miércoles, 31 de octubre de 2007

Aventura a Cuatro Bandas 3ª parte

Cuarta Banda



Bien aqui teneis la tercera entrega de este fantastico releta espero que os siga gustando.

Por la respiración, lenta y pausada de Mónica, supe que se había quedado dormida. El pelo rizado caía en pequeños bucles sobre su cara, carita que me pareció angelical en ese momento.

Estaba tumbada de lado, aún abrazada a ella, cuando noté por mi cuerpo una mano que se movía suavemente, acariciando mis piernas. Solté con suavidad a Mónica, procurando no despertarla, y me di la vuelta. Allí estaba Oscar, acariciando mi cuerpo, pero sin intenciones sexuales, ya que su pene estaba totalmente en reposo. Me hizo gracia ver aquella polla tan pequeñita. Más abajo observé sus cojones algo enrojecidos, sin duda debido al "trabajo" que habían realizado. Sonreí, bese ligeramente sus labios y le hice gestos para que nos apartásemos de Mónica, que seguía durmiendo. Un minuto después Luís se reunió con nosotros, en un extremo de aquella gran colchoneta. Acercó nuestros vasos y, tras brindar en silencio (supongo que brindábamos por el placer), bebimos.

Después de varios tragos y, como por arte de magia, los tres miramos a Mónica. Su cuerpo menudo estaba tumbado boca arriba y continuaba respirando con lentitud. Los tres estábamos contemplando aquel cuerpo fascinante. Sus pechos se movían suavemente con su respiración. Sus pezones, rosados y no muy grandes, estaban totalmente relajados. Sus labios carnosos se hallaban ligeramente abiertos. El abundante pelo que cubría su coño parecía perfectamente peinado, como si ella no hubiese hecho nada aquella tarde. Sus nalgas se clavaban ligeramente contra la colchoneta, mientras que su piel, algo más morena que la mía, brillaba bajo la luz de los fluorescentes.

- ¿Qué os parece mi amiga? - pregunté en tono burlón a los dos chicos.

- Una verdadera preciosidad - respondió Oscar. Además pensé que era una chica muy recatada, pero ahora ya veo que estaba equivocado.

Hablábamos en un tono muy bajo, para que ella no despertase, porque lo cierto es que nos encantaba observarla. Desnuda y dormida parecía un ángel, un verdadero ángel del placer. Vimos que movía el brazo derecho y se llevó el pulgar a la boca, chupándolo mientras dormía. En ese momento parecía una niña con chupete y observé que los tres empezábamos a excitarnos de nuevo.

Yo notaba calorcito y humedad en mi insaciable coño. Respecto a los chicos vi que sus pollas empezaban a crecer poco a poco, hasta que volvieron a estar de nuevo duras y erectas. Cogí una con cada mano y las meneé con suavidad, deleitándome en la suavidad de sus pieles y en la dureza de aquellos órganos. Oscar y Luís se lanzaron sobre mí, agarrándome las tetas, y deslizando sus lenguas sobre mi cuerpo. Me costó algo contener sus envites, pero pararon cuando les dije:

- No la despertéis. Se me ha ocurrido que después podemos darla un dulce despertar entre los tres.

- De acuerdo - contestó Oscar -, pero primero vamos a entrar un poco en calor contigo, preciosa.

Acepté entre la resignación y la excitación. Bajamos de la colchoneta al suelo y allí sentí un auténtico aluvión de caricias, mordiscos y lametones. Gemí en silencio, ya que estaba decidida a no despertar a Mónica.

Les mandé sentarse en el suelo y arrodillada ante ellos fui chupando sus pollas alternativamente, mientras sujetaba una con cada mano. La de Oscar, que se hallaba en mi mano derecha, destacaba por su enorme capullo y por su anchura. La chupé con fuerza, apretando la punta con mis labios, mientras él respiraba hondo, pero sin emitir ningún ruido.

Con la mano izquierda meneaba la polla de Luís, cogiéndola casi donde empezaban sus cojones. La mamada que le estaba dando a Oscar hizo que él suspirase varias veces y me regaló una de aquellas gotitas de semen que tanto me gustaban. Cambié a la otra polla (era un lujo poder elegir) y pasé la lengua por su capullo. El capullo de Luís era más pequeño que el de Oscar, pero igual de apetecible. Introduje la punta de la lengua por el agujerito de su punta y noté que su cuerpo temblaba. Con la mano derecha seguía meneando la polla de Oscar.

Era fantástico poder proporcionar placer a dos chicos a la vez. Cuando cambié, para volver de nuevo a chupar el miembro de Oscar, vi que Luís se levantaba, hasta llegar a colocarse detrás de mí. Seguí chupando mientras notaba que sus manos separaban mis rodillas. Reconozco que tuve que dejar de chupar cuando la polla de Luís me penetró en un solo movimiento. Me puse recta y alcé la cabeza, quedando la polla de Oscar fuera del alcance de mi boca.

Cada envite de Luís era delicioso: clavaba su polla hasta el fondo de mi coño y la sacaba lentamente, provocándome unos roces increíbles. Oscar, ávido de placer, se colocó de pie delante de mí y me ofreció su pene, oferta que, evidentemente, acepté de buen grado. Mi respiración se aceleró cuando me llevé a la boca su polla caliente. Acompasé mis movimientos a los envites del que me la metía por detrás: cuando su polla llegaba hasta el fondo de mi sexo caliente, adelantaba la cabeza introduciéndome hasta casi la garganta el miembro de Oscar.

Era fascinante la sensación que me proporcionaban aquellas dos pollas erectas, entrando en los recovecos internos de mi cuerpo cachondo. Decidieron cambiar los papeles. Oscar me hizo tumbar sobre el plinto, (es un taburete para realizar saltos) con tan buena suerte para mí que el coño quedó exactamente a la altura de su pene. Así de pie me la metió sin tregua, mientras yo tenía que hacer verdaderos esfuerzos para no gemir ni gritar.

Giré el cuello hacia la derecha y pude ver el precioso cuerpo de Mónica, que seguía yaciendo dormida en el medio de la colchoneta grande. Cuando volví la cabeza a la izquierda encontré la polla de Luís y de inmediato la introduje en la boca. Oscar me follaba de maravilla. Sus movimientos eran precisos y pausados, tanto al meterla como al sacarla. Su dedo pulgar, además, hacía verdaderas maravillas sobre mi clítoris.

Luís, por su parte, metía y sacaba su polla de mi boca, mientras yo lamía alguna gota que manaba de su punta. Por si esto fuera poco me llevé las manos a las tetas y empecé a pellizcarme los pezones. Noté un terremoto en mi interior, atraje a Oscar con las piernas para que me la clavara del todo, metí la polla de Luís totalmente en mi boca y me pellizqué los pezones con fuerza.

El orgasmo sacudió mi cuerpo, y aunque yo ni grité ni gemí, ellos se dieron perfecta cuenta de lo que me pasaba. Disfruté unos instantes de aquel éxtasis de placer y después dejé caer mis brazos inertes a ambos lados del plinto. Los chicos besaron con cuidado mis labios y mis mejillas y, en voz muy baja, Luís dijo:

- ¿Ha disfrutado nuestra zorrita?

- Por supuesto que he disfrutado. Ha sido increíble - contesté con un hilo de voz.

- ¿Qué te parece si ahora nos ocupamos de tu amiga? - añadió Oscar.

- Quiero que la folléis y que hagáis que esa preciosa putilla grite de placer - respondí.

- Por supuesto que gritará. Se la vamos meter hasta que se muera de gusto - dijo Luis en voz baja, dando por terminada aquella conversación.

Tumbada en el plinto (se estaba así bastante cómoda, por cierto) pude ver como ambos se acercaban sigilosamente hasta donde Mónica yacía dormida. Sus pollas seguían estando tiesas y resultaba evidente con quien se iban a desfogar.

Con mucho cuidado se tumbaron uno a cada lado del cuerpo desnudo de mi amiga. Embriagada de placer me senté a orcajadas en el plinto, a fin de tener una perfecta visión de todo lo que allí iba a suceder.

Alguno de los chicos había dejado allí una cajetilla de Lucky, por lo que encendí un cigarro, aspiré profundamente el humo y me dispuse a disfrutar del espectáculo que se avecinaba, pensando en el placentero despertar que ella iba a tener en unos instantes.

Los chicos empezaron acariciando sus brazos, piernas y estómago. Ella seguía dormida, pero se estiró y emitió una especie de gemido. Ellos siguieron con su labor y las caricias se extendieron ahora a sus tetas y al vello puvico.

Cogí un vaso que había cerca (no se si era el mío, pero eso no importaba), bebí y, tras sentir el calor del alcohol en mi cuerpo, me acomodé. Mónica, que no sospechaba lo que se la venía encima, abrió ligeramente los ojos cuando notó las puntas de dos lenguas vibrar en sus pezones.

Aún medio dormida solo pudo emitir un sonido: Ahhhhhh.

Ellos chuparon sus pezones con más fuerza y ella preguntó:

- ¿Qué es esto? ¿Dónde está Menchi? - dijo mientras el sueño empezaba a desaparecer de su cara.

- Esto es que te vamos a follar viva, putita - respondió Luís, agarrando con su mano el coño de ella.

- No te preocupes por tu amiga - añadió Oscar -, que nos la acabamos de follar hace un momento y, por lo visto, ha quedado la mar de satisfecha.

En ese momento intervine yo y dije desde lo alto del plinto: - Relájate y disfruta preciosa. Ya verás lo bien que te lo vas a pasar con esas dos pollas para ti sola.

- Ummm.... Sí, voy a disfrutar, quiero que me deis placer - dijo Mónica, que ya empezaba a notar los efectos del sobe que la estaban administrando nuestros dos amigos.

Arqueó el cuerpo y agarró la polla de Oscar, mientras Luís comía vorazmente su atractivo conejo. Ella giraba su cuerpo hacia los lados, rotando un poco sus caderas, mientras una lengua hábil y rápida recorría sus partes íntimas. Meneaba con avidez la polla del otro y recibía con deleite sus pellizquitos en los pezones. Mónica estaba fuera de sí. Se incorporó sobre un codo y con la otra mano acercó a su boca la polla de Oscar, empezando a mamársela. Por lo visto ella quería que la follasen, por lo que no tuvo reparo en decir:

- ¡Folladme! ¡Quiero que me jodais como a una perra! Soy muy putita, sabéis.

Resultaba precioso poder ver aquel espectáculo desde mi tribuna privilegiada. Mónica, de aspecto recatado habitualmente, estaba tan cachonda que parecía fuera de sí. Se sentó sobre el miembro erecto de Oscar, ofreciendo sus nalgas a Luís, el cual no perdió el tiempo. Mojó con saliva el dedo índice, lo aplicó en el ano de ella y se preparó para penetrarla.

Mónica se clavó sobre la polla de Oscar y en ese momento sintió el pene de Luís que forzaba su ojete.

- ¡Ay, que daño! - gritó -. Pero no pares, por favor, sigue enculándome.

- Por supuesto que te voy a encular, zorra - dijo Luís, azotando una de sus nalgas.

- ¿Te gusta como te follamos? ¿Te gusta? - preguntó Oscar, debajo de ella.

- Sí me gusta, ¡ay, que placer! - fue la respuesta de ella -. Seguid, por favor, no paréis.

Ellos siguieron metiendo y sacando. Pude ver que Luís, tras varios mete-saca de tanteo, había logrado introducir en su ano la totalidad de su miembro, por lo que sus hinchados cojones rozaban las nalgas de ella.

Entre tanto Oscar subía y bajaba sus caderas, metiendo su polla hasta el fondo del coño de la chica. La besó en la boca y pellizcó sus pezones tiesos. Mónica ya no podía hablar. De su boca abierta ya no salían más que unos sonidos ininteligibles. Sus ojos estaban en blanco y las aletas de su nariz se dilataban al respirar. Chilló cuando la polla de Luis penetró de nuevo hasta el fondo de su culo. Al cabo de un minuto no tardo en reconocer su “derrota” y expresó su orgasmo a gritos. Acto seguido se derrumbó por completo y cayó como muerta sobre la colchoneta. Los chicos quedaron algo extrañados por esa reacción, pero se tranquilizaron cuando vieron sus ojos abiertos y su boca sonriente:

- Ha sido impresionante. Nunca pensé que se pudiera sentir tanto placer - confesó ella.

Pero nuestros amigos aún no habían terminado, y eso no me parecía justo, más aún cuando la tremenda follada y el orgasmo de Mónica me habían vuelto a excitar. Hice señas a Oscar para que se acercase al borde del plinto en el que yo estaba sentada. Me ayudó a bajar de aquel placentero instrumento y puso sus manos sobre mis hombros, incitándome a que me agachase. Así lo hice. Me puse de rodillas y empecé a chupar su polla, que aún seguía sin correrse. Al mismo tiempo Mónica se incorporó, se inclinó sobre el cuerpo de Luís, cuya polla apuntaba hacia el techo, y comenzó a chupársela con fuerza. Yo por mi parte tampoco perdí el tiempo y, con su capullo en mi boca, le cascaba una paja con la mano, acariciando de vez en cuando sus cojones.

Cuando los chicos estaban ya próximos a correrse, nos tumbaron juntas en la colchoneta, se arrodillaron cada uno al lado de nuestra cara y siguieron meneando sus pollas, mientras mi amiga y yo esperábamos con los ojos medio cerrados, la boca abierta y la lengua ligeramente sacada. No tuvimos que esperar demasiado y sus gemidos, cada vez más acelerados indicaban la cercanía de sus orgasmos.

- Ah, ah, ah, ya ¡me voy a correr! - dijo Oscar en ese preciso momento.

Se corrieron casi al mismo tiempo, apuntando hacia nuestro labios abiertos. Sentí el calor de su semen, abundante y pringoso, en ellos. Supongo que Mónica debió notar algo parecido, porque exclamó:

- Ummmm, que semen tan delicioso. ¡Qué rico está! Me gusta sentirlo en mi boca. Pude oír claramente el ruido de su boca saboreando la corrida de Luís.

Entonces Oscar, que también se estaba corriendo, dijo:

- Toma mi lechecita. A que te gusta ¿eh?, putita.

- Sí, sí. Me gusta mucho - respondí, tratando de no atragantarme -, me excita. ¡Qué rico está tu semen!.

Saboreé aquel manjar por toda mi boca y lo tragué con deleite. Mónica y yo nos dimos un verdadero festín de semen calentito. Chupamos hasta que sus miembros dejaron de gotear. Mi amiga tenía los labios cubiertos del semen de Luís y alguna gota resbalaba por su barbilla. Mientras nos relamíamos de gusto nuestros ojos se encontraron y las dos sonreímos. Estuvimos un rato así tumbadas, medio abrazadas, mirándonos y lamiendo alguna gota de semen que aún quedaba en nuestros labios.

Mañana os contare el final espero que lo leais.

martes, 30 de octubre de 2007

Aventura a Cuatro Bandas 2ª parte

Segunda Banda


Bien aqui teneis la segunda entrega de la historia que os estaba contando ayer espero que os guste y la sigais leyendo.

