sábado, 26 de abril de 2008

Baño Termal 1ª Parte

Estaba estresada y junto con una amiga íntima decidimos descansar en las termas de Villa Elisa en la provincia de Entre Ríos. Fuimos dispuestas a disfrutar y gozar de las aguas termales y las ofertas sobre tratamientos de belleza y masajes relajantes que se promocionaban desde ese lugar.

Llegamos al hotel contentas y dispuestas a aprovechar las comodidades y las bellezas del complejo termal y enfrentar el desafío de vencer mis frustraciones del pasado.
Estaba contenta y durante la cena fui más locuaz que de costumbre intercambiando palabras con otros comensales. Luego de cenar nos acostamos con Inés rendidas por el cansancio comentando la magnífica impresión que nos había causado el hotel, la comida y la recepción del personal para finalmente quedarnos profundamente dormidas hasta la mañana siguiente.

Nos levantamos temprano y luego de desayunar nos informamos de las actividades y los horarios del día. Consultamos con el médico del complejo termal y nos dispusimos a tomar el baño con el agua a la temperatura aconsejada. Por la tarde, luego de dormir la siesta decidimos concurrir al centro de estética corporal para gozar de un masaje relajante y tratar de embellecer y refrescar nuestra figura con los profesionales con los que constaba el hotel.

Con Inés decidimos aprovechar todas las propuestas durante nuestra estadía y así lo hicimos. Estábamos dispuestas a gastar todo lo ahorrado durante el año para las vacaciones sin privarnos de nada.

Acá comienza el verdadero relato de lo que ocurrió durante nuestra estancia en el hotel. Yo rechazaba las relaciones sexuales desde mi adolescencia y solo esporádicamente me masturbaba terminando siempre con un sentimiento de culpa.

Inés era más liberal y decidida y fue ella quien tomó la iniciativa. Solicitó un turno y concurrió al consultorio para masajearse con una fisioterapeuta. Al regresar de la sesión me habló maravillas de su experiencia. Yo no me animaba. Jamás me había desnudado frente a otra persona y no me animé el primer día a acompañarla. Su insistencia para que pidiese un turno comentando lo que había disfrutado con su sesión, hicieron que me decidiese y finalmente pedí uno para el día siguiente. Debía superar mi timidez y mi vergüenza sin saber cual sería mi comportamiento ante una situación semejante.

Luego de tomar un baño termal y una ducha reparadora en mi habitación, me dirigí a la cita convenida en el consultorio de la masajista. Maruja era una mujer joven, bonita y de buen cuerpo. Vestía un delantal blanco por encima de las rodillas que dejaban a la vista sus magníficas piernas. Me recibió con simpatía y me tranquilizó explicándome que sabía de mis temores a través de lo que había charlado con Inés y me pidió que me desnudase y confiase en ella.
Me despojé de la ropa y solo cubierta con una toalla me recosté en la camilla. Una música suave ambientaba el consultorio. Delicadamente me invitó a colocarme de bruces y cubrió mi pelvis con una toalla. Mi corazón latía con fuerza y traté de poner mi mente en blanco. Sus manos untadas por un aceite balsámico comenzaron a masajear mi espalda hasta llegar a la cintura. Me liberó de la toalla y masajeo los glúteos con firmeza. Los abrió y yo instintivamente le aparté sus manos imaginando la visión que se ofrecía a su vista donde ya mis jugos mojaban la entrada de mi vulva depilada. Entonces se puso por detrás y desde mis pies con delicadeza comenzó con un masaje suave y persistente subiendo por las piernas, rodillas y muslos deteniéndose en los aductores a los que les dedicó una atención especial. Mi mente se había liberado y mi corazón se aceleró. Dejándome llevar por mis instintos cuando ella separó los muslos, no opuse resistencia. Maruja se había dado cuenta de mi estado y mis necesidades. Todo era sensualidad y erotismo. Abrí lo más posible mis piernas y entonces acarició el clítoris con suavidad e introdujo primero uno y luego dos dedos en la vajina comenzando con un masaje erótico. Comencé a gemir. Me hizo girar y boca arriba continuó con los masajes. Mis senos con sus pezones erectos y duros recibieron las caricias. Yo con los ojos cerrados me dejé llevar por mi calentura, tomé su mano llevándola a mi vulva que estimulada nuevamente descargó sus jugos entre jadeos y gemidos de placer. Tuve un orgasmo maravilloso. Quedé exhausta y relajada. Me incorporé, mis piernas flaqueaban y me apoyé en Maruja que besó ligeramente mis labios y me preguntó si estaba arrepentida. Le expresé que había experimentado una sensación de vergüenza y placer, pero que de ninguna manera estaba arrepentida por lo sucedido que me iniciaba en una nueva etapa para disfrutar de la sexualidad sin el sentido pecaminoso que había tenido hasta ese momento.

Al retornar a la habitación encontré a Inés descansando. Cuando entré sonrió "Como te fue, te veo relajada y feliz". No supe que contestarle pero era evidente que había disfrutado y mi sonrisa velada valía más que cien palabras.

"Mañana vendrá un masajista para atenderme a nuestra habitación". "Espero que vos también aproveches sus servicios antes de terminar nuestras vacaciones".fueron las últimas palabras cuando nos dirigíamos a almorzar para luego recostarnos a dormir la siesta.

Al día siguiente Inés me sugirió que fuese al complejo termal durante la hora que había convenido con el masajista para que la atendiese en nuestra habitación. Entendí su pedido sabiendo el "tratamiento" que iba a recibir. Mientras disfrutaba de las caricias del agua cálida me imaginaba lo que ocurría y no pude menos que sentir envidia e inconscientemente deslicé mis dedos sobre mi vulva desplazando la bikini bajo el agua. Necesitaba un tratamiento similar despojándome de mis últimos prejuicios. Cuando presumí que Inés estaba terminando con sus masajes, me bañé y me seque retornando a nuestra habitación enfundada en una salida de baño.

El complejo distaba unos 100 metros del hotel y corrí presurosa para conocer al masajista cuando se retirase.

Bien lo que paso cuando llegue a la habitación os lo diré mañana no os lo perdáis.

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