miércoles, 4 de junio de 2008

Como Me Folle A Mi Vecinito 1ª Parte

ME SENTÍ JOVEN, DESEADA, HEMBRA Cabalgaba al vecino, me la estaba metiendo por el culo, nunca había tenido a la vez una polla en el coño y otra en el culo, me estaba corriendo como nunca mientras aquellas pollas entraban y salían

Mi marido es una buena persona, y la verdad es que me lo paso bien con él en la cama. Pero después de cumplir los cuarenta, he notado un aumento progresivo de mis ganas de follar. Cada vez tengo más y más ganas, cuanto más follo más ganas tengo. Así las cosas, he llegado a la triste conclusión que con los polvos maritales no tengo bastante. Antes de la aventura que les voy a contar, para solucionar mis problemas, acudí a la masturbación en todas las formas posibles, me imaginaba chupando una inmensa polla, y me tocaba el coño mojado hasta correrme como una guarra. Esto no podía seguir así, pensaba en mis intervalos lúcidos, es decir, cuando dejaba de pensar en el sexo.

Mis vecinos tenían un hijo único de unos veinte años. Nada del otro mundo, yo siempre me lo había mirado como a un niño, un poco torpe y tímido. Aún lo veía con los libros del colegio, jugando por las escaleras con sus amigos. Un día, su madre me dijo que se iba de viaje con su marido a Ibiza, y que estarían unos días fuera. Su hijo se quedaba sólo en casa. Cuídamelo, me dijo en broma. En mi estado, aquellas palabras fueron como la llama que prende la mecha. Inmediatamente empecé a imaginármelo en pelotas, con la polla bien tiesa a mi disposición. Que guarra eres, pensaba. Si es un chaval.

Ya llevaba un par de días sólo, cuando estábamos mi marido y yo cenando, llamó a la puerta. De forma muy educada, nos dijo que al día siguiente había invitado a unos amigos a su casa a cenar, y que disculpáramos anticipadamente si hacían demasiado ruido, que intentaría no molestar. Le dijimos que no se preocupara, que lo entendíamos, y que se lo pasara bien. Al cerrar la puerta mi marido me recordó que al día siguiente no estaría, que marchaba a Madrid por un par de días, por asuntos de trabajo. Mi imaginación ya se disparó, me lo llevé a la cama y después de darle una buena mamada, me senté encima de él y me lo tiré pensando ya en el vecino, me corrí pensando en la polla veinteañera.

Mi marido se quedó ido con el meneo y no tuve otro remedio que meterme un buen masaje con el dedo húmedo de saliva, pensando en las guarradas más guarras que se puedan imaginar.

A las ocho de la noche del día siguiente empecé a notar bullicio en el rellano. Debían estar llegando los amigos de mi vecino. A medida que pasaba el tiempo me iba poniendo más nerviosa. No sé bien porque motivo. Estaba sola y oía las risotadas del piso vecino, debían estar cenando. Al cabo de un rato, cesaron las risas y empecé a escuchar los típicos jadeos de una peli porno. Mi cerebro empezó a funcionar, ya me los imaginé a todos empalmados viendo la tele, con la mano en el bolsillo para acariciar su juguete. Se me empezó a encender la llama. Y si voy, me preguntaba. Me podría presentar con cualquier excusa y ponerlos colorados. Solo de pensarlo me empezó como un hormigueo en el estomago.

Estaba sola en casa, mi marido me había llamado desde Madrid hacía un rato, y a escasos metros, pared por el medio, un grupo de chavales viendo una peli porno. ¿Era normal en estas circunstancias que tuviera que meterme mi dedo? Para que ellos terminaran pelándosela y ensuciando el parquet. Decidí fumarme un canutillo, pero en lugar de hacerme venir sueño, me desinhibió totalmente. La decisión de visitar al vecino estaba tomada. Fui al cuarto de baño, me lavé cuidadosamente y me puse la combinación más sexi y guarra que encontré, un tanga totalmente transparente, con las gomas gastadas que dejaba al descubierto más que escondía mi peludo chocho y un sujetador que mantenía firmes mis grandes tetas. Encima me puse una bata floreada de estar por casa que abrocha por delante. Así salí al rellano de la escalera.

Llamé a la puerta del vecino y pude oír que apagaban el televisor precipitadamente.

Abrió la puerta con cara de disculpas.

Yo, entre el peta que me había fumado y el calentón que llevaba, decidí ir directamente al grano:

-Mira, como no me dejáis dormir (era verdad), ya me puedes invitar a una copa.

Se quedaron todos helados, acojonados, diría.

-¿Es que nadie me va a invitar a pasar? Dije al final riendo.

-Pase, pase señora, soltó uno de ellos. La verdad es que lo de señora me llegó al alma, pero me lo guardé. Me senté en el sofá, frente al televisor ahora apagado, crucé las piernas, y les pregunté a los tres que quedaron conmigo, mientras el vecinito me preparaba la copa.

- Qué estaban haciendo. Les pregunte.

El que parecía más lanzado me dijo, entre las risas de los otros, que estaban viendo una película.

-¿Por qué no la ponéis? A mí también me gusta el cine, les dije.

Todos se rieron, pero ninguno se atrevió a ponerla. Entre estas, vino el vecino con una bandeja llena de copas. Cada uno cogió la suya Yo pude notar que junto a mi culo estaba el mando del televisor, lo cogí y puse en marcha la película.

Bien lo que paso luego os lo contare mañana.

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