Estaba disfrutando con aquel juego, con mi primera experiencia lésbica, pero lo interrumpimos cuando recordé aquellas dos deliciosas pollas que nos esperaban. Muy despacio, para darles tiempo a que gozaran del suave balanceo de nuestros cuerpos desnudos, nos dirigimos hacia el sofá donde ellos seguían sentados.

- Ahora vamos por vosotros, chicos - dije, al tiempo que guiñaba un ojo a Mónica.

Ella me devolvió el guiño y se encaminó hacia Luís. Yo me senté sobre las rodillas de Oscar, nos besamos en la boca y con la mano agarré su polla corta y gorda. La tenía caliente y con la punta algo pringosa, por lo que no perdí el tiempo y, agazapándome entre sus piernas, empecé a chupar aquel líquido que tanto me gustaba. Pasé la lengua por todo su capullo, relamiendo con golosa lujuria la gotita que asomaba, haciendo que él jadease de gusto. Después empecé a meterla en la boca, poco a poco, al tiempo que acariciaba sus suaves testículos. Giré un poco el cuello y, sin dejar de chupar, observé que Mónica ya tenía en su boca la polla de Luís, metiendo y sacando a intervalos regulares, mientras él echaba atrás su cabeza, apoyando la nuca contra el respaldo del sofá.

Cuando la polla de Oscar estaba ya “en su punto” decidí apoyar mis rodillas en el sofá y sentarme sobre ella. Su boca buscó voraz mi lengua al tiempo que sus manos recorrían ansiosas mis tetas. Con un movimiento hacia arriba me la clavó por completo, cortándome la respiración. Empecé a moverme arriba y abajo, cabalgando sobre su gruesa polla.

Miré a la derecha y vi que Luís había colocado a Mónica de rodillas en uno de los sillones. La penetró por detrás, abriendo sus blandas carnes con un solo impulso de su polla. El grito de ella se oyó claramente en todo el local cuando sintió el miembro en sus entrañas y luego acomodó sus jadeos a los envites de él. La verdad es que era delicioso sentir la polla de Oscar dentro de mí, mientras observaba de reojo como Luís se la metía entera a mi amiga. Oscar me chupaba las tetas y me mordía los pezones, mientras que yo botaba y rebotaba sobre su polla, rozando también mi excitado clítoris contra su pelvis. La sensación fue tremenda y acabé por tener un orgasmo, que disfruté con su polla clavada totalmente.

- ¡Ahhhhhh! ¡Qué gusto! ¡Qué placer! Sí, sí, me corro... - acerté a decir cuando llegué al clímax.

Me quité de encima de su polla y elegí otra postura, sentándome en uno de los brazos del sofá, al tiempo que indiqué con un gesto de mi dedo a Oscar que se acercara para follarme un poco más. Entre tanto Luís seguía follando el peludo coño de Mónica, sin dar tregua a la chica, que no paraba de gemir y de gritar. Oscar apoyó la punta de su miembro en mi entrada y empujó, metiéndomela con facilidad. Agarré sus tetillas y vi como sus ojos se ponían en blanco, al tiempo que decía:

- Quiero follarte entera, me gusta, me gusta...

- Sigue, sigue. Quiero que te corras - contesté, con el propósito de excitarle un poco más.

Un último apretón en sus tetillas y él gimió, respiró hondo y me la clavó hasta el fondo. Sentí en el coño la agradable sensación de su leche calentita.

Cuando la sacó acerqué la boca a su polla y chupé las gotas que aún salían. Su semen no tenía el mismo sabor que el de Rubén, pero no por ello me resultó menos exquisito. Me llené la boca con él y, al mismo tiempo, vi que Luís, que ahora estaba encima de Mónica, se apartó un poco y empezó a correrse sobre su cara y sobre sus tetas, entre gemidos de placer de ambos.

Cuando hube acabado con la polla de Oscar le propuse que nos preparase algo de beber y observé que Mónica aprovechaba para coger unas gotas de semen con los dedos y llevárselas a la boca. Después repasó con su lengua los restos de leche que había en sus labios y quedó como sin sentido.


Tercera Banda


Con unos cubatas preparados por Oscar nos tumbamos los cuatro en la colchoneta grande. Estábamos en cueros y yo me tumbé entre los dos chicos, mientras Mónica descansaba a nuestros pies, tumbada boca arriba y con las piernas algo separadas.

Pude ver su raja enrojecida a través del bosque de pelos. Los dos chicos dormitaban y habían apoyado la cabeza entre mis hombros y mis tetas, mientras yo acariciaba con cuidado sus espaldas.

Así, inmóvil, no tardé en quedarme dormida, entre los cálidos cuerpos de ellos. No sé cuanto tiempo pasó cuando empecé a notar un hormigueo por todo el cuerpo. Sentí que algo cálido y húmedo ascendía por mis muslos, mientras una mano ágil me acariciaba en ombligo.

Desperté y vi que tenía a los dos chicos tal y como yo les había dejado, cogido cada uno con uno de mis brazos. Justo entonces sentí un verdadero calambre, cuando aquella lengua cálida (que no podía ser otra que la de Mónica) rozó mi clítoris.

El cuerpo se me arqueó y clavé las uñas de ambas manos sobre las espaldas de ellos. Este gesto los hizo salir de la somnolencia en la que estaban. Se incorporaron un poco y, viendo lo que estaba pasando y excitados por mis gemidos, aplicaron sus lenguas sobre mis dos pezones.

La sensación fue increíble: tres lenguas voraces devoraban los lugares más eróticos de mi cuerpo. Liberé los bazos y alargué las manos hasta la entrepierna de los dos chicos, hasta llegar a manosear dos pares de cojones. Las pollas de ellos se pusieron duras de nuevo. Cogí una con cada mano y les propiné un lento meneo. Las lenguas no paraban de juguetear con mis puntos erógenos, provocándome una sensación de lo más placentera. Especialmente la lengua de Mónica se mostraba efectiva, lamiendo las paredes del coño y relamiendo con golosa lujuria el clítoris.

Al poco noté que Oscar dejaba de chupar mi pezón izquierdo. Se levantó y fue a colocarse detrás de Mónica.

El grito apagado de ella indicó que se la había metido. La chica jadeó y yo sentí su aliento caliente en el coño, ya que no dejó de chupármelo.

Después Luís acercó su polla a mi boca, con la inequívoca intención de que se la chupara. Lo hice sin demora, saboreando sus fluidos que ya empezaban a abrirse paso por la punta de su capullo. Aquello era maravilloso: mi boca saboreaba la polla de Luís, mientras la boca de Mónica me comía el coño y Oscar la penetraba desde atrás sin parar. Como la polla de Luís era algo más larga que la de Oscar, pude aplicar mi boca sobre la mitad superior de la misma (sobre su capullo húmedo especialmente), al tiempo que mi mano izquierda meneaba la base y acariciaba sus cojoncillos.

En ese momento estaba excitadísima y solo quería ser follada por una buena polla. Empujé a Luís sobre la colchoneta y me puse sobre su pene erecto, que apuntaba hacia el techo. Clavé aquello en mi carne y gemí de gusto. Estaba casi en vertical y subía y bajaba sobre su miembro, con las manos apoyadas en su pecho. En esas estaba yo, cuando escuche a Mónica decir:

- Siii... ¡Ahh...! Ya me viene... Y se corrió con chillidos de placer. Debió ser un orgasmo intenso, a juzgar por la intensidad de sus jadeos.

Por mi parte yo estaba en la gloria, cabalgando sobre la polla de Luís y gimiendo al ritmo de las entradas y salidas. Aunque ya quedaban pocas cosas capaces de sorprenderme, reconozco que quedé un poco descolocada cuando la mano de Oscar se apoyó en mi nuca y me empujó ligeramente hacia delante. Seguidamente aplicó un dedo en mi ano, provocando en mí una deliciosa sensación.

- Sigue, sigue, sigue tocándome el ano. Ummmm, me gusta. Metió un poco el dedo en mi ano, haciéndome gritar de gusto, para acto seguido notar su lengua muy mojada de saliva sobre ese punto. Empecé a comprender lo que se proponía, pero como la idea me apetecía muchísimo, no puse la más mínima objeción.

Así las cosas, mientras me clavaba sobre la polla de Luís y mientras Mónica (recuperada ya tras su orgasmo) unía su lengua a la mía y la hacía vibrar, sentí el duro pene de Oscar en mi ano. La sensación fue indescriptible, algo dolorosa al principio, pero maravillosa en cuanto él entró del todo. La sensación de las dos pollas que me follaban se juntó dentro de mí y grité como una loca, sin dejar de chupar los labios y la lasciva lengua de mi amiga. Gemí y supliqué a mis dos campeones:

- ¡Más, más, quiero más! Ahhh, no paréis de follarme.

Evidentemente no pararon y el doble mete-saca de sus pollas en mi cuerpo, sumado a los pellizcos que Luís me daba en los pezones y a la lengua voraz de Mónica, hicieron que mis sensaciones se disparasen. El orgasmo fue realmente espectacular y el cuerpo se me estremeció. Me corrí entre gritos de placer y las piernas dejaron de sujetarme. Caí hacia un lado y las dos pollas, que tan bien me habían follado, salieron de mis agujeros.

Pero aún estaban calientes e insatisfechas, por lo que Mónica decidió ocuparse de la de Oscar. Él se puso de pie y ella se arrodilló ante su polla, metiéndosela en la boca. Tumbada, tratando de recuperarme del placer intenso que había sentido segundos antes, pude ver como se la chupaba en toda la extensión. Entre tanto Luís se había arrodillado sobre mí y se hacía una paja. Ambas pollas estallaron casi a la vez. Los jadeos entrecortados de Oscar delataron que estaba a punto de correrse y así lo pude ver. Se corrió en la boca de Mónica, mientras decía:

- ¿Te gusta mi semen? ¿Te gusta mi lechecita? - Claro que me gusta. ¡Me encanta! - contestó ella, con la boca llena del chorreante producto de su orgasmo.

Mónica lamía y chupaba su abundante corrida, mientras un grito de Luís me hizo comprender que se iba a correr sobre mí. Alce un poco la cabeza y entreabrí la boca para recibir su caliente regalo. Su capullo se hinchó un poco más:

- Ya, ya, yaaaa. ¡Me corro, me corro!

Soltó un buen chorretón blanco y caliente sobre mi cara y mi boca, que yo saboreé con satisfacción. Seguía corriéndose cuando introdujo su polla palpitante en mi boca y yo tragué aquel semen, de sabor algo más amarguzco que el de Oscar, pero afrodisíaco y delicioso al fin y al cabo. Cuando acabó de correrse se apartó de mi boca, lo que aprovechó Mónica para lanzarse sobre mi cara.

Ella tenía bien visibles los restos de la corrida de Oscar en sus labios y boca y en mi cara y labios también quedaba buena parte de la de Luís. Nos dimos un morreo increíble, mezclando con nuestras lenguas el esperma de los dos chicos, los cuales estaban sentados y miraban muy satisfechos. Nuestras lenguas se afanaron por llevarse la mayor cantidad posible del delicioso semen. Relamí con lujuria aquellos labios carnosos, consiguiendo mi recompensa en forma de leche aún calentita. La mezcla de ambos fluidos tenía un sabor especial, intenso, delicioso. Abracé a Mónica y ella hizo lo propio. Su deseable cuerpo conservaba el calor de la excitación. Nuestros ojos coincidieron, sonreímos y así tumbadas, nos sumimos en la más absoluta relajación, olvidándonos, por un momento, de los dos chicos que estaban allí.

Bien aquí termino la segunda entrega de la historia mañana os la termino de contar y aun es mucho mas interesante así que seguir leyéndola.

lunes, 29 de octubre de 2007

Aventura a Cuatro Bandas 1ª parte

Un par de semanas después de mi primera experiencia sexual con Rubén (aquel chico de enorme y deliciosa polla) me di cuenta de que necesitaba más sexo.

Me había hecho muy amiga de una de mis compañeras de la agencia de viajes. Fuimos cogiendo confianza y empezamos a hablar de chicos y de sexo. Un día me confesó que hacía un mes había tenido una sexual con un chico que trabajaba en Tele Pizza. Tal como ella lo describió no debió ser nada espectacular.

Enseguida le conté mi experiencia con Rubén. Se quedó con la boca abierta cuando relaté todas las posturas en las que me había follado y los cuatro orgasmos que había tenido en una tarde. Finalmente describí la polla de mi compañero y, como ella parecía no creérselo demasiado, acabé por enseñarle la foto que tenía de aquella tarde, en la que se me veía chupándole la polla, con los restos de su virilidad bien visibles en mi cara. Al ver la foto Mónica se quedó de piedra y, convencida de todo, empezó a pedirme más detalles, detalles que yo describí gustosa.

Una de esas noches me contó que había comenzado a tomar la píldora y me convenció para que yo también empezara a hacer lo propio, a fin de poder elegir si el tío debía ponerse el condón o no. Ya duraban un par de semanas nuestras charlas cuando en la terraza de enfrente vimos un chico que nos observaba atentamente. La calle que nos separaba era estrecha, por lo que no nos costó demasiado entablar una conversación con él. Se llamaba Luís. A la noche siguiente le hicimos señales con una linterna y él apareció de inmediato. Nos escrutó con unos ojos penetrantes y acabó sugiriendo que podíamos quedar las dos con él y un amigo suyo al día siguiente. Aceptamos gustosas y a partir de entonces empezamos a salir juntos los cuatro, Mónica con Luís y yo con su amigo Oscar.

Mónica era algo más baja que yo (mediría más o menos 1,60) y más menuda. Su pelo era negro y rizado y sus formas menos contundentes que las mías. No obstante la chica era atractiva, con su culo redondo y un poco respingón, con sus senos pequeños pero provocativos y con unos labios carnosos y sensuales. Los chicos, por su parte, no estaban nada mal. Luís era alto y bien formado, con el pelo castaño y los ojos marrones. Oscar, era más bajo, pero parecía más fuerte. Su pelo era negro y lo llevaba engominado. Me gustaban sus ojos, pequeños, oscuros y penetrantes, tanto que cada vez que me miraba parecía que me estaba desnudando. Lo interesante fue que, cuando apenas llevábamos saliendo una semana, ellos propusieron organizar una “fiesta privada” para el viernes. Nos dijeron que no nos preocupásemos de nada: ellos se encargarían de todo.

Mi amiga y yo decidimos ponernos bien guapas para tal evento, por lo que estuvimos una tarde entera discutiendo como ir vestidas. Yo elegí una minifalda de cuero negro, una sudadera morada de manga larga y zapatos negros con algo de tacón. Mónica, por su parte, se decidió por una falda corta azul clara y muy vaporosa, una blusa negra de raso (algo transparente) y unos botines de ante marrón. Después pasamos por una tienda de lencería y compramos cada una un conjunto de sujetador y tanga, de un morado intenso el mío y de un azul celeste el de ella. La víspera de la fiesta me había depilado un poco el coño, dejando algo de vello corto y rizado sobre el monte de Venus.

