rabo de unas medidas perfectamente acorde con su complexión.

Tanto uno como otro, me follaban con rabia. Mi novio tenia la mi espalda sobre sus piernas, y los dos seguíamos esposados con las manos a la espalda. A la derecha de mi novio, aquel bruto me metía aquella descomunal polla hasta el fondo de la garganta, lo que en algún momento incluso me producía que tuviese algunas arcadas. Sin embargo, aquel bestia seguía fallándome la boca sin ninguna contemplación.

A mi izquierda, el otro guardia me daba por el coño con unos golpes de cadera tan violentos, que incluso hacían que mi novio se moviera a cada envite, aun estando sujeto desde detrás del sofá por el tercer violador.

En unos minutos, el grandullón que tenia la polla en mi boca, me agarro la cabeza con las dos manos y vació toda la carga de leche que llevaba en el interior de mi garganta. Me sujeto firmemente sin sacarme el miembro de la boca hasta que su erección empezó a disminuir.

Entonces tomo el relevo del que estaba sujetando a mi novio y se puso a mi espalda. El otro vigilante, saco la polla del mi coño y se fue al otro lado del sofá, dejando el sitio libre al que ya se acercaba con los pantalones medio bajados.

Este, inmediatamente se puso a follarme también el coño, mientras el otro ya me metía su polla en la boca hasta que mi nariz de chocaba con su pelvis. Estos dos casi se corrieron al mismo tiempo en mis agujeros. Nuevamente tubo que tragarme el semen del violador que se corría en mi boca y me sujetaba fuertemente por el pelo.

Al mismo tiempo, su compañero me inundaba el coño de leche, manteniendo también la polla en su interior hasta que quedo totalmente satisfecho. Continuaron girando por turnos a mi alrededor hasta que cada uno descargo su leche en mi boca y el coño, mientras a mí novio le sujetaban desde detrás del sofá con la porra atravesada en su boca, obligándole a no perderse detalle de las seis corridas que llevaba dentro.

Casi a las tres de la mañana, después de volver a ponerse sus uniformes, el gigantón saco de nuevo su pistola y antes de quitarnos las esposas le dijo al oído a mi novio:

- Ahora sed buenos y olvidaros de nosotros, tened en cuenta que en las oficinas de la urbanización esta vuestra dirección. ¿De acuerdo?

Sin dejar de apuntarle con la pistola, nos quitaron las esposas y salieron rápidamente de la casa. Ni siquiera se le paso por la cabeza seguirles. No le hubiera servido de nada, ellos eran tres y muy fuertes y el estaba solo.

Me abrace a mi novio y nos quedamos un rato tal como nos habían dejado. Yo desnuda sobre sus piernas, con el coño y el culo doloridos, y la boca totalmente pastosa debido a las tres corridas que se habían vaciado allí dentro.El totalmente impotente por no poder haber hecho nada por impedirlo.

Nos duchamos los dos y sin dormir, cogimos el coche y nos marchamos. Hicimos prácticamente todo el trayecto en completo silencio, ni siquiera llevábamos puesta la radio. Queríamos olvidar cuanto antes lo sucedido.

Al amanecer llegamos a nuestra casa. Tras descargar nuestro equipaje nos echamos a dormir, Al día siguiente volvimos a nuestro trabajo, y tan solo una mañana, antes de bajar a la calle a desayunar, comentamos lo sucedido en Alicante. Los dos estuvimos de acuerdo en que la vida continua, y que lo sucedido ya no tenia remedio por mucho que nos pesara. Así que lo único que podíamos hacer era continuar con nuestra vida normal.

Casi un mes después de que sucedieran estos hechos, viendo los informativos del medio día, nos sorprendió una noticia en la que se veía una imagen de la urbanización donde habíamos pasado nuestras vacaciones.

Según comentaba la presentadora, la policía había detenido a todos los trabajadores de dicha urbanización. Al parecer formaban parte de una banda que se dedicaba al tráfico de armas y el robo de coches de lujo, y usaban aquellas casas como tapadera para el blanqueo de dinero. En total había quince detenidos, incluidos los vigilantes de seguridad, así como innumerables arma incautados y una docena de coches.

Escuchamos la noticia en silencio y con la máxima atención. Posteriormente, dieron otras noticias, hablaron de deportes y contemplamos pensativos la previsión del tiempo.
Solo después de que hubiera terminado el informativo, yo rompí el silencio preguntándole:

- Cariño, ¿Tu sabes donde se puede comprar una porra.

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