Quedamos con los chicos a las cinco en punto. Tomamos café en un bar, fumamos y charlamos, sin que la conversación se deslizase hacia ningún tema en particular. Ellos hablaban pero sobre todo miraban, ya que es justo decir que mi amiga y yo estábamos espectaculares aquel día. A eso de las seis decidimos que ya era hora de comenzar la fiesta y ellos nos llevaron hasta un local.

Era una especie de bajo comercial que hasta no hace mucho tiempo había servido como gimnasio. Primera Banda Cuando cruzamos la puerta y Oscar pulsó un interruptor que encendió al menos una docena de fluorescentes, pude apreciar que se trataba de una sala grande, de unos 80 metros cuadrados. No cabía duda de que había sido un gimnasio, ya que las paredes estaban llenas de espalderas, había pequeñas colchonetas por el suelo, un potro, un plinto y otros instrumentos de gimnasia. A un lado había una enorme colchoneta cuadrada de unos 60 centímetros de grosor, que debía medir más de tres metros de lado. Los chicos se habían esmerado en la preparación de la fiesta. Al lado de la colchoneta grande había dos sillones y un sofá de cuero, algo viejos, pero muy elegantes. Entre ellos había una mesa grande, sobre la cual pude ver de todo: vasos, una nevera portátil (con hielo, supongo), galletas, pastas y dulces de todo tipo, un enorme arsenal de licores (vodka, ron, ginebra, whisky,...) y botellas grandes de coca-cola, naranja y limón. Sobre una mesita pequeña había un radiocasete enchufado a la pared.

La calefacción debía llevar encendida unas horas, porque hacía un calorcito que contrastaba con el frío del invierno que se notaba en la calle. Por eso lo primero que hicimos fue colgar las cazadoras en una especie de percha que había detrás del sofá. En la pared larga frente a la entrada vi. dos puertas separadas unos 20 metros entre sí. Comprendí que correspondían a los vestuarios del gimnasio.

Sin más preámbulos empezamos la fiesta, ya que la cosa prometía. Luís puso música, mientras que Oscar empezó a preparar bebidas como un auténtico profesional. Ni siquiera preguntamos que era la que nos había servido, pero un traguito me indicó que era ron dulce con coca-cola. Estaba muy bueno y, antes de darnos cuenta los cuatro ya habíamos vaciado los vasos. Luís los volvió a llenar, esta vez con vodka y refresco de naranja, y empezamos a bailar a ritmo del Like a Virgen de Madonna. Durante un rato bailamos, bebimos y fumamos, y observé con agrado que los chicos ya se empezaban a atrever a deslizar sus manos por nuestros cuerpos flexibles. Bailé agarrada con Oscar y noté que sus manos se deslizaban por mis caderas hasta llegar a posarse una en cada nalga. Abracé con fuerza su cuerpo y lo atraje hasta mis pechos, frotándome despacio contra él.

A dos metros de nosotros pude ver que Luís besaba a Mónica en el cuello, mientras ella le acariciaba el cabello. Pero yo no deseaba que las cosas fueran demasiado deprisa, así que interrumpí los deliciosos toqueteos de Oscar, cogí de la mano a Mónica y dije:

- Esperad un momento, que vamos a pasar por el servicio.

Cuando acabamos, nos sentamos mi amiga y yo un momento en el vestuario y ella dijo:

- Estos dos tíos van a por todas. No creo que podamos contenerles mucho más tiempo - dijo con una pícara sonrisa en su rostro.

- Ya lo sé - respondí -, pero creo que primero deberíamos darles una pequeña sorpresa.

Y susurré al oído de Mónica la idea que se me acababa de ocurrir. Aceptó encantada y un minuto después asomé por la puerta del vestuario. Vi que Oscar y Luís se preparaban otra bebida. Les llamé y les dije:

- Mi amiga y yo os queremos ofrecer un numerito. Pero tenéis que cumplir tres condiciones: la primera es que pongáis música de Enigma, la segunda que os quitéis toda la ropa y la tercera que os sentéis en el sofá y no os levantéis hasta que os lo digamos.

¿De acuerdo? - De acuerdo - respondieron los dos al mismo tiempo.

Volví al vestuario, donde Mónica reía silenciosamente, y a los cinco segundos se empezó a oír el Sadenes part I de Enigma. Era una música lenta, sensual y deliciosa. Al poco salimos Mónica y yo y vimos a los dos chicos sentados en el sofá completamente desnudos y con un vaso en la mano. Sus pollas estaban duras y tiesas. No tenían el formidable tamaño de la verga de mi amigo Rubén, pero tampoco estaban nada mal. La de Luís era aceptablemente larga y no demasiado gruesa. La polla de Oscar me llamó más la atención: era corta (calculo que mediría poco más de la mitad que la de Rubén) pero muy gruesa y con un capullo enorme.

Nos colocamos frente a ellos, con la mesa de las bebidas en medio. Tal como teníamos planeado las dos, empezamos a bailar de modo muy sensual, con movimientos lentos de caderas. Espalda contra espalda nos acariciamos el pecho y los labios, mientras ellos observaban inmóviles con los ojos redondos como platos.

Después acaricié el cuerpo de ella y me fui agachando al ritmo de la música, mientras mis manos bajaban hasta sus mulos. Fui bajando sus medias negras (ella llevaba medias y yo no) poco a poco, besando sus muslos, sus rodillas, sus tobillos y sus pies, tras quitarle las botas y las medias. Mónica gimió varias veces durante este proceso, con los ojos medio cerrados, lo cual no la impedía echar una mirada de vez en cuando a las pollas impacientes de nuestros compañeros.

Cuando hube acabado con sus piernas ella se colocó detrás de mí y me acarició mientras nos movíamos siguiendo los acordes de la canción. Acarició mis pechos y mi estómago, con unas manos lentas y precias, y acabó deslizándolas por debajo de mi sudadera hasta llegar a rozar mis pezones a través del sujetador. Casi me caigo de gusto en ese momento.

Nuestros amigos observaban con creciente interés nuestros juegos y sus rostros se crisparon algo cuando me quité la sudadera y mostré mi sostén morado, que apretaba mis tetas marcando un delicioso canalillo. Al mismo tiempo Mónica se fue quitando los botones de su blusa, hasta que se pudo ver bien claro su sujetador. Marcaba menos canalillo, pues sus tetas no eran tan generosas como las mías, pero sus pezones erectos abultaban en la fina tela del sostén.

Seguimos bailando, poseídas por la música y por el placer que nos proporcionaba el ir mostrando nuestros cuerpos poco a poco. Noté la mano de ella apoyarse en la cremallera de mi falda de cuero. La bajó y se arrodilló ante mí, tirando de la prenda hasta los pies. Acto seguido yo hice lo mismo, despojándola de aquella faldita vaporosa.

Solo nos quedaba la ropa interior y nuestro baile se volvió aún más erótico. Frente a frente nos movimos hasta que nuestros pezones tiesos se rozaron, y también se rozaron nuestras piernas, mientras nuestros brazos se acariciaban. Su cuerpo, con aquella escueta indumentaria, resultaba excitante y lindo. La tanga azul celeste dejaba escapar algún pelo rizado de su coño. Sus caderas eran finas y sus pezones abultados, apretados por el sujetador. Tenía las nalgas muy redondas y la tanga apenas suponía un fino trazo azul en la raja de su culo.

Nos abrazamos y tanteamos los cierres de los sostenes, hasta soltarlos. Cayeron al suelo casi al mismo tiempo, liberando nuestras tetas, dos pares de tetas encantadoras. Las mías eran más grandes y se agitaban oscilando lentamente. Las de ella eran más pequeñas, pero firmes y rotundas, con pezones rosados y erizados. Los dos chicos aplaudieron en ese momento y silbaron con admiración.

Luís dijo: “¡Qué buenas estáis!”.

Oscar no dijo nada, pero pude ver que con la mano izquierda agarraba su polla y empezaba un lento movimiento de meneo. Abrazadas de nuevo rozamos mis pezones, escapándosenos a ambas un gemido de placer. Nos acariciamos las nalgas y comencé a bajar su tanga. Noté que ella hacía lo mismo y la sensación de aquella fina tela deslizándose por mis piernas fue increíble. En pocos segundos quedamos ambas en pelotas.

Vi que el coño de ella estaba cubierto de un vello negro, rizado y muy abundante. Deslizó su mano a mi entrepierna, acariciando mi coño, mucho más depilado que el suyo. Temblé y mi respiración se entrecortó cuando ella pasó su dedo índice por mi rajita húmeda.

Por mi parte acaricié los pelos que cubrían abundantemente su monte de Venus y los encontré finos como el terciopelo. Nuestras bocas se acercaron y, tras un ligero beso en los labios, nuestras lenguas vibraron una contra otra, fuera de la boca. Los chicos se excitaron del todo e hicieron un ligero ademán de levantarse, pero yo se lo impedí con un gesto brusco. Chupé de nuevo los labios de Mónica y nuestras lenguas volvieron a rozarse fuera de la boca, para que ellos pudieran verlas.

Bueno hasta aquí os dejo la primera parte de esta historia que es pero que muy interesente mañana os pondré la segunda parte que os gustara muchísimo así que no dejéis de leerla.

domingo, 28 de octubre de 2007

Intercambio de Parejas 3ª Parte

Bien aquí esta lo prometido hoy os voy a contar como termino por fin nuestra experiencia de cambio de pareja de la cual yo estaba disfrutando mucho.

Dejamos la conversación y tiró la ruleta Verónica. Al corresponderle el color verde perdió su sujetador y nos mostró sus pechos, que estaban en concordancia con su esbelto pero delgado cuerpo.

A mí novio le tocó el color azul y tuvo que cambiar su posición con la rubia, con lo cual volvía a tirar de nuevo ella. Esta vez le tocó tomar una tarjeta de suerte: “Puedes pedir el mandato que quieras y a quien quieras”, leyó Verónica.

- ¡Uhmm! Una tarjeta interesante - dijo sonriendo, mirándonos a todos con unos pícaros ojos.

Mi novio dijo que ya había salido aquella tarjeta, pero por lo visto la que recordaba, que le había tocado a Juan, era otra que decía algo parecido pero referido a la persona situada a su derecha. Verónica dijo que elegiría al azar la persona que haría la prueba y pidió un número a cada uno, del 1 al 3. Cuando yo dije “tres” me dijo que era la elegida.

- ¿Qué tengo que hacer? - pregunte dispuesta.

- Haber, haber... primero vamos a ver como estás - dijo Verónica sonriéndola y alargó seguidamente sus dedos hacia mi sexo.

- ¡Uhmm! Esto está más mojadito que antes... - dijo mirándome, que me ruborice de nuevo.

-Bueno, creo que ya sé lo que necesitas... si tu novio te deja, claro - dijo finalmente.

- ¿El que? - pregunto.

- Que haga un “donuts” - respondió Verónica.

- ¿Qué es un donuts? - le pregunto ahora sorprendido.

- Un “donuts” es que tenga una polla en la boca y otra, al mismo tiempo en el coño.

Sorprendido por lo que me pedía me miro en busca de mi parecer. Yo sonrei y con timidez eleve los hombros, como diciendo que dependía de él.

- Deja que lo haga - le miró la rubia buscando su aprobación

-Tiene ganas, ¿no lo ves? - acabó diciéndole.

Yo enrojecí otra vez con el comentario y mi novio flipaba de pensar que pudiera llegar a atreverme a hacer esto.

- ¿Quién estaría a un lado y quien en el otro? - pregunto precavidamente a la chica.

- Sonia te chupará a ti y mientras tanto Juan la follara - respondió Verónica como si nada. Se rió nerviosamente y me miro estupefacto. Yo le sonreí con inocencia.

Y Verónica dijo: - Deja que lo haga. No la cortes. Ella está dispuesta a hacerlo, compruébalo tu mismo, y cogiendo su mano derecha le hizo poner un dedo dentro de mi sexo. Lo noto más que húmedo, humedísimo y me miro sorprendido. Yo volví a enrojecer.

- Esto no significa que quiera hacerlo – me excuse entonces.

- Tampoco que no quieras - me dijo sonriendo la rubia -¿O no? - me preguntó.

- Nunca lo he hecho con nadie que nos sea mi novio. Nos conocemos desde hace muchos años, el me desvirgó - explique - No lo haré si él no quiere.

Estaba en lo mismo que antes. Había dicho “si el no quiere”, o sea estaba dispuesta a hacerlo, si el me dejaba.

- Venga no seas moro - se atrevió a decirle entonces Verónica sonriéndole - Si sólo de pensar en verla haciéndolo ya estás trepando - señaló su empinado miembro.

Las miradas se posicionaron en él. Efectivamente, lo tenía duro. Una extraña reacción se había producido en el momento en que había puesto el dedo en mi chochito y lo había notado tan humedecido. Había sido una sensación desconocida en verme así, tan caliente y se excitó sobremanera. No tenía argumentos demasiado validos.

- Bueno, que lo haga - dijo entonces ya sin pensarlo.

- ¡Bien! - exclamó Verónica animada. Luego fue diciendo como debíamos ponernos. Le indicó a mi novio que se sentara apoyado en la pared, mientras Juan iba hacia su ropa en busca de un preservativo. A mí me dijo que me pusiera frente a mi novio, en la posición de perro y que empezara a chuparle el miembro. Yo antes le bese con ganas en la boca y luego baje mi rostro hacia su pene. Verónica se había quedado a su lado y me miraba como succionaba su miembro.

- Mira tu putita que bien chupa - le dijo la chica entonces.

Yo levante mi vista hacia ella, sonriéndola por el comentario y seguí con mi trabajo bucal. Verónica volvió a hablar:

- Mira a tu putita como se la pone toda en la boca... mira con que gusto te la chupa.

Mi novio tenia que reconocer que le ponía caliente lo que iba diciendo, mientras observaba los movimientos de mi boca absorbiendo su pene.

En aquel momento Juan se acercaba de rodillas por detrás de mí, por encima del colchón, con su empinado miembro embutido en un preservativo. Al llegar a mí, me puso una mano en mi sexo, acariciándomelo y yo instintivamente gire mi rostro mirándolo. El chico sin demorarse, seguidamente apuntó su pene y lo introdujo lentamente, manteniéndolo un rato dentro. Yo al notar como era penetrada moví hacia delante mi cuerpo, acompañado de un ligero gemido, apartando por un momento mi boca de la polla de mi novio.

- Mira que cara de gusto pone tu putita - le dijo Verónica, haciendo que mirara mi rostro.

Estaba con los ojos bien abiertos y la boca también lo estaba.

- Mira a tu putita que cara de sorpresa y de placer a puesto.

Juan tiró hacia atrás su cuerpo y luego lentamente de nuevo hacia delante. Yo con la polla en la mano, gemí de nuevo al notar la siguiente entrada de la polla de aquel chico en mi sexo, moviendo ligeramente mi cuerpo para adelante, como amortiguándome y bajando mi rostro ligeramente.

El chico repitió los mismos movimientos suaves con las tres o cuatro siguientes entradas de su duro miembro en mi chochito. Yo gemía levemente en cada una de las primeras entradas y luego, viendo que ya soportaba el placer, reprendí el chupeteo a su duro pene. Seguidamente los movimientos de Juan fueron un poco más rápidos y Yo volví a dejar de chupar su miembro, sujetándolo con una mano, gimiendo ostensiblemente y bajando mi cabeza entre sus piernas.

- ¡Ahh! ¡Ahaa! - escuchábamos todos los gemidos que profería.

Verónica habló de nuevo. - Mira tu putita... mira a tu putita como folla - decía mientras oíamos los gemidos que iba profiriendo.

- Mira como le gusta que la follen... mira sus tetas como se mueven - iba diciendo, y empezó a acariciarme los pechos por debajo de mi cuerpo.

- Mira tu putita que pezones más endurecidos tiene y como se le mueven los pechos... al compás del folleteo que le hace Juan... mírala... mírala.

Yo ahora mi novio estaba muy excitado. Yo levante mi rostro mirándole, gemía cada vez fuertemente y mi rostro reflejaba el placer que estaba sintiendo.

- Mira que cara de gusto pone - seguía hablando Verónica también mirándola - Mira la muy guarrilla como se deja follar por otro y le gusta que la veas, así... bien guarra... bien putilla - seguía diciendo Verónica, con una de sus manos acariciando mi pelo y con la otra moviéndola por mis tetas.

Yo ahora gemía muy fuerte, y miraba a Verónica y a mí novio, con una cara de placer que parecía insoportable. Se incorporo un poco e hizo que le besara. Lo hice con ganas, moviendo mi lengua, que noto con el sabor de su miembro, mientras Verónica seguía acariciándome el pelo y los pechos, que se me movían al compás de las embestidas ahora más rápidas de Juan.

Dejé de besarlo. Yo ahora gemía fuertemente y volví a ponerme su polla en mi boca. Juan con los ojos cerrados se movía adelante y atrás con un ritmo constante. Vi que Verónica se desprendía del sujetador y colocaba una de mis manos en contacto con sus pechos.

- Mira... mira a tu putita como toca mis tetas - le hizo mirarla - Míra que cara de gusto tiene... - acabó diciendo en el momento en que yo para aguantar mejor las embestidas apoyó la mano que tenía en sus pechos otra vez en el colchón.

Verónica seguidamente se levantó, se bajó su braguita y apoyada de pie en la pared, hizo poner mi mano en contacto con su chochito. Yo lo acarició, mientras seguía chupando su pene.

- Mira como toca mi chochito... mírala como me toca - le hizo mirar hacia su sexo Verónica.

En aquellos momentos mi novio estaba super caliente. Verónica apartó su sexo y se giró hacia mí novio, poniendo una pierna a cada lado de su cuerpo. Luego puso su sexo en contacto con su boca. Empezó a chuparle sus labios vaginales. Ella manteniéndose de pie, apretaba su sexo contra su boca, aprisionando su rostro entre ella y la pared que tenía detrás.

- Mira a tu novio como me chupa el chocho - oí sin ver nada más que la cercana piel de la rubia, como hablaba.

Mientras estuvo restregando y moviendo su chochito contra su boca, le hizo poner sus manos en cada uno de sus pechos, y apretaba su cuerpo hacia delante, apretándolo contra la pared y contra su cara. La chica parecía muy excitada. Mi novio no veía nada, solo su cercano pelo rubio frente a sus ojos. Levanto los ojos hacia arriba y vio el volumen de sus pechos en sus manos, magreándoselos. Por otro lado notaba la mi mano y a veces mi boca en su polla, pero no me veía a mí. Por el contrario si me oía gemir con evidente gusto.

- ¡Aaahaah! ¡Aaahhah! - gemía. Verónica apartó su cuerpo y entonces me vio por un momento. Seguía en la misma posición, con Juan detrás de mi follándome.

El chico estaba con los ojos cerrados y me tenía cogida con sus manos por la cintura y me movía regularmente hacia él, enchufándome su polla y luego la empujaba hacia delante, apartándola. Estaba con el torso sudoroso y mantenía un ritmo constante y regular. Verónica volvió a taparle la vista, ahora se había puesto de espaldas a el, con los pies a cada lado de su cuerpo y dirigió mi boca a su sexo. Se giró hacia él y le hizo verla.

- Mira tu putita como me chupa el chocho... que bien que lo hace... mira que bien mueve su lengua en mi chochito... ¡uhm! Que gusto - le iba diciendo.

Luego alargando una mano por encima de mi cuerpo, fue dando palmadas en mis nalgas.

- ¡Plaff! ¡Plaff! ¡Plaff! - oía el sonido mi novio, sin poder ver mi cara, ya que su visión era la de los glúteos de Verónica, inclinada hacia delante, mostrándole un poco su sexo. Si oía mis fuertes gemidos, mientras la rubia seguía pegándome.

- Le gusta que la pegue, ¡uhm! Que chica más mala, ¡Plaff! ¡Plaff! - oía y hablaba Verónica pegándome cachetazos a mis nalgas, mientras yo gemía fuertemente.

A través de las piernas de la rubia, pudo verme ya no le comía el coño y estaba de nuevo apoyada con las manos en el colchón, gimiendo, mientras Verónica seguía pegándome:

“Plaff!,“Plaff” se oía. Se excité mucho más mi novio y puso su mano en aquella rendija abierta entre las piernas de la rubia, restregándole el chocho con avidez.

- ¡Uhmm! Mira, mira lo que me está haciendo tu novio... - dijo Verónica incorporándose para que yo viera mejor su mano en su sexo

- Por lo visto le excita oír como disfruta su putita... mira como me toca... mira que ganas tiene de chochito - hablaba Verónica.

Yo gemía más y más. Nunca había disfrutado de aquella manera. Saco su mano del sexo de Verónica y cogiéndola de la cintura la empujo hacia abajo. Deseaba follarla. Ella notó su presión en su cuerpo y adivinó lo que quería. Se bajó un poco, doblando sus piernas y acercando su sexo a la punta de su pene.

- Mira... mira... quiere que ponga mi chochito en su polla. ¿Le dejo hacerlo? – preguntó.

-Mira ya entra un poco - decía Verónica con su sexo ya un poco abierto situado en la punta de su erecto miembro. Se posicionó un poco mejor, apoyándose en una de sus piernas.

- Mira, ya casi entra - le mostraba su polla con la punta introducida levemente en su sexo, mientras ella seguía gimiendo.

- ¡Ahhhh! ¡Ahhh! - oía los fuertes gemidos sin poder verla. Vio entonces mi mano puesta sobre el hombro de Verónica, empujándola hacia abajo.

- ¡Uhmm! La putita quiere ver como follo a su novio - dijo Verónica - Mira la putita aprieta para que baje mi cuerpo - le dijo antes de hacerlo y luego se bajó por completo

- Mira como ha entrado - dijo uno vez ensartado su pene en su sexo. Mi novio noto como su caliente y duro miembro penetraba en sus paredes vaginales.

Vio a Juan por encima del hombro de Verónica, que los miraba, con su torso lleno de sudor y seguía con sus movimientos entrando su miembro en mi sexo, mientras yo seguía gimiendo con rítmicos sonidos.

- ¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh! La rubia volvió a hablar. - Mira la he entrado hasta el fondo - le señaló Verónica mi sexo, mientras me acariciaba su pelo y me besaba en la boca.

- Querías verme así, eh putita - me dijo, besándome con ganas. Luego movió sus piernas y sin quitarse el pene de dentro de su caliente chocho, se resituó en su incómoda postura, poniéndose ahora de rodillas sobre el colchón.

- Se esta bien con la polla de otro en el coño... da gusto intercambiarse las pollas... eh! putita. Que gusto te da que te folle otro, eh... - añadió luego se giró un poco.

- Mira a tu putita... - apartó a un lado su cuerpo para que me viera - ...mira que cara de placer que pone. Mira que cara de gusto pone tu putita cuando la folla otro.

Crucé mi vista con la de mi novio, tenia los ojos vidriosos y estaba muy sudorosa, parecía extenuada de tanto placer, como si estuviera aguantando más de lo que podía resistir. Se excitó verme así y empezó a empujar su polla hacia arriba, con rítmicos movimientos. Verónica notó enseguida estas entradas en su sexo.

- Mira como me folla... mira como entra su polla en mi chochito - iba diciendo Verónica. En aquel momento sin poder aguantarse más, se estaba corriendo dentro de ella.

Verónica gemía ahora y movía su cuerpo arriba y abajo, pero no se había dado cuenta de esto. Mi semen iba saliendo y se quedaba dentro de su caliente sexo, saliendo un poco de él en cada uno de sus movimientos. El ya había parado y ella seguí moviéndose arriba y abajo.

- Mira como follo, mira... putita, como me follo la dura polla de tu novio... mira... mira... - iba diciendo Verónica moviéndose ahora muy rápido.

El ya no podía más, le empezaba hacer daño el pene y ella gimiendo fuertemente siguió tres o cuatro veces más, mientras seguía hablando.

- Mira... mira... como me corro... mira como me estoy corriendo - dijo finalmente parándose, besando con ganas mi boca.

Juan luego empezó una serie de embestidas fuertes, mucho más rápidas. Yo seguía gimiendo pero ahora más seguido.

- ¡Aaahhh! ¡Aaahhh! ¡Aaahhh! - se me oía mientras Verónica me besaba en la boca, en el cuello y me acariciaba mis pechos. Juan por lo visto también se había corrido y dejó su cuerpo apoyado en mi espalda. Yo aún emitia algunos ligeros gemidos y después cuando finalmente Juan sacó su miembro de dentro de mi sexo, apoye mi cabeza en sus piernas.

- ¡Uahhh! - dijo por fin descansando. Juan se apartó y visiblemente agotado y se estiró junto a nosotros. Verónica se salió del ya flácido miembro y se tumbó al lado de él, descansando también.. Estuvimos así unos momentos sin que nadie dijera nada. Me incorporé un momento y besé a mi novio en el cuello.

Estaba muy cansada y solo me movió para mirarle y dejarle claro que aquello había demasiado para mí, volviendo a bajarla seguidamente la cabeza, acostándola en el colchón.

Se tumbo a mi lado, con su brazo rodeándome y yo acerque mi rostro al suyo. Al cabo de un rato hablamos unas palabras. Le besé ahora más cómodamente.

Después de otro minuto, Verónica preguntó como estábamos y desde nuestras respectivas posiciones intercambiamos unas palabras con aquella pareja. Al cabo de un rato nos fuimos juntas a las duchas, mi novio se quedo hablando con Juan. Al regresa, aún sin vestirnos, hablamos un rato sentados sobre el colchón. Estuvo bien que habláramos porque se aclararon muchas cosas.

Verónica explicó que para un intercambio de parejas era imprescindible que las chicas estuvieran bien entre ellas, sino era imposible que sucediera nada. Sabiendo que nunca habíamos hecho nada de eso, Verónica dijo que al principio se había centrado conmigo para facilitarme nuestro “estreno”. Yo reconocí este hecho, de la complicidad que había habido desde un inicio entre nosotras.

Dije que si no me hubiera sentido bien con Verónica nunca hubiera permitido que pasara algo así. Por su parte mi novio, al conocer que Verónica había utilizado esta estrategia con nosotros alivió su estado emocional. Ya en el hotel, a sola. Hablamos mucho rato de lo sucedido. Me explico su inicial estado cuando me había visto, haciendo el “chupa-chups” con ellos dos, y se sintió mal de haberme hecho pasar aquel mal rato sin saberlo.

Aclaramos muchas cosas. Le dije que me había corrido unas seis o siete veces. La primera de ellas mientras Verónica me chupaba en la prueba del “chupa-chups” y las demás cuando Juan me estuvo follando, con las palmadas de Verónica, cuando le vio chuparle el sexo, al follarla, etc... Los dos nos calentamos explicando lo sucedido e hicimos sexo con mucho deseo, pasión y complicidad. Hubo una cosa de la que nos arrepentimos mucho luego:

No haber utilizado preservativo con Verónica y haberse corrido dentro de ella. Sin preservativo podía haberse contagiado algo y si el caso hubiese sido al revés, que Juan no hubiera utilizado preservativo podía haberme quedado en estado, ya que nosotros no utilizábamos ningún sistema de control. O sea, que ahí va mi consejo: “si jugáis a los Schnipps llevar siempre preservativos, por si acaso”.

Invitamos un mes más tarde a Verónica y a Juan a nuestro apartamento. Yo compré los juegos Schnipps y les dimos una sorpresa cuando los mostré después de la cena.

sábado, 27 de octubre de 2007

Intercambio de Parejas 2ª Parte

Bien aquí tenéis la segunda parte de la historia que ayer os estaba contado sobre el juego schnipps no dejéis de leerla. (Como recordareis estaba yo con mi novio, y por primera vez estabamos jugando a este juego de intercambio, en el cual a mi novio le habia salido el color verde y debia de quitarse otra prenda.)

No le gustó la mirada que le hice a la rubia, alzando seguidamente los hombros como queriéndome decir, que el no quería atreverse mucho, que era cosa mía, que yo tenía que resignarme.

Estuvo por decir de acabar el juego en aquel momento, ya que estaba sintiendo aspectos desconocidos en mi que no le agradaban.

Yo parecía estar pasándomelo bastante mejor que el, y empezó a sentirse muy celoso. No obstante rectifico con lo del comodín.

- Bueno, vale. Me voy a quitar le prenda - dijo finalmente.

Se saco el slip y quedo en bolas, escondiendo su pequeño pene de la vista de las chicas, alzando un poco una de sus piernas.

Tiró luego José y esta vez tuvo que explicar un chiste verde. A mí en la jugada siguiente, me tocó color verde. Debía desprenderme de una prenda y dije de quitarme mi braguita, así no se me vería nada, ya que el vestido lógicamente la taparía. La deslice por entre mis piernas y la deje sobre el colchón.

Luego a Verónica le tocó también verde y se quitó la falda que vestía, quedando con su ropa interior, visiblemente sexy, ya que era muy transparente en la parte que debía proteger su pubis.

A mi novio le tocó coger tarjeta. En ella decía que tenía que acariciar el pecho del de su derecha, que era Juan. No gustándole los chicos no tuvo mayor trascendencia.

Reconozco que lo hizo sin ningún tipo de gracia, casi como molesto, pensando que hacíamos ahí jugando a aquel estúpido juego, que podía ser peligroso para nuestra relación de pareja, pero procuro que no se viera demasiado.

A Juan seguidamente también le tocó una tarjeta de suerte, con la cual podía elegir a su antojo la prueba que debía hacer la persona situada a su derecha que era yo. Se lo pensó muy brevemente. Se notaba que sabía que pedir.

- Tendrás que hacer el chupa-chups - dijo él.

- ¿Que es el "chupa-chups"? - le pregunte extrañada.

MI novio por supuesto también lo estaba y quería saber a que se refería.

- Chupar y ser chupada - me respondió mirándome con una sonrisa y luego le miró a mi novio.

Yo no podía creerme que lo dijera en serio. Seguidamente volvió a dirigirse a mi y acabó de explicar de lo que se trataba.

- Tu me chupas a mí y al mismo tiempo Verónica te chupará a ti... me refiero al sexo, claro - especificó sonriéndome.

Mi novio no podía creerse que lo dijera en serio. Lo miró casi estupefacto, pensando “menudo morro tiene este tío”.

Yo mire a mi novio y supongo que vio mi visible cara de sorpresa.

- Voy a utilizar el comodín - dije entonces yo a la pareja.

- Quizás lo necesites más tarde - me previno Verónica

- Pueden haber pruebas de más nivel sexual.

- ¡Ah!... pues no se - dije mirándola, dudando en no utilizar el comodín.

Dirigí seguidamente mi mirada hacia mi novio.

-¿Que hago, pues? -le pregunte, en busca de su opinión.

Estaba por decirle que plegáramos. La cosa iba muy rápida y se sentía un poco desplazado por aquel pedido de Juan, que le ponía en una situación de simple mirón, mientras aquella pareja quería hacerme hacer aquello tan descabellado.

Por otro se sentía muy mal conmigo, ya que si le preguntaba “que hago”, era por que en cierta medida estaba dispuesta a hacerlo. Se sentía muy celoso. Siempre había pensado que la celosa era yo y esto ahora le descolocaba más. Nunca se había sentido así y estaba cortado de tener que ser el quien dijera de no hacer la prueba que me pedían.

- Hazlo si quieres hacerlo - me respondió resaltando el "si quieres hacerlo" - en busca de que fuera y lao que finalmente dijera de no hacerlo.

- No sé que hacer ¿Lo hago, pues? - le preguntó sin interpretar mis palabras.

Todos estaban pendientes de mi. Mi novio he de reconocerlo, en aquel momento más que nadie, esperando que finalmente no hiciera la prueba que había pedido Juan.

Verónica, que parecía más interesada conmigo que con mi novio, me dijo:

- Veamos lo que dice tu sexo - y sin ningún reparo me puso la mano por debajo del vestido, hasta posicionarla en contacto con mi sexo.

- !Ay! está muy mojadito - dijo sin dejar de acariciarmelo

- Creo que quiere hacerlo -dijo mirándome y sonriéndome.

Yo mire a mi novio colorada como un tomate. Se sentía muy mosqueado conmigo, por como me dejaba hacer y tocar por aquella chica, que desde que me había besado, parecía haber ganado un poder especial sobre mi.

- ¿Lo hago, pues? - le preguntó de nuevo a mi novio.

- Deja que lo haga -intervino Verónica mirándole y sonriéndole, buscando su consentimiento.

No respondió de inmediato. La rubia volvió a intervenir.

- Ella tiene ganas de hacerlo y a ti gustará verlo.

¿Que dices, pues? - añadió seguidamente.

Esto le mosqueó más. Que sabía aquella chica de lo que a ella le gustaba ver hacer a mi. No obstante no se atrevía a ser el aguafiestas.

- Que lo “haga si quiere hacerlo” - Volvió a decir, esperando que yo interpretara lo que sentía.

- Vale estírate así - dijo entonces Verónica, sin esperar a más demoras, indicándome la posición en que debía ponerme... y yo, para la sorpresa de mi novio la obedecí.

Se quedé frito al ver como me estiraba sobre el colchón y luego Verónica sin ningún reparo me levantaba el vestido, dejándolo por encima de mi cintura, con mi sexo al aire bien visible. Luego encima me pedía que apartara un poco las piernas, abriéndolas y yo la obedecía como si fuera lo más normal del mundo. Seguidamente la chica también se tumbó, entre mis piernas y puso su boca en contacto con mi sexo.

Yo empecé a retorcerme de placer, cerrando los ojos, ya con las primeras caricias bucales que empezó a prodigarme la chica. Juan por su parte, se había puesto de rodillas, se había bajado el slip y con su empinado miembro fuera de la ropa, se situó más cerca de mí. Acercó seguidamente con la mano su erecto pene a mis labios. Yo, al notar aquel contacto, mientras seguía retorciéndome de gusto por lo que me hacía la rubia, abrí los ojos y sin pensármelo me coloque el miembro erecto de Juan en mi boca, como si aquello fuera lo más normal del mundo.

Mi novio no podía creérselo. Veía que ahora, la chica, mientras seguía chupándome el sexo, tenía una de sus manos puestas en mis pechos, por debajo de mi vestido, acariciándolos con ganas. Mi novio “flipaba”. No se creía estar viéndome, completamente despatarrada, con el vestido levantado hasta mi cintura, con una chica devorándome literalmente mi chocho, retorciéndome de gusto sin ningún recato y con mi boca tragándome el pene de un desconocido.

Los lametazos de la rubia me gustaban mucho ya que gemía con evidente gusto y chupaba con ganas la polla de Juan. Mi novio flipaba completamente sorprendido y nos estaba mirando sin saber que debía hacer. Se sentía francamente incómodo con la situación que se desarrollaba frente a sus ojos. Estaba a punto de decir que parasen. Pensó que era un calzonazos por permitir que me hicieran eso a su pareja, que para más colmo, me retorcía de placer, gimiendo como nunca me había visto.

Vio que la chica ahora me ponía dos dedos dentro del chocho, mientras con su lengua seguía lamiendo mi clítoris. Yo a esto levante un momento mi rostro, apartando la boca del pene para soportar mejor el placer que ahora sentía. Luego, con la mano derecha agarre de nuevo la polla del chico y empecé a moverlo con más intensidad, con mucho nervio como si quisiera que se corriera ya. En aquel momento mi mirada se cruzó con la de mi novio, y pensé que diría de parar .
Realmente el se sentía raro en aquellos momentos y me veía como si fuera una puta en celo, dejándome hacer todo aquello sin contar con su aprobación. Pero fue una vana imaginación mía, y seguí gimiendo y volvió ponerme con ansía el miembro de Juan en la boca y a chupárselo con más ganas.

Lo que no fue imaginación de mi novio, fue la mano que noto acariciándole su pequeño sexo. Miro hacia abajo, y para su sorpresa vio que era la mano de Verónica, que mientras seguía con su boca puesta en mi abierto sexo, ahora con su mano derecha alargada, acariciaba el suyo.

Creció sin poder evitarlo y la chica siguió moviéndolo de arriba abajo con ganas. Creció más. Y luego mucho más. Estaba sintiendo el placer que le daba y ahora lo tenía completamente duro.

En aquel momento Juan habló:

- ¡Tiempo! - dijo apartando su pene de mi boca.

La rubia entonces también apartó rápidamente la mano del pene de mi novio, como queriendo esconder lo que le había estado haciendo. Luego apartó la boca de mi sexo, y se incorporó de su postura estirada. Yo, también empece a incorporarme, parecía despertar de un sueño y dirigí mi vidriosa vista hacia mi novio, colocándome bien el vestido.

Mi mirada tenía una expresión como si le hubiera pillado infraganti en alguna falta, como esperando un comentario por su parte. El no dijo nada.

- ¿Estas bien? - le pregunte.

Respondió Verónica por mí. - Si, no lo ves - me dijo, señalando su erecto miembro, visible a todos

- Mira como se le ha puesto. Parece que le ha gustado mirarte - añadió, sonriendo y luego, con disimulo le guiñó un ojo.

- ¡Uf! Menos mal - dije visiblemente aliviada.

- Por un momento pensé que la prueba no te había agradado.

No ha sido precisamente suave, sonreí mirando primero a Verónica y luego a Juan.

Mi novio no sabía que decir ni que pensar. Pensó que Verónica jugaba a dos bandas, ya que yo no había visto que el efecto de su crecido pene se debía a su diestra mano, y no precisamente por haber visto la increíble escena que yo había desarrollado.

Seguimos con el juego, me tocaba a mí tirar la ruleta. Me tocó color verde y me tenía que desprender de mi bonito vestido de boda. Lo hice con la ayuda de Verónica, que me ayudó a bajar la cremallera.

- ¡Uauhhh! Vaya cuerpo - exclamó la rubia, admirandome

- Tienes un cuerpo de “guitarra” perfecto - añadió sonriéndome.

- Tu también estás muy bien - le respondí yo.

- Las dos sois muy bonitas - dijo Juan.

- Bueno, yo quizás estoy un poco delgada y me falta pecho -siguió hablando Verónica - Pero a ella no le sobra ni le falta nada. Tiene unas proporciones perfectas del todo, incluso exuberantes. Tiene un cuerpo así como muy apetecible, como de estos que se ven en las películas de cine porno - acabó diciendo, haciéndome ruborizar.

Y bien aquí por hoy la historia así, que si queréis saber como termina mañana os la terminare, ya que aun queda bastante y no quiero que os canséis leyendo. os aseguro que lo que falta de la historia es realmente interesante no dejeis de leerla.

viernes, 26 de octubre de 2007

Intercambio de Parejas 1ª Parte

Hace ahora dos meses con mi novio y con otra pareja jugamos a unos juegos eróticos llamados Schnipps (son unos juegos eróticos que se juegan con una ruleta y un tablero). Aquella noche resultó muy rara para mí, ya que no estoy acostumbrada a eso juegos.

Estábamos en una boda. Nos habían sentado en una mesa con otras cuatro parejas de edades que iban de los veintiséis, hasta los cuarenta y pico que tendrían Fabián y su mujer, sentados al lado mio. Ya en los postres, en medio de la conversación de la mesa, salió el tema del intercambio de parejas, que había salido en un programa de televisión. Alguien comentó que no muy lejos del restaurante en el que estábamos había un Club de esos. No se volvió a hablar más del asunto.

Tomamos café y luego empezó el baile. Al cabo de una hora, cerca de la una y medía, Fabián vino hacia nosotros y nos dijo que varias parejas iban a fisgonear al Club de intercambio que había cerca, para ver como eran estos locales. Con mi novio nos animamos a acompañar al grupo, más por curiosidad que por otra cosa, ya que nunca habíamos planeado nada de eso.

Fuimos cuatro parejas, tres de nuestra mesa y otra, amigos de Fabián. Subimos a nuestro coche y luego nos pusimos detrás del vehículo que iba a hacer de guía. Llegamos en poco menos de 5 minutos. La entrada era muy discreta y con mucho nerviosismo las 4 parejas entramos. Después de dejar las chaquetas en el guardarropa pasamos a la zona del bar. Habían varias parejas, algunas hablando entre ellas y otras solas, que nos miraron de arriba a bajo. En un televisor se proyectaba una película pornográfica. Nos colocamos en una punta de la barra y pedimos bebidas, mientras observábamos todo.

Después de un rato, ya más adaptados y menos nerviosos por atrevernos a entrar en uno de estos clubs, nos animamos a traspasar la cortina que separaba aquella zona, acompañados por la chica, supuestamente la dueña, que nos hacia de cicerone, explicando lo que veíamos.

Primero fue una zona de baile, donde varias parejas bailaban muy agarradas una lenta melodía. Luego al lado, una zona de sofás con varias parejas hablando y otras dos parejas con “más acción”. Luego lo más fuerte, una zona con distintos colchones extendidos a poca distancia del suelo, donde se veía una mezcla de cuerpos desnudos entremezclados.

Finalmente, la chica nos mostró varias habitaciones vacías, en las que se veía un enorme colchón, un sofá a un lado, una mesita, etc..., y nos dijo que eran reservados, que iban a parte del coste de la entrada. Al lado de estas habitaciones nos señaló unos servicios, con duchas, lavabos, toallas y taquillas numeradas para dejar la ropa.

Regresamos de nuevo a la zona de bar, sin dejar de mirar de nuevo la zona “caliente”, en la que apenas se distinguían los cuerpos y en los que se oían diversos gemidos de placer. Ya en la barra, entre risitas comentamos lo que habíamos visto. Una de las parejas de nuestro pequeño grupo se fue al cabo de unos diez minutos y las otras seguimos hablando, con discretas miradas a la pantalla del televisor, a las parejas que entraban y las que se movían por ahí.

Quince minutos más tarde Fabián y la otra pareja que había venido con ellos, dijeron de irse. Yo acababa de pedir un par de copas más. Las mostré llenas y dije que nos quedábamos a terminarlas. Yo sin el apoyo del grupo me sentía incómoda y le pedía que me hablase para no quedar tan expuesta a las parejas que estaban cerca de nosotros y no nos quitaban sus indiscretas miradas.

Por otro lado mi novio tenía ganas de ir al baño y yo no quería que se alejase de mi lado. Al fin accedí y me quedé sola en la barra.

Mi novio se cruzo con una pareja de nuestra edad que salía de las cortinas. De regreso vio que esta pareja estaba hablando conmigo. Se acerco un poco mosqueado.

Ellos entonces muy cordialmente se presentaron, Verónica, la chica y Juan, el chico. Ella era rubia, con unos bonitos y picarones ojos verdes y él moreno, atlético y de la altura de mi novio.

Estuvimos hablando un rato y con mucha sinceridad nos dijeron que ya pensaban irse porque la gente aquella noche era más mayor de lo que ellos buscaban y que la única pareja que les atraía éramos nosotros.

Mi novio y yo les dimos las gracias por el cumplido, pero les dijimos que no hacíamos nada de esto y que habíamos venido por casualidad, explicando lo de la boda. Verónica, bastante lanzada, me tomó de la mano, así como admirándome, separándome de ella y dijo:

- Es una lástima que os vayáis, una chica tan guapa y elegante como tu, y con este bonito y perfecto cuerpo, no se ve muy a menudo.

Yo me puse colorada como un tomate. Realmente soy atractiva, y con aquel vestido que me llegaba a los pies, seme veía realmente espléndida. Yo me reí sin poder evitar mi evidente nerviosismo ante aquel piropo y finalmente ella también se rió.

- Podríamos haceros una pequeña introducción - dijo Juan.

- ¿Introducción? – pregunto mi novio ahora un poco mosqueado. Verónica se rió.

- No utilices la palabra introducción o los vamos a asustar - le dijo a su acompañante, sonriendo.

Luego nos explicó: - Se refiere a hacer algo erótico pero sin llegar al intercambio. Nosotros no vamos a saco y puede ser excitante para vosotros. Por ejemplo una partida con los Schnipps podría ser divertido ¿Qué os parece?

- ¿Qué son los “chips”? - pregunte haciéndo reír a todos.

Se aclaró entre risas lo del nombre de estos juegos, que eran los Schnipps y mi novio los conocía de haberlos visto anunciado en algunas revistas. Verónica y Juan eran muy agradables, atractivos y sobre todo parecían simpáticos. Verónica además, persuasiva ya que al cabo de cinco minutos había conseguido que mi novio y yo nos miráramos para darles una respuesta a la proposición con la que seguía insistiendo. Juan sin esperar nuestra respuesta ya estaba pidiendo los juegos a la chica que servía las bebidas. Se los entregó por encima de la barra. Verónica al verlos, sin que nosotros hubiéramos dicho todavía un claro “sí” a jugar, me cogió de la mano e hizo que la siguiera.

- Venga. Ya tenemos los juegos - dijo llevándome, traspasando con ella las cortinas. Juan dijo a la camarera que le apuntaran en su cuenta la habitación grande.

Mi novio nos seguía, sorprendido por entrar ahí sin haber aclarado lo que íbamos a hacer, mientras Juan, detrás, le decía de no sé qué. Verónica me hizo entrar a una de las habitaciones que habíamos visto con el grupo. Mi novio entro siguiéndome y Juan cerró la puerta tras de el con llave.

- ¿A cual jugamos? - preguntó el chico a su novia, dejando los juegos sobre el gran colchón.

- Lo hacemos a suertes - respondió ella mientras se sacaba los zapatos, y luego me indicaba que hiciera lo mismo y las dos nos subíamos en el colchón. Yo me situé de espaldas a la pared, apoyándome en ella y Verónica a mi izquierda, puesta de rodillas.

Juan se sentó frente a su novia, al lado derecho mió y mi novio se sentó en la punta del colchón, con los pies en el suelo, frente a mi que me miraba expectante, buscando con ello la seguridad que esperaba de mí, pero que yo desde luego tampoco tenía. Juan había abierto la caja de los juegos y había sacado una ruleta. Le me pidió que le diera la vuelta. Una pequeña bola metálica rodó sobre los números y se posó sobre el 21.

- Perfecto, es el juego de “la telaraña” - dijo mirando en las instrucciones.

Yo le pregunte de que se trataba y él explicó que iba básicamente de cumplir los pedidos que mandasen las tarjetas de suerte, que ahora le mostraba en su mano.

- ¿Qué pedidos? ¿A ver? –le pregunte con la intención de leer las tarjetas.

- Son sorpresa - me respondió el chico, sonriéndome, apartando las tarjetas, impidiendo que las leyera.

Crucé mi mirada con la de mi novio y con sus ojos entendí que sentía el mismo temor que yo de vernos donde estábamos, sobre un colchón de una extraña habitación... a punto de jugar a un desconocido juego erótico, con una pareja que no conocíamos de nada... Verónica, la recién conocida chica, supongo se apercibió de ello. Nos mostró una bonita sonrisa, y nos miró con sus bellos ojos, picarona pero al mismo tiempo como sintiendo empatía por nosotros.

- ¿Les damos ventaja? - preguntó a Juan.

- Por lo que veo es la primera vez que juegan a un juego de esos.

Luego dirigiéndose a nosotros, añadió:

- Mira, cuando habéis dicho que no estabais en el ambiente pensé que era como otras parejas que vienen por aquí y dicen lo mismo, y luego resulta que no es del todo cierto, pero veo que vosotros realmente estáis muy verdes. No vamos a hacer nada que no queráis hacer ¿vale? Nosotros con vosotros actuaremos con absoluta normalidad, según lo que sintamos, pero vosotros ponéis el freno, cuando queráis.

Esto me agradó, me sentí más confiada con ellos y así lo dije. Mi novio después de mí, utilizando distintas palabras, también agradeció la consideración que tenían con nosotros y los dos aparentemente nos sentimos más cómodos. Nos dieron la ventaja de que hablaban. Nos dijeron que ellos iban a tirar 3 jugadas cada uno, antes de que empezáramos nosotros, y nos entregaron un comodín a cada uno, para canjearlo “cuando no quisiéramos cumplir alguna prueba”. Yo cogí el mió y me lo puso junto a mi, sobre el colchón y mi novio puso el suyo en el bolsillo de la camisa.

Juan completó con rapidez las explicaciones del juego. Cada número que saliera en las tiradas de la ruleta se correspondía a un color marcado en el tablero de juego. Si era verde se perdía una prenda de ropa, azul nos cambiábamos de sitio, rojo se debía coger una de las tarjetas de suerte y cumplir lo que mandaba, etc.

Tiró seguidamente él mismo la ruleta. Le salió verde y se sacó el jersey que llevaba puesto, dejando su torso al descubierto. Verónica, la rubia, sonriendo y mirándonos, tiró seguidamente la ruleta y le salió un número que se correspondía con el color rojo. Levantó una de las tarjetas y la leyó. Luego me miró.

- No hemos hablado si te gustan las chicas - me dijo.

- ¿Que quieres decir? – pregunte extrañada por la pregunta.

- La tarjeta dice que tengo que besarme, contigo, “la persona situada a mi izquierda” - me respondió

- A mí me gustan las chicas ¿y a ti?

- me preguntó. Yo respondí que nunca había hecho nada con una chica.

- ¿Yo te gusto? - me preguntó de nuevo.

Yo le respondí "que era muy guapa.." ...pero, claro" de esto a otra cosa..., no sé..."

. Ella entonces me dijo que probara si me gustaba, dándome el beso que pedía la tarjeta. Y una vez dicho esto, sin más demora besó tiernamente los mis labios. Seguidamente se apartó y me preguntó:

- ¿Que tal?

Yo respondí “bien”.

Verónica volvió a besarme y ahora sus labios se mantuvieron en contacto unos 12 segundos. Esta vez yo abrí su boca y engarzamos nuestras lenguas.

- ¿Y ahora que tal? - me volvió a preguntar, al apartar su boca, mirándome.

Yo estaba muy colorada, sonreí y le dije "Bien... muy bien".

Luego mire a mi novio, en busca de su reacción. El no se creía lo que veía, ya que a mi parecía haberme agradado el beso hecho con la rubia y para el era una faceta desconocida que me gustasen las chicas.

Verónica volvió a besarme, esta vez el beso duró mucho más rato. A mi me gustaba soberanamente, ya que correspondía a los movimientos de boca que me hacia la chica y cambiamos varias veces de lado sus rostros. La rubia, por supuesto lo debía notar, ya que empezó a acariciarme el pelo y luego sin recato los pechos por encima del vestido.

El beso duraba ya mucho y mi novio tuvo que decir que el minuto que pedía la prueba se había terminado.

- !Ufff! -resople, con el rostro muy colorado, al apartarme de Verónica, visiblemente nerviosa, poniéndome bien el vestido.

- Besa muy bien - le dije a mi novio seguidamente mirándole, con su rostro todavía sorprendido.

Mi novio flipaba de verme así, tan atrevida pero no dijo nada. Seguimos con el juego, Juan en su tirada perdió otra prenda y se quedó en calzoncillos. A Verónica también le tocó el color verde, se desprendió de su blusa y se quedó con un bonito sujetador. A la siguiente jugada Juan tuvo que cambiarse de lugar con mi novio y descalzándose de los zapatos, se situó a mi lado, más en el interior del colchón.

Tiró Verónica la última jugada que nos daban de ventaja y le tocó: "Acariciar el sexo de la persona situada a tu derecha". Era el de su novio. No se anduvo en miramientos y deslizó el miembro del chico fuera del slip a la vista de todos. Con agilidad lo fue removiendo con sus manos y al poco rato ganó tamaño. Mi novio me miro y me vio pendiente de la escena.

Aprovecho para preguntarme como me sentía, mientras el también miraba los movimientos que la mano de la rubia prodigaba en aquel pene.

Le respondí que “bien.

¿Y tú, estas bien? Te noto raro”, le dijo seguidamente.

No se atrevió a decirme la verdad, ya que en realidad no estaba sintiéndose del todo cómodo, habiéndome visto besarme con la chica de aquella manera, metiéndome mano en mis pechos sin que protestara, pero me dijo que “también estaba bien”.

El tiempo finalizó y Juan volvió a poner su erecto pene dentro de la ropa de su slip, que quedó visiblemente abultada, y retomó su sitio.

- Bueno, a partir de ahora vosotros también tiráis - anunció él mismo.

Tiro mi novio y perdió la camisa. Tire yo y me tocó cambiar mi posición con mi novio, pasando yo al lado de Juan, y quedándose mi novio ahora en el fondo, apoyado contra la pared. Con este cambio, y para seguir en el mismo sentido en que habíamos empezado, volvía a tocarle a mi novio tirar. Tiro la ruleta y perdió de nuevo una prenda: los pantalones. Tiró seguidamente Verónica y le tocó cambiar su sitio con mi novio y se situó a mi izquierda. Con esto volvió a tocarle tirar de nuevo a mi novio.

- Menuda racha llevo - comento.

Saco nuevamente un número que en el tablero se correspondía con el color verde.

- Joder, otra vez verde - exclamo.

Debía sacarse el slip y quedarse desnudo. Le daba vergüenza hacerlo, siendo el primero en quedar completamente desnudo. Pensó en el comodín que tenía en la camisa. Lo saco del bolsillo y lo mostró.

- Utilizo el comodín - dijo en voz alta.

- ¿Ya? - preguntó Verónica extrañada.

- Sí, ¿por qué? - No por nada, tu mismo, pero quizá sería preferible guardarlo para más adelante - le respondió y luego me miró.

Bueno hasta aquí la primera parte de la historia mañana les seguiré contado como termino dicho juego no se lo pierdan porque esta muy interesante.

jueves, 25 de octubre de 2007

De Mirones a Violadores 2ª Parte

Bien aquí esta la segunda parte tal y como os prometí (estábamos como se acuerdan de vacaciones en la Costa de Alicante y habían unos mirones a los cuales les dábamos escenas de sexo)

Nada mas girar el pomo de la cerradura, la puerta se abrió violentamente, y lo primero que vio. fue una pistola ante sus narices que le apuntaba directamente a entre los ojos. Tras ella estaba el gigantón guardia de seguridad, con toda su calva reluciente, puesto que en esta ocasión venia sin gorra, y con el significativo gesto de poner su dedo índice ante sus labios, me indicaba que no dijera una sola palabra.

En apenas un segundo, los dos acompañantes que nos habían estado observando durante la tarde, se introdujeron en el interior de la casa, y mientras uno echaba una rápida mirada al salón, el otro se coloco a su espalda, y en un rápido movimiento, le izo juntar las manos en su trasero y le coloco unas esposas que ya traía preparadas.

El gigante de la pistola se acercó a su cara hasta casi tocarle la mejilla con la nariz y le dijo sin levantar la voz pero con un tono de muy mala leche:

- Como digas una sola palabra te meto un tiro en la boca, cabrón.

Dio también una mirada rápida al interior de la casa, y al no ver a mi novia se dirigió a sus compañeros:

- Buscar a la zorra, y no hagáis ruido. Rápido.

Los otros dos vigilantes desaparecieron entre las puertas que daban a la cocina y a las habitaciones. Los tres vestían sus uniformes reglamentarios, pero ninguno de ellos llevaba la gorra puesta. El que le apuntaba con la pistola le parecía ahora mucho más grande que cuando lo había visto la primera vez. El no le llegaba ni a los hombros, además de que tenía una espalda que era más del doble de la suya.

Los otros dos debieron de encontrar a mi novia aun en el baño. A los pocos instantes aparecieron de nuevo por el pasillo, sujetando cada uno un brazo de mi novia, que venia tapada únicamente con unas minúsculas bragas, el pelo aun mojado y despeinado, y unos ojos que denotaban que estaba totalmente aterrorizada.

Tal como habían hecho con mi novio, me habían esposado las manos a la espalda, y tal como me traían hacia el salón, descalza y casi corriendo, mis pechos desnudos iban dando pequeños saltitos a cada paso. Cuando llegamos frente a ellos, yo le mire con cara de pánico, y de mis ojos estaban a punto de brotar las primeras lagrimas.

El grandullón ya había cerrado la puerta y había corrido los dos cerrojos que tenia. Entonces guardo la pistola en su cartuchera y saco la enorme porra que colgaba de una de sus caderas, al tiempo que le empujaba hacia el centro del salón. Uno de sus compañeros se dirigió rápidamente hacia las dos ventanas que daban al exterior y bajo completamente las persianas. Mientras, el otro, cogió una pequeña mesa que había frente al sofá y la coloco pegada a una de las paredes.

Cuando el salón estuvo a su gusto, los otros dos guardias también sacaron sus porras de los cinturones, y se colocaron respectivamente a la espalda de mi novio y de la mía. Entonces, mientras el grandullón golpeaba la palma de su mano con la porra, y sin quitar los ojos de mis tetas nos dijo:

- Vaya, Vaya. ¿Qué tenemos aquí? Una parejita que le gusta poner cachonda a la gente.
Aun no habíamos escuchado la voz de los otros dos, pero este estaba claro que era extranjero, con un acento típico de los países del este de Europa. Tras una breve pausa, siguió hablándonos:

- Todo esto se podría haber evitado si nos hubierais invitado a una de vuestras fiestecitas. Pero no. Tú quieres a esta zorra para ti solito, ¿Verdad?

Dijo las últimas palabras mirando fijamente a los ojos de mi novio, que estaba totalmente acojonado. Nos encontrábamos entre eso tres pedazos de tíos, cada uno con una porra, los dos con las manos esposadas a la espalda, yo en bragas y mi novio únicamente con un pantalón corto de deporte.

- Bueno, no importa, a todos nos llegara nuestro turno, y esta noche vas a ser tú el que mire. Vas a ver como los tres nos follamos a esta puta. - Repitió el grandullón mirándole otra vez a mí novio.

El tío que estaba detrás de el, le agarró fuertemente del pelo y le dijo que se arrodillara en el suelo. Después le atravesó la porra en la boca, como si fuera el arnés de un caballo, y se coloco detrás de el sujetándola con fuerza. Con lo cual mi novio notaba su barriga tras su cabeza, y no cabía duda de que le tenia totalmente inmovilizado.

El otro guardia me sujetaba a mi por las esposas, y el grandullón se acerco y empezó a magrearme las tetas con cara de satisfacción, mientras deslizaba la porra por entre mis piernas, que aunque intentaba cerrarlas al máximo, no pudo evitar que aquel cachirulo entrara en contacto con mi coño por encima de mis braguitas.

Cuando se canso de sóbrame las tetas y de pellizcarme los pezones, y mientras su compañero me sujetaba por los brazos a la espalda y por el pelo, de un tirón me bajo las bragas hasta los tobillos, me hizo levantar alternativamente los pies y me las quito haciendo una pequeña pelota de tela con ellas en su enorme mano.

- Abre la boca, zorrita, esto puede que te duela un poco. - Me dijo.

Agarrándome por las mandíbulas me obligo a abrir la boca y me introdujo las bragas en ella. Mi novio contemplaba la escena de rodillas sin poder hacer nada, con la porra del guardia de seguridad que estaba a su espalda atravesada en la boca, y haciendo este fuerza con sus manos para impedirme cualquier movimiento.

Entonces, entre los otros dos, me colocaron enfrente de mí novio y me obligaron también a arrodillarme, cogièndome del pelo hasta que mi frente casi tocaba el suelo. Al mismo tiempo, el vigilante que tenia sujeto a mí novio, le empujo un par de pasos, hasta mi cabeza, con la frente apoyada en la alfombra que había en el suelo, quedo justo entre sus piernas.

- Sujétale la cabeza con las piernas, pedazo de carbón. - Dijo el tío que estaba sujetándole con un acento parecido al del grandullón.

Mi novio junto un poco las rodillas, hasta notar que mi pelo rozaba la parte interior de sus muslos. Pero inmediatamente, el vigilante que estaba junto al grandullón le dio un tremendo golpe con la porra en la parte exterior de la pierna diciéndole:

- Aprieta fuerte las piernas, hijo de puta. Que no se mueva, o te meto la porra por el culo.

Junto las piernas hasta que noto mis orejas aprisionadas entre sus muslos. Me sentía sollozar, aunque no podía articular palabras por tener las bragas dentro de la boca. A continuación, el grandullón también se arrodillo he izo que yo abriera las piernas todo lo que mi flexibilidad permitía dándome pequeños golpes con la porra en el interior de mis muslos.

Con la mayor impotencia mi novio tuvo que observar como aquel gigante me manoseaba con satisfacción el coño, metiéndome con saña varios de sus dedos, mientras las propias piernas de mi novio sujetaban mi cabeza para que no se moviera. No contento con meterme mano, agarrándome por una de mis caderas, me metió de golpe la porra hasta el fondo de mi agujero, lo que produjo una fuerte sacudida en mi cuerpo, al verme invadida en mi interior por aquel garrote.

Empezó a follarme con la porra a una velocidad de vértigo. Yo emitía ahogados sonidos bajo las piernas de mi novio en lo que parecían entrecortados gritos, mientras el arma del vigilante se introducía mas de un palmo en el interior mi coño.

Mi novio seguía inmovilizado por el tío que estaba a su espalda, con mi culo totalmente expuesto a menos de cincuenta centímetros de sus ojos, y aquella estaca recubierta de cuero que no dejaba de entrar y salir cada vez más rápido.

El guardia que estaba junto al grandullón, ya se tocaba el paquete descaradamente. De pronto se arrodillo a un lado mió y escupiéndome en el culo, comenzó también a hacer fuerza con su porra para metérmela por el ano. Ahora si que no había duda de que intentaba gritar, aunque las bragas en la boca seguían sin permitírmelo.

Poco a poco, la segunda porra fue abriéndose camino en mi culo, y las dos armas se introducían a la vez salvajemente por mis dos agujeros. El grandullón incluso iba haciendo pequeños círculos con su mano, provocando que mi coño se dilatara mas todavía.

Mi novio tuvo que estar mas de un cuarto de hora viendo como aquellos dos cabrones se divertían violándome con sus porras. Se intercambiaban los agujeros, tan pronto el gigantón me hundía la porra en el coño, como cambiaba y me taladraba con ella el culo, sin disminuir para nada la fuerza y la violencia con que me la metía.

A todo esto, yo ya apenas oponía la más mínima resistencia, ni siquiera se me oía sollozar. Me habían agotado mis fuerzas, y el tío que inmovilizaba la espalda de mi novio, se cuidaba bien de que no separara las piernas para liberar mi cabeza.

Por fin se cansaron de jugar con las porras, y entre los dos acompañantes del grandullón llevaron a empujones a mi novio al sofá. Le hicieron sentarse justo en el centro y uno de ellos le volvió a sujetar desde atrás atravesándole de nuevo la porra en la boca. Era el que primero me había metido la porra en el culo.

Entre los otros dos, me levantaron del suelo. Tenía las mejillas llenas de lágrimas, y fácilmente se me notaba que tenia un fuerte dolor en el coño y en el culo. Por un momento pensé que allí acababan nuestros suplicios, pero estaba totalmente equivocada.

Me sacaron las bragas de la boca.

- Vamos a necesitar también este agujero.

- Me dijo el gigante.

Entonces me arrastraron hasta el sofá y me sentaron al lado de mi novio. Apenas me tuvieron allí, cogièndome del pelo, me hicieron tumbarme boca arriba sobre sus piernas, hasta que mi cabeza quedaba apoyada en el sofá y mi espalda se arqueaba sobre sus muslos, lo que hacia que mi novio tuviera mis tetas justo frente a su cara.

Sin mas preámbulos, el vigilante que había estado sujetando a mi novio mientras los otros dos me la follaban doblemente con las porras, se desabrocho los pantalones y mostró una enorme polla totalmente erecta, debido sin duda a lo que había estado contemplando desde detrás de mí novio.

Sin ningún miramiento, me agarro por los tobillos, me separo las piernas, y de un golpe me hundió la enorme polla en el coño. Yo estaba a punto dé soltar un estruendoso grito cuando el gigantón, que también se había desabrochado los pantalones, me agarro por el cabello, y tras girarme la cabeza hacia él, me metió en la boca un espectacular rabo de unas medidas perfectamente acorde con su complexión.

Tanto uno como otro, me follaban con rabia. Mi novio tenia la mi espalda sobre sus piernas, y los dos seguíamos esposados con las manos a la espalda. A la derecha de mi novio, aquel bruto me metía aquella descomunal polla hasta el fondo de la garganta, lo que en algún momento incluso me producía que tuviese algunas arcadas. Sin embargo, aquel bestia seguía fallándome la boca sin ninguna contemplación.

A mi izquierda, el otro guardia me daba por el coño con unos golpes de cadera tan violentos, que incluso hacían que mi novio se moviera a cada envite, aun estando sujeto desde detrás del sofá por el tercer violador.

En unos minutos, el grandullón que tenia la polla en mi boca, me agarro la cabeza con las dos manos y vació toda la carga de leche que llevaba en el interior de mi garganta. Me sujeto firmemente sin sacarme el miembro de la boca hasta que su erección empezó a disminuir.

Entonces tomo el relevo del que estaba sujetando a mi novio y se puso a mi espalda. El otro vigilante, saco la polla del mi coño y se fue al otro lado del sofá, dejando el sitio libre al que ya se acercaba con los pantalones medio bajados.

Este, inmediatamente se puso a follarme también el coño, mientras el otro ya me metía su polla en la boca hasta que mi nariz de chocaba con su pelvis. Estos dos casi se corrieron al mismo tiempo en mis agujeros. Nuevamente tubo que tragarme el semen del violador que se corría en mi boca y me sujetaba fuertemente por el pelo.

Al mismo tiempo, su compañero me inundaba el coño de leche, manteniendo también la polla en su interior hasta que quedo totalmente satisfecho. Continuaron girando por turnos a mi alrededor hasta que cada uno descargo su leche en mi boca y el coño, mientras a mí novio le sujetaban desde detrás del sofá con la porra atravesada en su boca, obligándole a no perderse detalle de las seis corridas que llevaba dentro.

Casi a las tres de la mañana, después de volver a ponerse sus uniformes, el gigantón saco de nuevo su pistola y antes de quitarnos las esposas le dijo al oído a mi novio:

- Ahora sed buenos y olvidaros de nosotros, tened en cuenta que en las oficinas de la urbanización esta vuestra dirección. ¿De acuerdo?

Sin dejar de apuntarle con la pistola, nos quitaron las esposas y salieron rápidamente de la casa. Ni siquiera se le paso por la cabeza seguirles. No le hubiera servido de nada, ellos eran tres y muy fuertes y el estaba solo.

Me abrace a mi novio y nos quedamos un rato tal como nos habían dejado. Yo desnuda sobre sus piernas, con el coño y el culo doloridos, y la boca totalmente pastosa debido a las tres corridas que se habían vaciado allí dentro.El totalmente impotente por no poder haber hecho nada por impedirlo.

Nos duchamos los dos y sin dormir, cogimos el coche y nos marchamos. Hicimos prácticamente todo el trayecto en completo silencio, ni siquiera llevábamos puesta la radio. Queríamos olvidar cuanto antes lo sucedido.

Al amanecer llegamos a nuestra casa. Tras descargar nuestro equipaje nos echamos a dormir, Al día siguiente volvimos a nuestro trabajo, y tan solo una mañana, antes de bajar a la calle a desayunar, comentamos lo sucedido en Alicante. Los dos estuvimos de acuerdo en que la vida continua, y que lo sucedido ya no tenia remedio por mucho que nos pesara. Así que lo único que podíamos hacer era continuar con nuestra vida normal.

Casi un mes después de que sucedieran estos hechos, viendo los informativos del medio día, nos sorprendió una noticia en la que se veía una imagen de la urbanización donde habíamos pasado nuestras vacaciones.

Según comentaba la presentadora, la policía había detenido a todos los trabajadores de dicha urbanización. Al parecer formaban parte de una banda que se dedicaba al tráfico de armas y el robo de coches de lujo, y usaban aquellas casas como tapadera para el blanqueo de dinero. En total había quince detenidos, incluidos los vigilantes de seguridad, así como innumerables arma incautados y una docena de coches.

Escuchamos la noticia en silencio y con la máxima atención. Posteriormente, dieron otras noticias, hablaron de deportes y contemplamos pensativos la previsión del tiempo.
Solo después de que hubiera terminado el informativo, yo rompí el silencio preguntándole:

- Cariño, ¿Tu sabes donde se puede comprar una porra.

miércoles, 24 de octubre de 2007

De Mirones a Violadores 1ª Parte

Después de casi once meses de trabajar, tanto mi novio como yo, seis días a la semana, había llegado el merecido momento de regalarnos dos semanas de vacaciones.

Con tiempo por delante y paciencia, nos pusimos a buscar un lugar tranquilo en una zona costera del Mediterráneo, esperando encontrar algo atractivo.

Estábamos en el mes de octubre, e íbamos a disponer de vacaciones juntos las dos últimas semanas de Noviembre, así que nos pusimos a la búsqueda de un lugar agradable para relajarnos después de tantos meses de intenso trabajo.

Durante todo el tiempo que llevábamos trabajando, habíamos llegado a verlo casi todo. De hecho, en el trabajo de los dos en la agencia de viajes hay ves de todo. Cuando viajas en el avión ves como muchas parejas se van a los aseos para echar un buen polvo.

Todo esto había contribuido a que mi novio y yo hubiéramos dejado atrás muchos de los perjuicios que teníamos cuando nos conocimos, y nos habíamos convertido en una pareja bastante morbosa, aun cuando no practicábamos intercambios con otras parejas, ni habíamos invitado por el momento a nadie para compartir nuestra cama.

El hecho es que en nuestra agencia viajes donde trabajamos los dos vimos un viaje que nos gusto. Se trataba de una urbanización con pequeñas casas unifamiliares, de esas que a veces te ofrecen para formar una mancomunidad, y disfrutarla durante unos días al año.

Ofrecían el alquiler de dichas viviendas por semanas, a un precio que no llegaba ni a la mitad de otras ofertas que habíamos visto parecidas. La urbanización estaba situada a unos pocos Km de la costa Alicantina, en la falda de una montaña, y prometía descanso y tranquilidad absoluta, así como muy buena comunicación con el pueblo más cercano y las playas.

Aunque ya no era tiempo de bañarse, tanto mi novio como yo pensamos que era un buen lugar para descansar durante dos semanas, así que nos pusimos en contacto con él numero de teléfono que indicaban, y al día siguiente ya teníamos reservada una de las casitas para pasar allí nuestras merecidas vacaciones.

Cuando llego el momento, cogimos el coche y nos encaminamos a Alicante, ilusionados en pasar los próximos quince días divirtiéndonos, comiendo, bailando, follando, y porque no, si surgía la ocasión, hacer alguna que otra travesura sexual.

Una vez en el lugar, nos encontramos con un grupo de unas 30 casitas, todas ellas iguales, separadas unas de otras por unos cincuenta metros. Todas tenían su correspondiente jardín, rodeado enteramente por una valla metálica y unos frondosos abetos que ocultaban a los ojos de los transeúntes lo que ocurría en cada parcela.

En esa época del año, solo estaban alquiladas media docena de casitas, y las que estaban a ambos lados de la nuestra, estaban vacías. Sin embargo, el lugar era precioso, al igual que tranquilo. Se veía muy poca actividad por las cercanías, tan solo habíamos visto a varios matrimonios mayores de vez en cuando en la parte más baja de la urbanización.

De todos modos, nosotros estábamos muy a gusto. Paseábamos por la playa, comíamos en buenos restaurantes, visitábamos los pueblos cercanos y todos los días echábamos al menos un buen polvo. Incluso en una ocasión se nos antojo echar una follada rápida durante la noche en la playa, y digo rápida porque tampoco hacia mucho calor que se diga, como para estar en bolas sobre la arena a esas horas de la noche.

Una tarde en la que lucia un generoso sol, mi novio dormitaba en una de las tumbonas que había en el jardín, vestido únicamente con una camiseta y un pantalón cortó, cuando descubro que una sombra cruzaba ante sus ojos cerrados. Era yo, que tenia ganas de juegos.

Ataviada únicamente con la parte de abajo de mi bikini amarillo y una camiseta ancha que apenas cubría mi hermoso culito, puse mis piernas a ambos lados de la tumbona y me senté justo encima de su tranquilo paquete, abrió los ojos y vio en mi cara una expresión de gata caliente y empezó a acariciar mis caderas por debajo de la camiseta con suavidad.

De pronto distinguí una cara que nos observaba desde detrás de una pequeña abertura que había entre los abetos aproximadamente a un metro de la puerta de la valla.

- Hay alguien mirando desde detrás de la valla. Le dije a mi novio.

El giro la cabeza al tiempo que yo me levantaba de encima de el para que pudiera dirigirse al lugar donde estaba el curioso. Cuando estuvo mas cerca distinguió a un hombre de cabeza grande y sin un solo pelo en el cuero cabelludo, cubierto con una gorra parecida a la de un chofer.

Abrió la puerta de la valla y salio a la calle que cruzaba toda la urbanización y se encontró con dos hombres uniformados de lo que parecía una empresa de seguridad.

- ¿Ocurre algo? - Les pregunto.

- No, perdone. - Contesto el que había estado mirando. - Somos del servicio de vigilancia de la urbanización. Oímos unas voces y me asome por el hueco entre los árboles. Espero no haberles molestado.

Era un tío de al menos un metro noventa, con una espalda que parecía un armario ropero, totalmente calvo y con acento extranjero. Su acompañante era un poco más bajo pero también estaba un rato cachas, y no dijo ni una sola palabra. Los dos iban vestidos de uniforme, incluida la gorra, y de su cintura colgaban una porra, una pistola y en la parte posterior unas esposas.

- No, no. - Les contesto.

- Me alegro de verles por aquí, esto esta muy solitario estos días.

- Bien, que tengan un buen día, usted y su pareja. Ya nos vamos. - Volvió a decirme el armario ropero.

Regreso tranquilamente al jardín de nuestra casita, donde le esperaba de pie al lado de la tumbona, y volvió a acostarse para seguir disfrutando del sol.

- ¿Quién era? - Le pregunte.

- Los guardias de seguridad de la urbanización. No te preocupes, no pasa nada, deben de estar haciendo su ronda.

- Ya, pues han estado a punto de contemplar un espectáculo inesperado. Menos mal que los e visto a tiempo. – Le dije.

Como por instinto, volví a girar la vista hacia el lugar donde antes había visto al guardia de seguridad, y por un instante pude ver como rápidamente retiraba la cara del hueco entre los abetos y se escondía a un lado. Era el mismo que nos había estado observando antes.

Sentí como si en ese momento me hubieran inyectado una jeringuilla de puro morbo, cogí a mi novio de la mano he ice que me sentara de nuevo sobre el diciéndole:

- ¿Te gustaría darles ese espectáculo, cariño? Aun están mirando.

Se quedó un momento sorprendido, sin saber como reaccionar. Mientras yo le había deslizado sus manos bajo mi camiseta y ya me acariciaba los senos con suavidad al tiempo que su pene aumentaba de tamaño bajo su sexo cubierto únicamente con el bikini.

El me dirigió una sonrisa cómplice, sin volver la cabeza hacia la valla y comence a mover mis caderas en círculo, restregando mi coño contra su polla por encima de la ropa, haciendo que su herramienta adquiriera su máxima erección. Al mismo tiempo, el empezó a jugar con mis pezones bajo la camiseta, presionándolos entre los dedos pulgar e índice de cada mano, lo que contribuía a que yo empezara a calentarme tanto como el.

De tanto en tanto, yo dirigía una disimulada mirada hacia el hueco de los árboles, y comprobaba que nuestro guardia mirón no perdía detalle de nuestras maniobras. No pude descubrir desde donde nos observaría su acompañante, pero estoy segura de que no se estaba perdiendo nada de la pequeña travesura que les estábamos montando.

Nos pasamos mas de un cuarto de hora restregando nuestros sexos y acariciando nuestros pezones mutuamente, hasta que nuestro estado de calentura fue tal que decidimos meternos en casa para desfogarnos en la cama, y cuando estaba punto de cerrar la puerta de entrada, me volví hacia la valla, y dándome un beso en las yemas de los dedos, con una maliciosa sonrisa puse la palma de mi mano hacia arriba y sople suavemente dirigiendo el morboso beso hacia el lugar donde nuestros espectadores debían de estar ya totalmente empalmados.

Esa tarde echamos un polvo mágico, debido sin duda al morbo que nos había producido la travesura del jardín. Después de un buen rato en la cama practicando diversas posturas sexuales, y tras vaciarnos cada uno de nosotros un par de veces, nos aseamos y nos fuimos al pueblo a dar una vuelta y a cenar.

Ya casi nos habíamos olvidado de los agentes de seguridad, cuando un par de días mas tarde, ya bien entrada la tarde, mi novio se encontraba en el sofá viendo la televisión, y yo leía un libro recostada sobre el césped del jardín, con la espalda apoyada contra la pared de la casa, justo al lado de la puerta, cuando su voz llamó mi atención:

- Cariño, volvemos a tener visita.

- ¿Cómo? - Dijo el, que estaba más atento a la tele que a lo que le decía.
- Los de vigilancia. Están otra vez detrás de la valla, debió de gustarles el otro día el espectáculo, y vienen a ver si hoy hay función.

- Va... No les hagas caso. Sigue leyendo y no seas mala. - Contesto el al notar un tono pícaro en mi voz.

- ¿Acaso a ti no te gusto la función, cariño?

Esta ultima frase la pronuncie con ese tono de voz de gata salvaje que yo sabia que le despertaba la libido. Así que se olvido de la televisión y se dirigió a donde me encontraba yo. Cuando llego a la puerta, dirigió una disimulada mirada hacia el lugar donde sabia que se apostaban nuestros mirones, y tal como le había dicho, allí estaba oculto tras los abetos el grandullón del otro día, atento a lo que pudiera pasar en nuestro jardín.

Yo le cogí la mano y le guié a que se situara frente a mi. Tal como estaba sentada en el suelo, con la espalda contra la pared, abrí mis flexionadas piernas y se arrodillo entre ellas, apoyando sus nalgas en los talones.

Estaba seguro de que el breve instante que paso desde que yo abrí las piernas y el se coloco entre ellas, las bragas blancas que llevaba no habían pasado desapercibidas a los ojos de nuestros mirones, y eso, sumado a la visión que el tenia de su entrepierna, ya estaba haciendo que se le empezara a endurecer la polla.

Yo estaba decidida a que nuestro publico se marchara contento, y sin casi darme tiempo a acomodarme, eche mano a su paquete y comencé a magrearle por encima del pantalón corto de deporte que el vestía, y a los pocos segundos su rabo hacia esfuerzos por salir de la prisión de estos.

Era indudable que desde su posición tras la valla, los guardias de seguridad no podían ver como yo le masturbaba, sin embargo, era fácilmente imaginable deducirlo por el movimiento de mis brazos y la cara de vicio que ponía.

No puede negar que el saber que nos observaban, a el también le producía un inmenso morbo, así que empezó a deslizar una de sus manos por la parte interior de mis muslos, hasta que llego a posar dos de sus dedos sobre mis bragas, justo a la altura de mi vajina. Solo con una leve presión de estos, consiguió que mi pecho escapara un profundo suspiro, al tiempo que apretaba mis manos contra su polla y sus huevos.

Sin más preámbulos, lleve mis manos a sus caderas y agarre al mismo tiempo sus pantalones y sus calzoncillos y los hice descender hasta sus rodillas. En ese momento su culo debió de quedar unos instantes a la vista de los guardias, aunque rápidamente fue cubierto nuevamente por la camiseta deportiva que llevaba, puesto que arrodillado como estaba, la sentía rozar en la planta de sus pies.

Yo no perdía el tiempo, una de mis manos jugueteaba suavemente con sus genitales mientras con la otra agarraba su erecta polla y comenzaba a hacerle una prometedora paja. Estábamos frente a frente, mirándonos directamente a los ojos, masturbándonos mutuamente, y el ya luchaba con mis bragas para hacer llegar sus dedos hasta mi clítoris, con la idea de darle placer metiéndoselos hasta el fondo del coño.

Yo me incline un poco y aparte mis bragas hacia un lado, indicándole así que deseaba que el siguiera metiéndome mano. Su pulgar empezó a jugar con mi clítoris y sus dedos corazón e índice empezaron a abrirse camino lentamente en el interior de mi coño. Yo le demostraba el placer que experimentaba mordiéndome el labio inferior y emitiendo contenidos gemidos, mientras que a cada instante le acariciaba los huevos y le pajeaba con más rapidez.

Al cabo de unos minutos, los nudillos de su mano chocaban contra mi piel y dos de sus dedos hurgaban en el fondo de mi vajina, mientras, con el pulgar describía rápidos círculos sobre mi clítoris y en mi cara notaba la inequívoca expresión de la que esta a punto de tener un orgasmo.

Yo tenía ahora la boca entreabierta y los ojos cerrados, y mi respiración era mas entrecortada que nunca. Aun así, no cesaba un instante en la paja que le estaba haciendo. Sentía como mis uñas recorrían sus huevos y mi otra mano había adquirido una considerable velocidad en él sube y baja que le aplicaba a la polla.

Al momento, adivine que se iba a correr y encerré la cabeza de su pene en una de mis manos, mientras la otra no dejaba de menearle el miembro. Descargo todo su semen en mis manos, que quedaron impregnadas con el viscoso liquido justo cuando notaba que una gran cantidad de flujos inundaban mi coño. El orgasmo había sido prácticamente simultáneo.

Nos quedamos así durante unos minutos, hasta que nuestra respiración volvió a la normalidad. Yo dirigí una fugaz mirada hacia los abetos y me confirmo que nuestros espectadores se habían quedado a ver toda la función. Disimuladamente, mi novio se subió los slips y los pantalones y yo acomode mis bragas entre mis piernas. Nos levantamos y cuando nos disponíamos a entrar en casa me advirtió:

- Ni se te ocurra lanzarles otro beso.- No te preocupes, no pienso hacerlo. - Le respondí.

Entonces, ante su atónita mirada, y estando encarada hacia la valla, me lleve a la boca la mano que estaba impregnada con su semen, y con mi característica sonrisa felina me metí lascivamente dos dedos entre mis labios, chupándolos de la manera más provocadora que me le ocurrió.

Tanto mi novio como yo admitíamos ya abiertamente que nos agradaba el juego de exhibicionismo que practicábamos ante los guardias de seguridad. Nos complacía enormemente el saber que otras personas disfrutaban contemplando nuestras aventuras sexuales, y ya teníamos convenido, que si se presentaba una nueva ocasión, volveríamos a deleitar a nuestros curiosos amigos con un nuevo espectáculo.

Pero pasaron varios días sin que dicho encuentro aconteciera, ya fuere porque nuestros mirones hubieran cambiado de turno, lo cual desconocíamos, o porque cuando ellos se acercaban a nuestra casita de alquiler, nosotros nos encontrábamos haciendo turismo por la región.

No fue hasta él ultimo día de nuestra estancia en Alicante, cuando a media tarde yo me encontraba en la tumbona del jardín, reposando la comida antes de preparar nuestro equipaje para la vuelta al día siguiente, que un leve ruido tras los abetos llamo mi atención. Allí, en el lugar de siempre, estaba el gigantesco guardia de seguridad con menos pelo en la cabeza que el choco de una muñeca.

El se dio perfecta cuenta de que yo le había descubierto, pero en vez de ocultarse rápidamente como hiciera en la primera ocasión, aparto un poco mas con la mano las ramas de los abetos y se me quedo mirando descaradamente y sonriendo, como preguntándome con la mirada si esa tarde no iba a recrear la vista.

A menos de un metro de distancia, unas manos aparecieron entre los árboles, y tras ellas distinguí la cara del acompañante del armario ropero que conocí el primer día. Lo que me sorprendió, fue que un tercer hombre, al que no había visto nunca, se encaramaba por encima de los abetos que cubrían la puerta de la entrada de la verja, y su cabeza oteaba curiosa nuestro jardín, en busca sin duda de lo que sus compañeros le habían contado.

Aunque estábamos a finales de noviembre, era una tarde bastante cálida, y tanto mi novio como yo llevábamos poca ropa encima. El tan solo cubría sus vergüenzas con un bañador negro, y yo deambulaba por la casa vestida únicamente con mi escueto bikini amarillo.

Llame a mi novio y le dije:

- Cariño, tenemos visita. ¿Qué te parece si les damos una buena despedida?

Mi novio se quedó un momento callado.

- Espérame en la tumbona. Salgo en dos minutos. - Me contesto.

Me dirigí de nuevo al jardín y me acomode en la tumbona, con las manos entrelazadas bajo mi nuca. Los tres vigilantes seguían en el mismo sitio, a la espera de los acontecimientos. Ya no trataban de ocultarse de modo alguno, mas bien parecían impacientes por que comenzara el espectáculo.

Me quedé mirando de nuevo al grandullón calvo, y temiendo que fueran a abandonar su posición de vigilancia le sonreí descaradamente y le guiñe un ojo, como dándole a entender que pronto empezaría la función.

Enseguida apareció mi novio, con su bañador y una toalla azul colgándole del hombro. Se quedo de pie a mi lado observando la valla, y tras mirar uno a uno a los vigilantes dijo:

- Vaya, hoy tenemos mas publico. Eso quiere decir que somos buenos actores.

Se dirigió a los pies de la tumbona y se sentó a horcajadas entre mis piernas a la altura de mis tobillos. Entonces se coloco la gran toalla de playa sobre la cabeza, como si fuera una larga capa que le cubría casi la totalidad de la espalda. Sin preámbulo alguno, hice descender su bañador un palmo, hasta la mitad de sus muslos, agache la cabeza, le agarre la polla con las dos manos, y me la metí entera en la boca.

El estaba recostado en la tumbona justo de frente a la valla, y veía como los tres mirones observaban atónitos la felación que le estaba haciendo bajo la toalla, por no hablar del excelente panorama que debía ofrecerles mi culito escasamente tapado por el minúsculo bikini y las piernas completamente abiertas a los lados de la tumbona.

Se me veía subir y bajar la cabeza a un ritmo pausado bajo la toalla, y el notaba como mis dedos jugaban hábilmente con sus pelotas. El se aferraba a la tumbona con sus manos, observando alternativamente como su polla desaparecía en mi boca y a los tres mirones que a esas alturas debían de estar mas calientes que el rabo de una sartén.

Yo chupaba cada vez con mas avidez, tanto es así que no pudo reprimir el impulso de agarrar mi cabeza por encima de la toalla y acompañarla en mis movimientos. No sé que es lo que más placer le estaba dando, sí el roce de mis labios y de mi lengua sobre su verga, o la atenta mirada de los tres vigilantes.

Era tan intenso el placer que estaba sintiendo, que a los pocos minutos descargo toda su leche dentro de mi boca. Yo la acogí sin que se derramara una sola gota, y sus gemidos y convulsiones, así como sus manos aferrando mi cabeza, habían indicado sin lugar a dudas a nuestros invitados que el producto de la mamada ya recorría su garganta.

Se relajo sobre la tumbona y yo volví a colocar con cierto disimulo su bañador en su sitio, pero antes de levantarme, me acerque a su boca y le propine un profundo beso, y mi pastosa lengua se hundió en su boca, haciéndole saborear el amargo gusto de su propio semen. Sin quitarme la toalla de la cabeza, me acerque a su oído y le dijo:

- Ahora soy yo la que quiere tu cabeza entre mis piernas, pero eso lo haremos en privado.
me levante, y colocándome nuevamente la toalla colgada de un hombro, me dirigí al interior de la casa, moviendo insinuantemente mi culito y mis nalgas, que ahora quedaban casi enteramente al aire por el hecho de que el bikini se había metido entre ellas.

Tras dirigir una rápida mirada a los guardias de seguridad, entro en la casa detrás de mi, y en la habitación de matrimonio me hizo una comida de coño de campeonato, acompañada por varios de sus dedos que se introducían alternativamente en mi vajina y en de mi culo, hasta que a los pocos minutos, su cara estaba completamente llena de mi semen que expulsaba al correrme a base de sus intensos lametazos.

Después de ducharnos los dos, preparamos nuestras maletas para regresar a nuestro domicilio al día siguiente. Era nuestra última noche en la urbanización y decidimos ir a cenar al pueblo, más que nada para no tener que volver a limpiar la cocina.

Nos dirigimos a un restaurante en el que ya habíamos comido varias veces y nos agradaba bastante. Allí coincidimos con uno de los matrimonios mayores que también ocupaban una casita en la urbanización y nos sentamos los cuatro a cenar en una misma mesa.

Era una pareja muy agradable, los dos ya jubilados, que residían en Madrid y que habían decidido pasar allí un mes entero. Estuvimos hablando de temas banales, hasta que a eso de las once de la noche nos despedimos de nuestros acompañantes diciéndoles que nos íbamos a costar, ya que a la mañana siguiente, bien temprano, debíamos regresar.

En un momento llegamos a la casita, y el se dispuso a preparar todas nuestras cosas al lado de la puerta de salida, mientras yo tomaba un baño antes de acostarnos. Cuando ya se disponía a meterse en la cama para esperarme allí, escucho el timbre de la puerta, y despreocupadamente se dirigió a abrir pensando que eran nuestros compañeros de cena, que querían darnos una ultima despedida.

Bueno hasta aquí la primera parte de la historia mañana les seguiré contado quien era el que llamo a la puerta, y no se pueden ni imaginar como termina la historia lo que falta esta muy interesante.